El éxito de ‘Ant-Man y la Avispa’ demuestra no solo que los héroes Marvel no tienen por qué estar continuamente afrontando crisis galácticas que pongan en riesgo medio universo conocido, sino que también son capaces de plantear aventuras breves, modestas y minúsculas. Eso en lo que respecta, a su vez, al tamaño, porque Ant-Man es capaz de reducirse hasta niveles microscópicos (también aumentarlo hasta convertirse en un Goliat, pero esa es otra historia).
Para celebrar que no por ser un diminuto se es menos héroe, hemos recuperado algunas películas en las que los protagonistas, por voluntad o por accidente, ven drásticamente reducido su tamaño. Estas son las peripecias más minúsculas jamás contadas, dentro o fuera de otros organismos, al aire libre o en entornos controlados, a golpe de ciencia-ficción existencialista o de aventuras familiares. Coged las lupas.
‘Muñecos infernales’ (1936)
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Una película decididamente menor de Tod Broning (‘Drácula’, ‘La parada de los monstruos’), que coge elementos de películas propias anteriores (como el criminal travestido de ‘El trío fantástico’) y lo adereza con elementos curiosamente de moda por la época: la gente empequeñecida, por ejemplo, recuerda a los perturbadores homúnculos de ‘La novia de Frankenstein’. Aquí, un criminal reduce de tamaño (pero no mucho) a sus prisioneros para que ejecuten una venganza por él.
En realidad, todo es un vehículo para exhibir las habilidades interpretativas de una estrella del momento, el gran Lionel Barrymore, y las personas reducidas quedan como un peculiar gimmick publicitario. Que propicia, eso sí, unos momentos de efectos especiales rudimentarios deliciosos y algús estiloso escalofrío gracias a imágenes de potente extrañeza. Una curiosidad miniaturizada.
‘Dr. Cyclops (1940)’
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Una joya no muy conocida, ingenua y tremendamente icónica, dirigida por Ernest B. Schoedsack y producida por Merian C. Cooper, artífices de ‘King Kong’. Sin duda, lo más perdurable de su historia de científico loco reteniendo a unas cuantas personas miniaturizadas contra su voluntad en plena jungla peruana está en la propia encarnación del Dr Thorkel (Albert Dekker), inteligente y terrible mad doctor, de maldad implacable y que recuerda en parte al también memorable Dr. Moreau (aunque aquí con un ramalazo de racismo antijaponés muy de la época conflictiva en la que se estrenó).
Con efectos especiales muy sofisticados para la época y un inconfundible aroma pulp en su planteamiento y desarrollo, es la antecesora directa de películas como ‘El increíble hombre menguante’ (aquí se vio por vez primera la idea del entorno doméstico y sus criaturas convertidas en terribles enemigos), nada menos que 17 años antes. Una maravilla trepidante que merece reivindicación como la pionera que es.
‘El increíble hombre menguante’ (1957)
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Un clásico absoluto de la ciencia-ficción de los cincuenta, sobrecogedora aún hoy, que parte de una novela de Richard Matheson que él mismo adaptó a la pantalla. Jack Arnold (que por cierto, acababa de dirigir ‘Tarantula’, en la que los humanos conservan su tamaño… pero crece el monstruo) se encarga de darle un tono trágico sin por ello perder un sentido de la maravilla que no estaba al alcance de todos los directores de género de la época.
Sin duda, y dejando aparte momentos icónicos como los enfrentamientos con la fauna doméstica, lo más espectacular de la película es su final abierto, muy influyente en el devenir del género e inaudito para la época. Universal no quería mantenerlo y Arnold tuvo que sacar a pasear el extraordinario éxito de ‘La mujer y el monstruo’ y su secuela para que la productora respetara la historia original. La película tuvo una tardía secuela en los ochenta, ‘La increíble mujer menguante’, olvidable debut de Joel Schumacher como director.
