Diego Santilli: “Alberto Fernández tenía la virtud de saber escuchar, pero ahora la perdió”

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El primer candidato a diputado nacional bonaerense de Juntos, Diego Santilli, afirma que en dos semanas se definirá una elección clave. Sin embargo, admite que tanto en el oficialismo como en la oposición hay dirigentes que siguen apostando a la grieta.

– ¿Te sacás el cassette de campaña para esta entrevista?

– Dale. (Risas)

– Pero sacátelo de verdad, eh. ¿Compromiso?

– Empezá nomás.

– ¿Te gusta la campaña que estás haciendo?

– Me gusta la campaña de recorrer, de caminar, del uno a uno.

– OK, te pusiste el cassette.

– (Risas) No, no. Vos me preguntás: ¿te termina de gustar ese lugar adonde vas cuando salís del uno a uno? Y, no.

– ¿Qué es lo que no te gusta?

– Me hubiese gustado tener un debate más tranquilo en el que debatir propuestas. Fue todo agravio, todo discusión. No me gustó.

– No me termina de quedar claro. Vamos de nuevo. Te ayudo un poco. Te conozco hace 15 años. ¿Te sentís cómodo cuando te piden que hagas campaña por Tik Tok?

– (Pausa) No. No estoy cómodo. Porque vos ves la realidad, lo que le duele al bonaerense y vos de repente estás en el TikTok hablándole a los jóvenes y decís: “Qué contraste”. Después entendés que hay distintas maneras de comunicar de acuerdo con el público. Mis hijos no saben lo que es el televisor.

Las luces naturales del día ya se apagaron y Diego Santilli llega al encuentro de esta entrevista casi exhausto. Minutos antes, conversaba en un programa de TV para luego salir corriendo hasta la oficina de uno de sus asesores de campaña donde acordamos la cita, en Palermo. 54 años, contador público egresado de la UBA, casado, separado vuelto a casar, padre de dos hijos, se trata de un profesional del diálogo, capaz de simular el desgaste físico y anímico que provoca una campaña electoral en esta Argentina agrietada, polarizada, de la que ni él -que es uno de los máximos exponentes de la rosca y del acuerdo- puede escapar.

– El primer año de la pandemia uno tenía la sensación de que ganaba la “no-grieta”. Y vos fuiste protagonista visible de ese proceso. Ahora siento que ganó la grieta. Y que tanto el oficialismo como la oposición son responsables. Al repasar tu historia y tu manera de hacer política entiendo que no te sentís cómodo con la grieta…

– Yo no creo en la grieta. Y laburé mucho para que no haya grieta. Cuando empezó la pandemia y enfrentamos a lo desconocido había capacidad de escucha. Para que no haya grieta hay que escuchar al otro. Hay que entender al otro. Hay que poner arriba de la mesa diferentes posiciones. Al principio de la pandemia eso ocurría. Después vos llevabas propuestas y te decían “no”. Llevabas ideas y te decían “no”. Y eso, a los que estábamos en la trinchera nos hacía pensar qué hacer con los comerciantes que no podían laburar. Se dejó de escuchar. Nosotros sostuvimos la “no grieta” pero necesitábamos respuestas. Respuestas para los comerciantes, para los papás que querían a sus hijos en la escuela. Y no había respuestas. Eso terminó con los polos distantes. Y pasa hoy en la campaña.

Diego Santilli en campaña junto al radical Facundo Manes, su adversario en la PASO de agosto pasado. (Foto: NA).
Diego Santilli en campaña junto al radical Facundo Manes, su adversario en la PASO de agosto pasado. (Foto: NA).

– ¿Creés que la grieta es responsabilidad solo del gobierno?

– (Piensa) Es un poco de todos.

– En el PRO tenés gente que agita la grieta.

– Es un poco de todos. Pero siempre depende de quien conduce.

– OK, no me vas a decir que sí.

– Claro que hay en ambos lados gente que agita la grieta. Hay personas que tienen más vehemencia, personas que agravian.

– ¿Cómo explicás el hecho de ser candidato en la Provincia cuando acabás de ser vicejefe de Gobierno de la Ciudad?

– Me puse a caminar bastante antes de la definición política. Y me di cuenta de que los bonaerenses me recibían con mucho cariño. Había una conexión con los bonaerenses que me pedían que les de una mano con las cosas que resolvimos en la Ciudad. Había una valoración de la gestión, del día a día, del equipo, de que no hay un iluminado, del laburo, de poner el cuerpo. Fue maravilloso. Y además uno tiene que pensar cuál es el mejor lugar en el que puede ayudar. Y mi espacio me pedía que diera el paso. (Ríe, en alusión al slogan de campaña de Facundo Manes). Y lo acepté.

