Mis dos embarazos han sido tan diferentes como ahora los son mis hijas: el primero, muy complicado, de alto riesgo, con intervalos de reposo absoluto y relativo, con varios ingresos que me hacían desear que se alargara todo lo posible para aumentar las posibilidades de que mi bebé naciese perfectamente (y que afortunadamente, y tras una cesárea de urgencia, así fue).
El segundo, sin embargo, fue completamente opuesto: me sentí muy bien durante las 39 semanas que duró… caminé, nadé, viajé y no tuve ni una sola complicación, salvo ciática en la recta final. Sin embargo llegó un momento en el que me sentí tan agotada, que empecé a desear con fuerza que naciese lo más pronto posible.
El cansancio en el embarazo
En mi caso, tenía varios motivos que me hacían desear que llegara el parto: mi barriga era exageradamente grande (de hecho tuve que empezar a usar ropa premamá al mes porque no me entraba absolutamente nada), y me sentía muy cansada porque no lograba dormir bien. En el primer embarazo tuve una tripita muy redondita y muy agradecida porque me acomodaba fenomenal en el cojín de embarazo. En el segundo dejó de funcionar durante los últimos meses y me costaba muchísimo encontrar una postura en la que me sintiera cómoda y pudiese conciliar el sueño.
La ciática también fue un factor determinante. El dolor puede llegar a ser tan agudo, que nada más incorporarte sientes que no te puedes mover (como si te atravesaran la cadera y la pierna con una espada). Si le sumas a ese dolor el peso que cargas en la barriga, créeme, por mucho que las pataditas te gusten, sentir un bebé dentro sea maravilloso y el saber que los primeros días tras el nacimiento son durísimos, llegas a desear con fuerza que llegue el momento.
La recta final: todo un cúmulo de emociones
A medida que se acerca el momento, es normal tener una mezcla de sentimientos de lo más diversos: sabes que queda poco al fin para ver la carita de tu bebé, estás nerviosa porque el momento del parto no deja de dar cierto temor, ves la cunita y sabes que en breve tu pequeño tesoro estará ahí, y si eres madre primeriza sientes una gran emoción por ese mundo desconocido al cual te vas enfrentar.
Tanto si estás deseando que llegue el momento, como si no, hay algo que te puedo asegurar: echarás de menos sentir sus pataditas, tocarte la barriga y saber que tu bebé está dentro de ti. A pesar del cansancio que sientes, vive cada segundo con intensidad, acaricia tu abdomen todo lo que quieras, háblale, cántale y guarda en tu mente y en tu corazón todo lo que sientes, porque es una de los momentos más increíbles que te regalará la vida.
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