‘Attack of the Puppet People’ (1957)
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Una producción un año posterior a ‘El increíble hombre menguante’ y tremendamente dependiente de sus hallazgos visuales, pero infinitamente menos atrevida en lo visual: hasta el argumento parece una versión tontorrona del brillante planteamiento de Matheson. Aquí un fabricante de muñecos que se siente solo reduce de tamaño a un grupo de personas para que le hagan compañía, hasta que estos deciden escapar.
‘Attack of the Puppet People’, producida por la AIP a toda prisa para aprovechar el éxito de la de Universal, es la segunda película de Bert I. Gordon sobre cambios de tamaño, tras su icónica ‘El asombroso hombre creciente’. Gordon acabaría especializándose en cambios de tamaño de todo tipo, especialmente animales inofensivos que adquieren proporciones colosales, como ‘Earth vs the Spider’, ‘La guerra de la bestia gigante’, ‘El pueblo de los gigantes’, ‘El alimento de los dioses’ o ‘El imperio de las hormigas’.
‘Viaje alucinante’ (1966)
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Entrañable aventura de ciencia-ficción, con un punto incluso divulgativo, y que resucitó la carrera de Richard Fleischer en los sesenta. Fleischer estaría más fino en la demoledora y posterior ‘Cuando el destino nos alcance’, pero lo cierto es que ‘Viaje alucinante’, con su submarino miniaturizado navegando por las venas de un desertor soviético con la intención de sanarle de un coma es puro delirio camp, y precisamente por eso aguanta tan bien el paso del tiempo.
Más cerca de una adaptación de Julio Verne que de la trascendencia de ‘El increíble hombre menguante’, ‘Viaje alucinante’ está gozosamente pasada de moda en lo político, en su ritmo y en sus diseños, pero tiene algo de pureza en su planteamiento de «recorramos todos estos órganos siguiendo la corriente sanguínea» que la hace muy especial. Y los diseños de escenarios, nave y trajes son absolutamente inmortales.
‘Cariño, he encogido a los niños’ (1985)
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Uno de los mayores éxitos de una Disney que en los ochenta aún no había vivido el inicio de su edad dorada moderna gracias a ‘La sirenita’, pero que con esta aventura familiar y trepidante consiguió conectar con gran acierto con su propio legado de largometrajes de fantasía y comedia para todos los públicos. Buena parte del mérito lo tiene un Rick Moranis delicioso como mad doctor doméstico que inventa una máquina que por accidente reduce de tamaño a sus hijos y a los hijos de los vecinos.
Pero la película brilla también por su enfoque de ciencia-ficción ligera y el cariño con el que trata el eterno tópico de las reducciones de tamaño: el diseño de la máquina, la sencillez lineal del relato (atravesar el jardín es lo único que tienen que hacer los chavales, toda una odisea) y los deliciosos efectos especiales, que combinan escenarios gigantes, animatronics y animación stop-motion. Desde entonces, Joe Johnston ha sido un director a seguir de cerca, pese a que siempre queda la duda de qué habría hecho el director inicialmente previsto, Stuart Gordon (‘Re-Animator’) con el material: posiblemente, subrayar los nada disimulados guiños al cine de terror que contiene la historia.
Disfrutó de una estimable pero inferior secuela, ‘Cariño, he agrandado al niño’ (divertido homenaje a las primigenias películas de mozos de cincuenta pies de altura de los años cincuenta) y una tercera entrega, ya definitivamente poco inspirada y destinada al mercado del vídeo, ‘Cariño, nos hemos encogido a nosotros mismos’,
‘El chip prodigioso’ (1987)
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Quizás la película menos interesante del Joe Dante de los ochenta -recién salido de la más personal ‘Exploradores’ y rumbo a la sensacional y negrísima ‘No matarás… al vecino’-. Aún así, muy disfrutable por su mezcla sin prejuicios de comedia, aventura y ciencia-ficción y por lo bien que conoce Dante los resortes del género, manejando perfectamente un resultón libreto del ya desaparecido Jeffrey Boam.
Aquí, una nave miniaturizada experimental y su piloto (Dennis Quaid) acaban accidentalmente en el interior del organismo de un soplagaitas (Martin Short) navegando por su torrente sanguíneo. Planteada como una actualización de ‘Viaje alucinante’, carece de la ingenuidad de ésta y su humor no siempre es tan fresco como cabría desear, pero como tobogán descerebrado y versión en imagen real de ‘Érase una vez… la vida’, funciona perfectamente.