– Con sinceridad, si hace 15 años hubieses visto que alguien hacía eso de cambiar de distrito, ¿qué habrías dicho? ¿Eras prejuicioso con eso?

– No. Nunca fui prejuicioso con eso. Ni con Scioli, ni con Ruckauf, ni con Kicillof.

– Ni con María Eugenia (Vidal).

– Tampoco.

– ¿Me equivoco si te digo que la relación entre el Gobierno de la Nación y el de la Ciudad no termina de explotar porque existe entre los principales referentes una relación personal que data de décadas? Digo, en los 90 vos compartías espacio político con muchos de la mesa chica de Alberto Fernández, incluso con él. Julio Vitobello, Gustavo Béliz, Víctor Santamaría, por citar a algunos, son viejos amigos tuyos.

– Las relaciones son fundamentales. No es lo mismo conocer a alguien que no conocerlo. Porque cuando no conocés a alguien te invaden los prejuicios. Conocer al otro derriba barreras. La relación con ellos no se tiene que ir al Demonio porque no le sirve a nadie. ¿A quién le sirve la confrontación? ¿A quién le sirve el “amigo-enemigo”?

– A muchos.

– ¡No! No hay más espacio. Mirá cómo les va. La gente está cansada.

– Diego, la polarización funciona electoralmente. No lo digo yo. Lo dicen los análisis de opinión pública. Es un fenómeno que funciona en una parte del mundo.

– A mí no me escuchaste nunca agraviar. Sí me escuchaste subir el tono con los problemas de la gente. La gente vive mal. Los bonaerenses viven encerrados en sus casas. Hay que mirar a los ojos a los comerciantes. Ayer una señora me decía: “Mirá cómo trabajo, encerrada detrás de una reja a las 12 del mediodía mientras acá en la esquina venden falopa. Jamás me voy a poner a polarizar. ¿En este contexto? No.

– Está bien. La mesa chica del Presidente son todos viejos conocidos tuyos…

-Juan Manuel Olmos (Jefe de Asesores del presidente de la Nación), por ejemplo.

– ¿Nunca te sentaste con ellos a hablar de las diferencias que hay entre Nación y Ciudad sin caer en la grieta?

– Sí, claro. Mi primera pregunta fue: “¿Por qué ante un problema policial en la provincia de Buenos Aires le sacaron la plata a la Ciudad? ¿Por qué de esa manera? ¿Por qué no se sentaron con nosotros a discutirlo?”

– ¿Y qué te respondieron?

– No te lo pueden explicar. Empiezan con eso de que “les dieron de más”. ¡Qué de más! Ahí es cuando notás las peores cosas de la polarización. Pero qué se yo…

– Tu amigo Juan Manuel (Olmos) es el Jefe de Asesores del Presidente. No es un “4 de copas”…

– Está bien. Pero cuando te toca gobernar… A veces toman decisiones incorrectas.

– ¿Está rota la relación con todos ellos?

– No se si está rota. Hoy no hay relación.

– Pero si son tus amigos, ¿no hablás más?

– Hace bastante que no hablo.

– ¿Te sentís bien con eso?

– No. No me gusta. Pero es lo que pasa.

– ¿Hacés autocrítica de ese no-diálogo con tus viejos amigos, hoy adversarios?

– Hoy no. Porque desde hace 4 meses no paro un segundo. No me tomé un solo día. No es mi personalidad no dialogar. Pero le he metido estos 4 meses sin parar.

-¿Qué no te gusta de Juntos por el Cambio?

-No me gusta cuando nos encerramos. Lo que me gustó de esta elección es que volvimos a recuperar nuestro origen que era ampliarse. Tratar de sumar. Lo que pasó con Facundo. Yo lo respeto. No me gusta él encierro.

– ¿Ese fue el error de Macri?

– Argentina necesita Borgen (por la serie) más que encerrarse en un solo lugar.

– ¿Quién es el líder de Juntos por el Cambio?

– Si me preguntás a quién voy a apoyar yo: a Horacio. Pero no puedo desconocer el liderazgo de Patricia (Bullrich), de María Eugenia (Vidal), de Mauricio (Macri). Ahora: Horacio es mi amigo, es el tipo en el que creo. A mí me gusta más Horacio.

