Una semana después de su lanzamiento, muchos de los comentarios acerca de la octava entrega de ‘Resident Evil’ están centrándose en un par de aspectos: por una parte su ambientación en una aldea europea, una especie de hub lineal desde donde parten todos sus escenarios, como el infausto castillo de Lady Dimitrescu y sus hijas. Por otra, la reorientación de su mecánica hacia la acción desenfrenada, elemento que nunca ha sido ajeno a la serie, pero que en esta entrega se potencia con oleadas de enemigos muy resistentes y abundancia de munición y armamento.
Con semejantes características como abanderadas de las discusiones, es inevitable volver una y otra vez a las comparaciones con ‘Resident Evil 4’, la entrega de la saga de 2005 que dio un giro, allí por primera vez, hacia la mecánica de disparos por encima de cualquier otra consideración. Un giro que lo convirtió en uno de los títulos icónicos de la saga, y también en uno de los más influyentes.
Pero el otro aspecto de ‘Village’ que está dando que hablar, el pueblo semiabandonado, también bebe mucho de aquella entrega que acaba de cumplir quince años, solo que allí el pueblo era… español. Se trata de uno de los elementos más estrafalarios de la saga, ya que lo que tenemos es una España profunda, pero «profunda» tal y como entendía el término Lovecraft. Aldeanos asilvestrados y agresivos, frases icónicas y sin sentido y hasta una aparición inicial de la Benemérita escuchando flamenco en un Seat Panda. El material perfecto para una pesadilla de culto.
¡Detrás de ti, imbécil!
La historia arranca con el protagonismo absoluto de Leon S. Kennedy, uno de los dos héroes de la segunda entrega de la saga. Su misión aquí es rescatar a la hija del presidente de los Estados Unidos, Ashley, secuestrada por una misteriosa organización llamada Los Iluminados, y retenida en una aldea del norte de España. Allí se se encontrará con personajes de nombres relativamente hispánicos, como Bitores Méndez, jefe de los aldeanos; Luis Sera, que también investiga el caso; o Ramón Salazar, uno de los secuaces del villano. El virus, en esta ocasión, lo conocemos bajo una mutación llamada (en español) Las Plagas.
Ya solo con estos datos se puede comprobar que ‘Resident Evil 4’ cae en uno de los grandes errores de la representación de España en el audiovisual: la confusión y mezcla de elementos procedentes, en realidad de distintos países latinoamericanos, especialmente México. Apellidos como Salazar o el inconfundible acento latino de las partes habladas en español son buena prueba de ello.
Y eso que no faltó documentación: como buenos japoneses, la gente de Capcom organizó un viaje de documentación a España (y Reino Unido) donde fotografiaron todo tipo de elementos como texturas de piedras, ambientación y monumentos góticos. Eso fue antes de que el enfoque inicial de acción loca y exagerada fuera desechado y se transformara en otro juego, el primer ‘Devil May Cry’ de 2001.
El acento latino no es el único drama de localización del juego: ‘Resident Evil 4’ está lleno de errores que delatan fallos bastante graves de documentación. Por ejemplo, la moneda del juego es la peseta (eh, al menos no son pesos), divisa que había sido sustituida por el euro bastante antes, en 1999. Hay jeroglíficos en paredes de clara influencia mesopotámica, y una inscripción de un sacrificio humano al más claro estilo de los aztecas, algo que históricamente nunca se ha producido en España.
Morir es vivir
Aunque lo más memorable del juego, sin duda, es el churrigueresco uso del español con el que los misteriosos aldeanos de El Ganado (los masillas que se nos echan encima en la fase inicial del juego) increpan a León. Algunas de las frases se repiten con tanta insistencia, y resultan tan ridículas, que se convierten en germen de comedia involuntaria. Algunas de ellas son:
- ¡Allí está!
- ¡Un forastero!
- ¡Agárrenlo!
- ¡Os voy a romper a pedazos!
- ¡Eh, acá!
- ¡Te voy a hacer picadillo!
- ¡Míralo, está herido!
- ¡Sos cerdo!
- ¡Detrás de tí, imbécil!
- ¡No dejes que se escape!
- ¡Basta, hijo de puta!
- Tenemos que irnos
- Morir es vivir.
- Sííííí, ¡Quiero matar!
- Muere, muere, muere…
- Cerebros, cerebros, cerebros…
- Vayan por detrás.
- ¿Qué carajo estás haciendo aquí? ¡Lárgate, cabrón!
- Hay un rumor de que hay un extranjero entre nosotros.
- ¡Maldita sea, mierda!
- ¡Ya es hora de aplastar!
- ¡Ah, que madre!
- ¡Ándale!
- ¡No dejes que se escape de la isla vivo!
Como es fácil de detectar, muchas de estas expresiones tienen elementos propios del español de Latinoamérica, y el resultado, a base de repetición y un trabajo de voces hecho por actores que claramente no sabían que estaban diciendo son algunos de los elementos más recordados del juego. ‘Village’ es más sosegado, pero esta recreación de Montejo de Tiermes de ‘Resident Evil 4’ (dato nunca confirmado del todo) es mucho más carismática, dónde va a parar.