Pelamos las patatas y las lavamos. Cortamos las patatas en rodajas muy finas con la ayuda de una mandolina. He utilizado una doméstica, con el accesorio de corte fino. Extendemos las láminas de patata sobre una tabla de madera o fuente grande y las secamos con un paño limpio o papel absorbente.
Calentamos abundante aceite de oliva en una sartén y, a fuego medio, vamos friendo las patatas por tandas, introduciendo las rodajas una a una, y cuidando que estas queden holgadas en la fritura.
Volteamos las patatas mientras se fríen. Estarán listas cuando tengan un color pajizo y dejen de bailar en el aceite, momento en el que las retiramos con ayuda de una espumadera. Dejamos reposar sobre papel absorbente para que escurran el exceso de aceite. Cuando estén frías, las salamos y listas para consumir.
Sobre la fritura
Hablar de tiempos de fritura es complicado, porque cada fuego es diferente, pero hay varias fases que podemos reconocer fácilmente. Al principio, cuando echamos las patatas al aceite caliente, estas tienen que borbotear, bailando entre burbujas. Con el tiempo, el baile se va haciendo más lento, hasta que al final, las patatas se quedan quietas, cesando en su danza.