En la sociedad tan ocupada en la que vivimos es frecuente que difícilmente coincidan los horarios de padres e hijos en casa. Sin embargo, es algo que debemos intentar cuadrar pues compartir la mesa en familia es mucho más importante de lo que creemos.
Aunque cueste conciliar los horarios es importante que tengamos un tiempo al acabar la jornada para sentarnos a la mesa, disfrutar de la cena y conversar de lo que cada uno ha hecho durante el día.
Comer juntos no es únicamente saciar el hambre en torno a una mesa, sino que detrás de sentarse a la mesa en familia hay un significado mucho más trascendente, el de la comunicación, preocuparse por el otro, escuchar a los demás y expresar nuestros sentimientos para que nuestros hijos también aprendan a expresarlos.
Sentarse a comer o cenar en familia
Compartir la mesa en familia es un hábito que debemos poner en práctica, si no se puede a diario, al menos intentar que sea la mayor cantidad de veces posible dentro de nuestra rutina semanal. Este sencillo gesto tiene grandes beneficios para todos, y especialmente para los niños:
Favorece hábitos saludables
El papel de la familia en los hábitos de vida saludables es de gran importancia. Los niños aprenden, más de lo que decimos, de lo que hacemos. Es decir, el niño que vive en una familia en la que se come sano, comerá sano, pero aquel que no come con sus padres y que estos, además, no se alimentan correctamente, difícilmente asumirá la importancia de una dieta equilibrada de forma natural y no estará acostumbrado igual a comer cosas adecuadas.
De nada sirve insistirles que deben comer fruta, verduras y legumbres si los padres no las comen o no se sientan a comerlas con los hijos.
Y es que tenemos que tener claro que comer junto a nuestros hijos va a favorecer que ellos reconozcan nuestras pautas de alimentación y las reproduzcan, e incorporen hábitos nutricionales correctos, siempre, claro está, que nosotros mismos los tengamos.
El ejemplo de los padres y la educación nutricional que se realiza en la mesa juega un papel muy importante a la hora de educar a nuestros hijos y crear un ambiente positivo.
Por tanto, comer en familia, va a favorecer la salud de nuestros hijos ahora y también en el futuro, pues mucho de lo que cuenta en los hábitos de vida saludables se cimenta en lo que se practica en la infancia y en el ejemplo de los padres.
Llevar una dieta saludable no sólo implica qué comemos, sino cómo lo comemos. Hay estudios que señalan que compartir la mesa en familia reduce el riesgo de obesidad en niños y adolescentes.
Compartir el tiempo a la mesa, durante el que es común conversar y comer de manera más lenta, promueve que reconozcan la sensación de saciedad en las comidas e, indirectamente, evita la obesidad.
No tomamos conciencia de que un acto tan rutinario como sentarse a la mesa en familia pueda ayudar a construir la personalidad de nuestros hijos.
Favorece la comunicación en familia
La hora de la comida no tiene por qué ser un momento solemne, podemos convertirlo en un encuentro entretenido en torno a la comida, lo cual además ayuda a los niños a establecer una relación positiva con los alimentos y a comprender que comer juntos es divertido.
Podemos utilizar el momento para enseñarles modales en la mesa, pero haciéndolo con respeto y sin agobiarles. Tampoco es el lugar para dar sermones, pues acabarán relacionando ese momento de reunión con el castigo.
La idea es que sea un momento de comunicación en familia, de contar cómo ha ido el día, pasarlo bien y ser positivos.
Si tenemos un bebé o un niño pequeño, no le excluyáis de la mesa familiar. A partir de los seis meses el bebé puede comer prácticamente los mismos alimentos que el resto de la familia. Podéis colocar su trona a la altura de la mesa para que comparta ese momento en familia. Aunque sea pequeño, él también es parte de la familia y favorece a su desarrollo que ese momento de nutrición se convierta también en un momento social y de conexión con la familia.
Sin distracciones: fuera tele y móviles
Es fundamental que el televisor, al igual que los móviles y demás dispositivos, estén apagados, así todos pueden centrarse en ese momento único sin distracciones.
Podéis hacerlo a modo de juego, colocando una cesta donde dejar los móviles, donde no se pod´ran tocar hasta que acabe la cena.
Todos colaboramos
También es importante que los niños comprendan que el momento de la comida o de la cena, es un evento en el que todos colaboramos. Desde preparar la comida juntos, que es una gran idea que los niños puedan involucrarse de vez en cuando… ¡además les encanta! hasta poner el mantel, los platos, los vasos y luego recoger la mesa. Son pequeñas responsabilidades que pueden asumir dependiendo de su edad y que les ayudarán a ganar autonomía, así como a sentirse una parte útil del equipo que es la familia.
Foto | Anastasia Shuraeva en Pexels
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