Tenemos
que
irnos
al
16
de
septiembre
de
2023.
Justo
al
momento
en
el
que
Kristian
Svennevig
y
su
equipo
de
investigación
del
Servicio
Geológico
de
Dinamarca
y
Groenlandia
(GEUS)
vieron
algo
raro
que
se
dibujaba
en
el
sismógrafo.
Lo
vieron
ellos
y
decenas
de
estaciones
por
todo
el
mundo.
No
era
un
terremoto,
ni
una
erupción
volcánica:
era
un
intervalo
de
92
segundos
que
no
parecía
tener
fin.
Aquella
extraña
señal
duró
nueve
días
y
durante
meses
ha
tenido
fuera
de
juego
a
los
geólogos.
¿De
dónde
salía
esa
señal?
Para
descubrirlo
han
hecho
falta
68
investigadores
de
40
centros
de
investigación
y
muchos
meses
de
análisis
y
discusión.
Pero,
al
fin,
la
revista
Science
ha
publicado
una
respuesta.
Una
respuesta
que
es
más
sorprendente
aún
que
la
pregunta.
En
un
rincón
de
Groenlandia.
Según
el
estudio
de
Svennevig
y
su
equipo,
todo
ocurrió
en
un
remoto
fiordo
de
Groenlandia
llamado
Dickson.
Pero
no
era
algo
evidente
por
sí
mismo.
De
hecho,
cuando
los
investigadores
vieron
las
imágenes
por
satélite
de
la
zona
(incluso
cuando
fueron
en
persona
a
hacer
mediciones)
solo
pudieron
encontrar
señales
de
un
deslizamiento
de
tierras.
Uno
grande,
sí;
pero
¿cómo
podía
un
fenómeno
de
ese
tipo
hacer
una
señal
de
ese
tipo
durante
nueve
días?
¿Algo
nunca
visto?
No
exactamente.
Algunos
científicos
pensaron
de
inmediato
en
lo
que
llamamos ‘seiche‘,
una
onda
estacionaria
que
se
genera
en
los
lagos
suizos
de
alta
montaña
cuando
los
mueve
el
viento.
El
problema
es
que,
hasta
dónde
teníamos
noticia,
ese
tipo
de
ondas
eran
pequeñas.
No
había
precedentes
de
que
un
fenómeno
así
a
la
escala
que
vimos
en
septiembre
de
2023.
Pero
los
investigadores
hicieron
lo
que
hacen
los
científicos
en
este
tipo
de
casos:
recoger
los
datos
y
meterlos
en
una
enorme
supercomputadora.
El
resultado
era «no
tener
precedentes»
no
es
nunca
suficiente.
Reconstruyendo
la ‘seiche’
más
grande
jamás
detectada.
El
16
de
septiembre
el
deshielo
de
un
glaciar
produjo
un
gigantesco
deslizamiento
de
tierras
que
generó
un
tsunami
de
hasta
200
metros
de
altura.
Lo
increíble
ocurrió
después.
Y
es
que,
una
vez
pasó
el
tsunami,
las
aguas
de
este
fiordo
de
500
metros
de
profundidad
trataron
de
volver
a
su
posición
normal,
pero
tenían
demaisada
energía.
Empezaron
a
moverse
de
un
lado
al
otro
y
siguieron
haciéndolo,
reverberando
entre
sí
a
modo
de
caja
de
resonancia,
durante
más
de
una
semana.
Eso
fue
lo
que
provocó
el
zumbido
sordo
que
pudo
verse
en
los
sismógrafos
de
medio
planeta.
Un
mundo
extraño.
En
el
fondo,
más
allá
de
lo
curioso
e
interesante
del
fenómeno,
lo
que
preocupa
a
los
científicos
es
el
origen
del
mismo:
el
deshielo.
No
estoy
exagerando
si
digo
que
nadie
se
imaginaba
que
el
cambio
climático
pudiera
ocasionar
fenómenos
de
este
tipo
y
eso
fascina
e
inquieta
a
la
comunidad
científica
a
partes
iguales.
Como
señalaba
Carl
Ebeling,
del
Instituto
Scripps
de
Oceanografía
de
la
Universidad
de
California
en
San
Diego, «esto
demuestra
que
hay
cosas
que
todavía
no
entendemos
y
que
no
hemos
visto
antes».
Pero,
sobre
todo,
esto
demuestra
que
hay
una
alta
probabilidad
de
que,
en
los
próximos
años,
el
mundo
no
haga
sino
sorprendernos.
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