2016, a cuatro años de la pandemia mundial. Nely Reguera debutaba con una película muy interesante, ‘María (y los demás)‘, protagonizada por Bárbara Lennie, Vito Sanz y María Vázquez. Antes apenas había dirigido un cortometraje, ‘Pablo’. Su ópera prima tiene una particular fuerza, está tratada con humor y sencillez narrativa pero con una profundidad conceptual a la hora de acercarse a un personaje (el de María) y a un entorno (el familiar) que la hace diferente y, hasta cierto punto, memorable.
Pese a sus evidentes valores, la película pasó desapercibida ante la tromba de películas «de mujeres», esa etiqueta terrible que pretende dividir a los autores y vestirles de nuevo de uniformes colegiales, faldas a cuadros o pantalones de pinzas, y no consiguió despuntar demasiado (sí, quizá, lo suficiente) entre tanto cine «intimista», «verdadero» y «sensible». Reguera luego se dedicó a hacer televisión mientras preparaba su segundo largo.
Para muchos críticos este sería la verdadera puesta de largo de Reguera y la constatación de si se trataba de un bluff o de un prodigio. Así somos los supuestos especialistas de la cosa de la cultura, tan amigos de las etiquetas, tan tendentes a olvidar que tantas veces las películas más interesantes son las imposibles de etiquetar y los autores más valiosos aquellos marcados por la imprevisibilidad, incluso por el capricho.
Ni bluff ni milagro cinematográfico
La respuesta de si ‘La voluntaria’, segunda película de Nely Reguera, esta vez a partir de un guion de Eduard Solà, Valentina Viso y ella misma, es un bluff o un prodigio, es sencilla: no es ninguna de las cosas. Es una película estimable y más que correcta, desde luego. Irregular y parcialmente fallida, también.
Más difícil sería concretar si resulta un paso atrás o adelante en su filmografía: digamos que Reguera sigue retratando personajes poliédricos e incómodos y aventurándose por terrenos de arenas movedizas sin que le tiemble el pulso, lo que siempre es positivo. Esta vez la cosa va de voluntariado en el Tercer Mundo, pero el acercamiento de Reguera no es de postalita exótica, tampoco de panfleto buenista. Solo por eso ya cuenta con todas mis simpatías.
El interés de la directora es muy otro: a partir de una esforzada composición de Carmen Machi, cien por cien dramática y realista, sin ningún asidero cómico, Reguera aborda el tema del vacío existencial del mundo privilegiado, la actitud paternalista con respecto a los desfavorecidos, la burocracia que impregna los procesos de ayuda humanitaria y la incapacidad por dar la vuelta a la situación de una forma sencilla.
En este sentido los diálogos pasivo agresivos entre la protagonista, la impotente, empática y a la vez antipática Machi, y el personaje encarnado por Itsaso Arana, que pedía a gritos más minutos en pantalla, se cuentan entre lo mejor de la película.
El espectador atento encontrará similitudes con el desarrollo de ‘La profesora de parvulario‘, tanto de la película original filmada en 2014 por Nadav Lapiv como del excelente remake dirigido en 2018 por Sara Colangelo. Sea casualidad, circunstancia que no conviene desdeñar, o el resultado de la idea, nada mala, de adaptar el proceso de la protagonista al terreno del voluntariado, lo cierto es que, mientras en aquellas dos películas el espectador es totalmente cómplice del proceso de búsqueda autodestructivo de su protagonista, en esta ocasión el desarrollo se muestra más mecánico, menos apasionante, pese a que concluya de la mejor forma posible para la verosimilitud global de la película.
En cualquier caso, ‘La voluntaria’ es una película notable que se hace preguntas no siempre gratas y que abre nuevos caminos en la trayectoria de una autora tan inquieta como interesante, posiblemente todavía no imprescindible, pero a la que no conviene perder la pista.