Comer sin bajarse del coche, o hacer la compra o las gestiones bancarias o incluso ir a misa sin apearse del vehículo es algo típico de los Estados Unidos. Los drive-thru son tan simbólicos del país norteamericano como lo son la Estatua de la Libertad de Nueva York o el Golden Gate Bridge de San Francisco.
En Europa, comprar sin salir del coche no es un sistema que haya cuajado realmente, más allá de las grandes cadenas de comida rápida, aunque sí ha dado lugar a nuevas formas de negocio y ha tenido un cierto impacto en nuestras vidas sin que apenas nos hayamos dado cuenta. Esta es la historia de los drive-thru.
Sin el drive-in no tendríamos drive-thru
Después de la Segunda Guerra Mundial, se consolidó una historia de amor entre los ciudadanos de los Estados Unidos y sus automóviles. Las ciudades que crecían, especialmente en las vastos estados del oeste, daban prioridad al automóvil en sus planes urbanísticos. Todo se diseñaba y planificaba pensando en el automóvil.
El automóvil era para los estadounidenses algo tan genuinamente propio que empezaron a florecer los drive-in. El coche era el símbolo del triunfo de la clase media, una muestra del estatus social de quien poseía un automóvil por la libertad de movimiento que le brindaba.
Todos tenemos en mente la imagen del autocine, pero se dice que fue en los restaurantes de carretera que surgió la idea de llegar con el coche y comer en el coche. De hecho, en 1921 abrió el primer restaurante drive-in, un establecimiento de la cadena de restaurantes texana “Pig Stand” situado en la carretera que unía Dallas a Fort Worth donde los coches quedaban aparcados y sus ocupantes comían en el interior de los vehículos.
Allí, las camareras tomaban nota a los ocupantes de los coches que llegaban y estacionaban, y les servían los pedidos en bandejas que se enganchaban en las ventanillas de los vehículos. El personal que atendía a la clientela era sobre todo femenino, ya que el automóvil era visto como una expresión de la masculinidad.
En la década de 1950, la necesidad de no hacer esperar al cliente propició que las camareras empezaran a utilizar patines para desempeñar su trabajo yendo y viniendo de los coches a toda velocidad. Para entonces, muchos de los restaurantes de tipo drive-in ya tenían sistemas de interfonos para que los clientes se pudieran comunicar con las camareras. Sin bajarse del coche, por supuesto.
En 1964, había más de 24.500 restaurantes de tipo drive-in en Estados Unidos. El drive-in se convirtió en “una expresión más de la cultura estadounidense, uniendo conceptos que siempre nos gustaron: la velocidad, la eficiencia y, en ocasiones, la pereza”, según resume Nate Barksdale en History. Y de hecho, los drive-in son un símbolo de los años 50 y 60, como hemos visto tantas veces en el cine (‘Grease‘, ‘American Grafitti‘, etcétera) y en la televisión (‘Happy Days‘).
El siguiente paso natural para los restaurantes de comida rápida situados cerca de una carretera era el concepto de los drive-through. Cadenas de restaurantes como In-n-Out, Jack-in-the-Box, Wendy’s o Wienerschnitzel ya tenían drive-through en los años 50 y 60. Curiosamente y en contra de la idea que tenemos, McDonald’s no adoptó el drive-through en sus restaurantes hasta mediados de los años 70.
Y, por cierto, el drive-through como tal es una idea que surgió originalmente no de la restauración, sino de la banca.
Los inicios de los primeros drive-through
En la década de 1930, una sucursal de la Grand National Bank of St. Louis, Missouri, fue el primer negocio que incorporó unas ventanillas para atender a sus clientes sin que estos tuvieran que bajarse del coche. Aquel primer banco drive-through solo permitía hacer ingresos en la cuenta. La idea era que la gente no perdiese tiempo aparcando y bajándose del coche para entrar y esperar en la cola a la hora de hacer un ingreso. En aquella época aún no había interfono, de manera que el automovilista y el empleado del banco hablan cara a cara.
Acabada la Segunda Guerra Mundial, un joven Sheldon «Red» Chaney (1916-1997) llegó a Springfield, Missouri. Red (porque era pelirrojo, o “red-headed”, en inglés) compró con su esposa una pequeña gasolinera que poseía unos garajes individuales para coches en la parte trasera. Aquellas instalaciones, que habían albergado un taller mecánico, pronto se convirtieron en un café drive-through para el negocio de los Chaney. Corría el año 1947.
