Tenemos un problema con el cine español. Y no, no es el que crees. En la cartelera podemos encontrar películas fabulosas de casi cualquier género, directores y directoras con personalidad propia muy marcada, un cine independiente de escándalo, cintas mucho más valoradas fuera de nuestras fronteras que dentro… Y, pese a todo, llevamos casi veinte de los mejores años de nuestra filmografía, desde ‘Mar adentro’, sin hacernos con el Óscar a mejor película de habla no inglesa. De hecho, si no fuera por Almodóvar, ni siquiera hubiéramos estado nominados desde aquel galardón.
¿Es culpa de que nuestro cine no cumple las expectativas, de no saber cómo llegar al público americano o, simplemente, de que no estamos escogiendo las películas correctas para los Óscar? Recordemos que en 2021 se eligió ‘El buen patrón’ por encima de ‘Madres paralelas’ y el año anterior ‘La trinchera infinita’ por delante de ‘El hoyo’. Se piensa en la repercusión nacional en lugar de la internacional y se nominan películas del gusto español sin pensar en el público americano. Algo no huele bien en la Academia de Cine.
Ver las películas, opcional
A la hora de mandar una película a una gala como los Óscar, ¿qué vale más? ¿Dejar clara tu opinión o seleccionar lo que, a la larga, va a ser mejor para las posibilidades de premio? La Academia de Cine tiene que replantearse muchas cosas: votar la que más ha gustado a los académicos tradicionalmente no suele traducirse en una nominación. Dicho de otra manera: el criterio de la subjetividad no es válido a la hora de votar una película para llevar a Hollywood.
Ya tenemos los Goya para premiar las películas que más les han gustado (o, al menos, las películas de los que tienen más amigos entre los votantes): ¿Por qué no afrontar la nominación a los Óscar de una manera más objetiva? Analicemos qué ha gustado en los últimos años, cuál de nuestras obras se acerca más, tanteemos diferentes posibilidades, hablemos con nuestros contactos estadounidenses: de nada vale mandar otro ‘Campeones’ que allí tienen más que superado.
¡Ojo! Nadie dice que las películas que se han decidido mandar los últimos años sean malas. Es una selección estupenda para callar la boca a todo el que empiece a decir que el cine español es paupérrimo: ‘Loreak’, ‘Verano 1993’, ‘Los girasoles ciegos’, ‘Blancanieves’ o ‘El orfanato’ son obras estupendas pero que no tienen ningún sentido en una carrera por el Óscar donde las últimas ganadoras (‘Drive my car’, ‘Otra ronda’, ‘Parásitos’ y ‘Roma’) parecen premiar las historias de corte intimista pero nada apagadas, con aires de gran producción. Algo que, por ejemplo, era, al margen de su calidad, ‘Madres paralelas’.
Almodóvar y sus cosas
En la carrera hacia el Óscar hay que tener una cosa clara: esto no es un partido de fútbol en el recreo de cuarto de primaria en el que todos tienen que tocar el balón para sentir su momento de gloria. Si tienes un jugador estrella que tiene más posibilidades de ganar, pásale la pelota a él. Deja que pase de nivel la única película internacional que podría haber plantado cara a Ryûsuke Hamaguchi.
Voy a insistir una vez más en este concepto para que quede claro: esto no va de calidad. Los Óscar nunca van de calidad. Son un juego al que hay que aprender a jugar, y España está yendo al casino con muchas fichas pero sin haberse leído las normas: una receta para el desastre. Pero esta receta no es un desastre por sí sola.
¿Sabéis que los académicos pueden votar por su película preferida sin necesidad de haber visto ninguna de las posibles nominadas? Exacto: no hay ningún registro de si se ha hecho, con lo cual se puede depositar el voto sin necesidad de saber lo que están haciendo otras personas. Un votante podría hacer caso a un compañero y apostar por ‘Alcarràs’ sin necesidad de echarle un vistazo a ‘Mantícora’, de Carlos Vermut, por ejemplo. Y eso lleva a unos resultados previsibles, repletos de amiguismos y no aptos para su propósito: la nominación al Óscar.
Tres lobitos
No estamos aquí para dictar sentencia sobre las tres nominadas (aunque, a priori y dado que tendrá distribución estadounidense, ‘Alcarrás’ debería ser el rival a batir), pero es cierto que todos los errores que se están cometiendo en la Academia al votar la elegida (amiguismos, no tener que ver las películas para votar, escoger tu favorita y no pensar en la que puede ganar…) podrían solucionarse si realmente se tomaran los, de momento, premios de cine más importantes del mundo en serio.
Una opción es obligar a ver las películas entre las que tienes que elegir ya sea dejando huella digital o en los pases de la misma. O, al menos, un mínimo de ellas: puede que las elecciones sigan estando erradas, pero al menos tendrán una base y se le dará oportunidades a cintas más pequeñas que, de otra manera, se perderán. Hay mucho de mentalidad de oveja: si suena ‘Alcarràs’, se votará ‘Alcarràs’. ¿Desde cuándo hace falta ver la película si sabiendo que es de la directora de ‘Verano 1993’ ya tiene valía suficiente?
La otra, no dejar la decisión en unos a veces sobrecargados votantes de la Academia sino en un pequeño grupo de personas que sepan cómo funciona la temporada de premios, que sean conscientes de lo que gusta y no gusta, que puedan debatir y escoger de la manera más objetiva posible. El clásico dedazo, pero no de forma aleatoria, sino escogido por un grupo de personas sin conflictos de intereses que sean capaces de analizar en lugar de dejarse llevar por el corazón.
Nadie sabe exactamente cuál es la fórmula perfecta para conseguir no ya el premio, sino la nominación a mejor película internacional, pero cuando haces algo durante veinte veces seguidas y no funciona, quizá es momento de pensar en cambiar tu estrategia para no ser un eterno Coyote persiguiendo al Correcaminos. Ahora mismo, en España hemos vuelto a comprar comida para pájaros marca ACME, convencidos de que esta vez, sí que sí, picarán. Lo que pasó después le sorprenderá.