‘Dollman’ (1991)
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Una maravillita de la primera y mejor Full Moon -la productora que sucedió a la mítica Empire (‘Ghoulies’, ‘Re-Animator’)- recuperando al icónico Tim Thomerson, que ya había protagonizado las magníficas ‘Trancers’ y ‘Zone Troopers’ para el productor Charles Band. Aquí da vida a Brick Bardo, un policía espacial de treinta centímetros de alto que llega a la Tierra con una actitud infinitamente más agresiva que las descritas por Jack Arnold o Bert I. Gordon. Algo de atrezzo gigante y muchos trucajes rudimentarios de cámara para una película que transpira serie B por los cuatro costados, con un resultado muy simpático.
Bardo volvería, además de un cameo en ‘Bad Channels’, con una secuela ya completamente demencial, ‘Dollman contra los juguetes asesinos’, enlazando franquicias de Full Moon y dirigida por el propio Charles Band, que sustituyó al efectivo Albert Pyun de la primera parte. El resultado, aunque más loco en su planteamiento, tira demasiado del humor chanante y la filosofía exploit sin mucho fuste, pero es pura y dura delicia VHS de los noventa. Todo un minicaramelo.
‘Ant Bully: Bienvenido al hormiguero’ (2006)
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Producida por Tom Hanks, esta primera y única película de animación de Legendary Pictures fue vista en su momento como un plagio de ‘Antz’ y ‘Bichos’, aunque en esta hay un elemento humano: el protagonista es un chaval reducido al tamaño de una hormiga y tiene que ayudar a una colonia a enfrentarse con un exterminador. Estéticamente no muy lucida, y tampoco demasiado original en su tratamiento de la vida a ras de suelo, tiene no obstante algún ramalazo de inesperado humor adulto que la salvan de la quema.
‘Una vida a lo grande’ (2017)
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Una comedia alegórica de Alexander Payne absolutamente inclasificable: empieza como una versión costumbrista de ‘El increíble hombre menguante’, describiendo con todo detalle el proceso de miniaturización, continúa como una comedia amarga de enredo muy en la línea de anteriores películas del director y acaba como un drama comprometido con avalancha de metáforas. El estupendo plantel de secundarios (Christoph Waltz, Kristen Wiig, Jason Sudeikis) consiguen que la cosa se sostenga pese a la siempre insuficiente presencia de Matt Damon.
En el bamboleo de tonos y registros es donde encuentra la película de Payne su capacidad para la sorpresa constante (la aparición de Waltz y, después, de Hong Chau, marca el cambio de estilo de la trama), pero también su principal debilidad. Habrá quien prefiera la parte final, seria y alegórica, pero a mí me gusta más el arranque, aséptico, lleno de humor incómodo y con una potente crítica subterránea a la burguesía acomodada estadounidense.
‘Ant-Man y la Avispa’ (2018)
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‘Ant-Man’ y ‘Ant-Man y la Avispa’ son dos rarezas dentro de la actual producción de Marvel, con su tono aventurero y sus historias a pequeña escala. La primera incluso se permitía tomar prestada estructura y temas de las caper movies, convirtiéndose en una película de atracos con superpoderes que culminaba, eso sí, con una de las mejores escenas de acción de la productora, un combate miniaturizado que, combinando planos de la pelea con su nulo impacto en una habitación convencional alcanzaba también tremendas alturas (perdón) cómicas.
Todas sus virtudes se ven potenciadas en la flamante secuela, aún más equilibrada en sus elementos de comedia y acción, y que además incluye un detalle con el que los fans del subgénero de gente reducida de tamaño se encontrará como en casa: la inmersión en el Reino Cuántico, con un par de micro-organismos que parecen cachalotes. La referencia al final abierto de ‘El increíble hombre menguante’ es ineludible y su forma de entroncar visualmente con la parte más lisérgica del universo Marvel, muy aguda.