Viendo que la restauración daba más beneficios que vender gasolina, pronto decidieron abrir un restaurante y la gasolinera se convirtió en el Red’s Giant Hamburg. Además, como poseían unas cuantas cabezas de ganado, se especializaron en las hamburguesas. De hecho, el Red’s Giant Hamburg sirvió siempre carne de su propia producción hasta el cierre de sus instalaciones, en diciembre de 1984.
Y como Red había visto en Saint Louis bancos con drive-through, aplicó la idea a su restaurante. Al fin y al cabo, la estructura ya la tenía montada: no dejaba de ser una antigua gasolinera y se podía pasar pegado a las ventanas del restaurante con el coche para pedir una hamburguesa.
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El Red’s Giant Hamburg estaba en la Ruta 66, donde millones de automovilistas pasaban cada año cruzando el país. Por aquel entonces, la Ruta 66 era la única carretera que unía la región de los grandes lagos (Michigan) con el Pacífico (California), así que el negocio estaba asegurado. Muchos de esos automovilistas no querían perder tiempo y en un restaurante como aquel podían pedir la comida desde el coche y emprender de nuevo el camino.
Había nacido el primer restaurante con drive-through.
In-n-Out o el drive-thru tal y como lo conocemos
El Red’s Giant Hamburg fue el primer restaurante drive-trough, en 1947. Pero la idea la perfeccionaría en 1948 un restaurante de Baldwin Park (California). Se llamaba In-n-Out y nació con el concepto del drive-through como elemento diferenciador. Bueno, a decir verdad lo de “restaurante” es un poco exagerado. Se trataba más bien de un chiringuito de poco más de 9 m² en el que cinco cocineros preparaban a toda prisa hamburguesas y patatas fritas para llevar.
Una calzada circular permitía a los coches acceder al chiringuito desde la calle atraídos por un cartel que les prometía que no tendrían que esperar: “No Delay”. El nombre del restaurante también era muy explicito: “In-n-Out”. Entras y sales con tu comida sin esperar y sin bajarte del coche.
Y aunque quisieras, tampoco podías bajarte del coche, ya que no había parking ni tampoco un lugar donde sentarte. La escasa superficie del chiringuito se hacía pequeña incluso para una cocina. Y que la imagen de la mesa con bancos de merendero no te engañe, porque son una añadido para la réplica. En el restaurante original no estaban.
Muchos consideran a In-n-Out como el inventor de los drive-thru. En realidad, Harry y Esther Snyder, los fundadores de In-n-Out, se limitaron a perfeccionar el sistema de Red’s Big Hamburg al instalar un interfono para que el cliente pudiesen hacer su pedido, mientras atendían al coche o coches que había delante. Y también le cambiaron la ortografía a la expresión, modernizándola como hicieran con el nombre de su restaurante: de drive-through se pasó a drive-thru.
In-n-Out, que cuenta en la actualidad con más de 340 restaurantes repartidos entre California, Arizona, Nevada, Texas, Utah, y Oregon, ha visto cómo su concepto ha sido imitado por casi todas las grandes cadenas de comida rápida.
Hoy en día, el sistema de cualquier drive-thru no ha cambiado con respecto al de In-n-Out y solo se han introducido matices en cuestiones de marketing. El pedido se sigue realizando por medio de un interfono sin bajar del coche, y la carta con el menú está junto al interfono para que puedes saber qué pedir. Esto no ha cambiado.
Lo que sí ha cambiado es la manera de vender la comida. Ahora, en lugar de una lista escrita, el menú se compone básicamente de fotos. Y las fotos de los combos tipo hamburguesa, patatas y refresco por X euros están en el centro del panel, bien grandes, para que los veas mejor.
En caso de mucha afluencia, un empleado va repartiendo hojas impresas con el menú para que sepamos qué pedir al llegar al interfono. Hoy en día, hasta la manera de ofrecer un suplemnto o una bebida está estudiada. Normalmente, no nos deberían preguntar si queremos una bebida o un postre con nuestra hamburguesa, sino directamente qué vamos a tomar además.
Bancos, farmacias, buzones de correos y hasta oficios religiosos sin bajarse del coche
Si bien el concepto de drive-thru se asocia principalmente a los restaurantes fast-food, otros negocios o servicios han aprovechado esa idea para que sus clientes no tengan que bajar de sus coches y así ofrecerles un servicio más rápido y cómodo.
