El silicio domina la industria de los semiconductores, y prescindir de él parecía casi imposible. En ARM llevaban años trabajando en un proyecto destinado a crear un procesador sin silicio, y ahora lo han logrado.
PlasticARM es un SoC muy modesto, pero plantea un punto de inflexión para la llamada electrónica flexible, una disciplina que permite fabricar procesadores que prescinden del silicio y que tiene aplicaciones ilimitadas en campos como la alimentación (trazabilidad y reducción de desperdicios) o la sanidad (con implantes en la piel totalmente inocuos).
Un procesador tan modesto como prometedor
Los dispositivos electrónicos flexibles no son como los dispositivos basados en semiconductores habituales: en lugar de eso usan sustratos como el papel o el plástico, y se basan en materiales como óxidos de metal o silicio amorfo.
Entre sus ventajas está su delgadez y, atención, su coste de fabricación, que es «significativamente más bajo que los MOSFETs fabricados en obleas de silicio cristalino», explican en ARM.
El desarrollo de estos dispositivos había avanzado y se habían creado sensores, memorias o LEDs, pero los procesadores se habían resistido a este tipo de tecnología. En 2013 ARM se alió con PramatIC para desarrollar un microprocesador sin silicio, pero la tecnología no estaba preparada.
El objetivo principal se dejó en segundo plano pero el trabajo continuó en otros ámbitos. Fue entonces cuando PragmatIC creó su sistema de fabricación FlexLogIC, lo que unido a los avances del proyecto original ha permido crear el primer procesador ARM funcional que no está basado en silicio: lo bautizaron como PlasticARM.
Este SoC es muy limitado, ya que cuenta con un núcleo Cortex-M0, 128 bytes de RAM y 456 bytes de ROM, pero es un procesador funcional y que es tan solo el comienzo de lo que puede convertirse en una prometedora familia de soluciones basadas en electrónica flexible.
Las aplicaciones de este tipo de componentes son realmente prometedoras, y como explican en ARM se podrán usar en sensores inteligentes o etiquetas inteligentes para trazabilidad de productos, pero también para gestionar la trazabilidad de los alimentos.
John Biggs, ingeniero en ARM y uno de los responsables del proyecto, indicaba cómo su mayor impacto puede estar en el ámbito de la sanidad: «esta tecnología promete crear sistemas desechables de monitorización de la salud que se pueden aplicar directamente a la piel». Sin duda un avance potencial para la internet de las cosas.
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