– Hagamos un ejercicio republicano. Busquémosle virtudes a tus adversarios. Empecemos por Alberto Fernández. Lo conocés muy bien, desde hace mucho tiempo. ¿Qué virtud le destacás?

– Creí que tenía la virtud de la escucha. Sin embargo la perdió. Algo pasó.

– ¿Hoy no le reconocés ninguna virtud?

– Hoy no le reconozco esa virtud que el antes profesaba.

– ¿Qué virtud le encontrás a Kicillof?

– Ninguna. Porque no veo su gestión. Porque no veo que esté al lado de la gente.

– ¿A Cristina Kirhner le encontrás alguna virtud?

– Su capacidad de liderazgo. Creo que hoy ese liderazgo está en crisis. Pienso totalmente al contrario de ella, pero le reconozco su capacidad de construir. Ella tiene una visión y la llevó adelante.

– Vamos a la inversa. ¿Qué defectos le encontrás a Horacio (Rodríguez Larreta)?

– ¿Qué defectos le encuentro a Horacio? (Piensa)

– Perfecto no es.

– (Risas) No, claro. Tiene muchísimas virtudes. Es metódico, laburador. Tiene visión. Te diría que su defecto es ser muy ansioso. El cree que es una virtud y yo creo que es un defecto.

– ¿Qué defecto le ves a María Eugenia Vidal?

– (Piensa) Tiene valores, tiene principios. Es una luchadora incansable. Te diría que tiene que abrirse más al equipo. Me parece que tiene un equipo más cerrado. Horacio es mucho más abierto en eso.

-Un defecto de Macri…

-El introdujo en la política el valor del hacer, de la gestión. Creo que el subestimó a la política. Creyó que podía resolver los problemas históricos muy rápido y con una tecnocracia. Creo que debió tener un equilibrio.

– ¿Qué nombre Macri debió acercar al espacio y no lo hizo por subestimar a la política?

– Yo hubiera hecho un acuerdo con Miguel Ángel Pichetto el primer día, no el último. Hubiera tenido otro volumen en el Senado. Hubiera construido un puente con los gobernadores peronistas. Eso se hizo tarde.

Santilli es un encantador de serpientes. Participa del círculo rojo desde los años 90. Hijo de un expresidente de River Plate, club del cual es fanático, supo construirse como un dirigente capaz de hablar como amigo hasta con su más extremo adversario. Hace un año, compartimos una actividad académica en la Universidad Austral y, casi como al pasar, dejó una frase que lo pinta de cuerpo y alma: “Cuando te sentás a negociar lo primero que tenés que pensar es que algo vas a tener que ceder, que tenés que tener en cuenta que el otro tiene sus propios intereses y que eso es legítimo, y que eso no lo hace tu enemigo”.

Un fuerte intercambio entre Diego Santilli y Victoria Tolosa Paz. (Foto: Enrique García Medina - Especial para TN)
Un fuerte intercambio entre Diego Santilli y Victoria Tolosa Paz. (Foto: Enrique García Medina – Especial para TN)

Desde esa óptica, y luego de cumplir con cargos legislativos y ejecutivos de relevancia, es que Horacio Rodríguez Larreta lo convocó a ser su vicejefe de Gobierno en 2015 y hoy le pide conquistar la provincia de Buenos Aires como parte de una estrategia arquitectónica que dice: “Larreta Presidente, Santilli Gobernador, Vidal Jefa de Gobierno”. “El colorado”, como se lo conoce, juega un rol clave en ese armado y “su cuerpo lo sabe”. Le gusta ese rol. Es su zona de confort: buscar acuerdos.

– ¿Qué no te gusta de vos?

– No me gusta cuando pierdo la espontaneidad. Siento que ahí me falta mi esencia. No es fácil no perderla a veces. Por eso cuando me preguntaste si estoy haciendo la campaña que quiero hacer digo que sí, porque camino, pateo la calle.

– ¿Cómo te gustaría cerrar esta entrevista?

– Yo soy un tipo apasionado. Cuando me vinieron a buscar para ser candidato dije “estoy”. Cuando creo en algo voy hasta el final, hasta el fondo. Cuando me tocó agarrar la seguridad (NdR: fue ministro de seguridad de la Ciudad tras los incidentes previos al superclásico final de la Copa Libertadores) me dieron una papa caliente con un problema enorme. Y me puse al frente. Y me fui con el orgullo de que Buenos Aires es la segunda ciudad con menos homicidios detrás de Ottawa. Si asumo el desafío voy para adelante y voy a enfrentar los quilombos que tiene la provincia. No voy a flotar. Detesto flotar. Detesto el status quo.