Los bancos fueron precursores de los drive-thru, y aun hoy siguen utilizando este tipo de instalaciones, especialmente en un país como Estados Unidos, donde las transacciones con importantes sumas de dinero son todavía legales y donde en plena era digital la gente todavía usa cheques en el día a día. Este modelo también ha tenido cierta aceptación en algunos países de Latinoamérica. Y en Europa, los bancos drive-thru han hecho una incursión con relativo éxito en Francia y Alemania, e incluso se planteó intentarlo en el Reino Unido.
Las farmacias son otro gran sector del comercio en Estados Unidos que han adoptado el concepto del drive-thru. En este caso, todo empezó cuando Gary P. Clinton inauguró su farmacia en 1971, en Norman (Oklahoma). Compró una antigua sucursal de banco que tenía una ventanilla para el drive-thru. Y como la farmacia no disponía de parking, Clinton pensó en utilizar el drive-thru existente para que los clientes no tuviesen que buscar un sitio donde aparcar a la hora de ir a la farmacia.
En 1991, la histórica cadena de farmacias Walgreens, fundada en el Chicago de 1901, abrió su primera farmacia con drive-thru. Hoy en día se ha convertido en algo común en Estados Unidos. En Europa, existen algunas farmacias que disponen de un servicio similar y que suele estar en marcha cuando la farmacia está de guardia. En España hay una en Sitges, por ejemplo.
De manera puntual, en Estados Unidos han ido surgiendo toda clase de negocios y servicios que disponen de un drive-thru, como los buzones de Correos para depositar cartas o hasta los oficios religiosos, pasando por una tienda para adultos o una exposición de arte.
Ya sea por una cuestión de rapidez o de pereza, la cuestión es no bajarse del coche.
La influencia en la concepción de los coches
Esa costumbre de comer en los coches hizo que, además de convertir el volante de un coche en una colonia de bacterias los coches comenzasen a tener portavasos. En los años 60, algunos modelos empezaron a incorporar posavasos en las guanteras, como el Ford Falcon Futura. Pero solo eran posavasos ideados para los drive-in, no aguantaba el vaso de refresco en su posición si el coche se movía.
Entre los años 60 y 80, los portavasos eran un accesorio más que la gente podía comprar para su coche. Y no fue hasta el Plymouth Voyager (Chrysler Voyager en Europa) de 1983 que los portavasos tal y como los conocemos hoy fueron incorporados a un automóvil. El Voyager, además de fundar el segmento de los monovolúmenes casi al mismo tiempo que el Renault Espace, “inventó” los portavasos actuales.
Al principio solo los modelos de Estados Unidos disponían de ese pequeño artilugio. En Europa seguían siendo una rareza, salvo para los modelos que se vendían también en Norteamérica, como los coches premium alemanes. Pero con la globalización de las ideas y de los modelos, los fabricantes fueron progresivamente incluyendo portavasos en el equipamiento de sus coches.
Desde Lotus, que se vio forzada por el mercado a incorporar uno cuando quiso vender el Elise en Estados Unidos, hasta el Subaru Ascent de ocho plazas, que ofrece 19 portavasos en su interior, casi todos los coches en la actualidad equipan este artilugio.
El papel de los drive-thru en Europa
El drive-thru en Europa es algo propio de las cadenas de comida rápida, esencialmente. Aunque en algunos países, como Francia y Alemania, algunos bancos han ofrecido este servicio en unas pocas sucursales para permitir realizar operaciones de banca rápida por medio de un cajero automático.
Estos sistemas permitían únicamente operaciones básicas como ingresar dinero en efectivo y cheques, o bien retirar fondos de la cuenta. Sin embargo, con el auge del comercio electrónico, estos servicios bancarios desde el coche desaparecieron rápidamente.
Sin embargo el concepto de drive-in, más allá de algunos pocos autocines como el del RACE en Madrid, sí ha calado en la gran distribución. Grandes cadenas de supermercados ofrecen un servicio de drive-in para quien haga la compra online.
La idea es que cuando el cliente llegue al supermercado, simplemente lleve su vehículo a un área designada del aparcamiento y allí un empleado depositará la compra en el maletero del coche.
Auchan/Alcampo, Carrefour, Leclerc, Tesco o Rewe son algunos de los supermercados europeos que proponen esta modalidad de compra. Algunos de ellos aprovechan ese servicio drive-in para combinarlo con la distribución de combustible o puntos de carga para coches eléctricos.
Hoy, en estos establecimientos aparcas y llenas el depósito a un precio inferior al de las petroleras mientras te llenan el maletero con la compra. Una interesante vuelta de tuerca a la idea de Sheldon «Red» Chaney y su gasolinera de 1947 reconvertida en restaurante drive-through.
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