El estreno de ‘Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore’ debería ser todo un acontecimiento. A fin de cuentas, es la nueva aventura situada en el universo de Harry Potter y también la tercera entrega de una saga por la que Warner lleva años apostando con fuerza. Sin embargo, su llegada a los cines viene acompañada de cierto sentimiento de duda.
Dudas por lo manchada que ha quedado la imagen de J. K. Rowling por sus comentarios transfobos, pero también por la salida a última hora de Johnny Depp o por la reciente polémica protagonizada por Ezra Miller. En unos días veremos si afecta al recorrido comercial de la película, pero en lo artístico es un intento de reconducir el rumbo estrechando un poco más los vínculos con ‘Harry Potter’ que se acaba quedando en tierra de nadie.
En tierra de nadie
Uno de los motivos por los que sentía especial interés hacia la película que nos ocupa tras la decepción que supuso ‘Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald’ estaba en la presencia como guionista de Steve Kloves. Él fue uno de los grandes referentes de la saga de ‘Harry Potter’, participando en los guiones de todas sus entregas con la salvedad de ‘La orden del fénix’, justo mi aventura favorita del joven mago interpretado por Daniel Radcliffe.
Eso sí, aquí comparte responsabilidades con Rowling, quien había escrito en solitario las dos anteriores entregas de ‘Animales fantásticos’. Aquí el cambio se nota pronto, ya que ‘Los secretos de Dumbledore’ tiene muy claro la historia que quiere contar y no quiere meter a presión demasiados elementos. Bien pronto quedan claras tanto las intenciones de Grindelwald como la curiosa estrategia de los héroes para intentar frenarle.
Por ahí salimos ganando, pero los problemas llegan a la hora de dar con un enfoque para la película. Si la primera entrega era más luminosa y la segunda más oscura, aquí encontramos una propuesta errática, que tan pronto propone una situación ligera e incluso cómica como se pone seria para resaltar el peligro que anda al acecho.
Todo eso lleva a que ‘Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore’ sea una película tibia, en la que eres consciente en todos los momentos que busca emocionar al espectador, pero que a la hora de la verdad nunca termina de conseguirlo. No es tanto un quiero y no puedo como un no termino de saber muy claro lo que busco y voy probando con lo que me cuadre en cada momento -quizá de ahí que haya más elementos que la vinculen al universo Harry Potter- a ver si con algo consigo dar en la diana.
Mads Mikkelsen no mejora a Johnny Depp
Un buen ejemplo de ello lo tenemos con el Grindelwald de Mads Mikkelsen, quien en ninguna momento logra replicar ese aura de amenaza que sí transmitía Depp. Lo que no tengo tan claro es que sea tanto culpa suya como del acercamiento al personaje que se hace en la película, lo cual lleva a que sus lacayos intercambiables le resten presencia sin aportar nada memorable. Es una necesidad de la historia, sí, pero eso no quita para que podría haberse llegado mejor.
Por su parte, el protagonista de ‘Otra ronda’ se esmera algo más que en otras superproducciones de Hollywood donde a veces deja con la sensación de que ha cobrado el cheque sin preocuparse por nada más. Aquí sus mejores momentos son aquellos de alcance más íntimo en los que comparte escena con un inspirado Jude Law, pero cuando ha de imponer temor, falta fuerza -hasta cuesta creer que sea el mismo actor de ‘Hannibal’-.
Esto último también se puede aplicar a la película en el apartado visual, donde es verdad que el universo sigue haciendo gala de escenarios atractivos cuando toca abrir el plano y conocer sus situaciones, pero cuando toca centrarse en aspectos más concretos, no resulta seductora a la vista. Se notan, y mucho, los medios, y tampoco me atrevería a decir que sea fea en este punto, pero sí que no ayuda a potenciar el embrujo que ejerce sobre el espectador. Tampoco es que David Yates logre llevar más allá escena alguna, la verdad.
Además, llama poderosamente para mal la atención el pobre uso que hace la película de uno de los personajes principales de las anteriores entregas, hasta el punto de que no me extrañaría que acabe indignando a algunos seguidores de la franquicia. Por mi parte, no logro verle sentido a lo que hacen.
Dicho todo, no llega a hacerse pesada, como que sí sucedía en algunas fases de ‘Los crímenes de Grindelwald’ y en lo puramente narrativo no hay desvíos innecesarios. Es verdad que no se exprime a fondo nada de lo que propone -hay alguna escena aquí o allá que invita a pensar que podría remontar, pero acaban siendo espejismos-, pero al menos se ve fácil y queda la esperanza de que las dos entregas restantes podrían enderezar el rumbo. A fin de cuentas, ‘Los secretos de Dumbledore’ acaba siendo poco más que un campo de pruebas a todos los niveles y una estación de paso con poco que aportar.
En resumidas cuentas
‘Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore’ confirma la línea descendiente de esta precuela de ‘Harry Potter’. Y es que salimos ganando en algunos aspectos respecto a ‘Los crímenes de Grindelwald’, pero no compensa lo que perdemos, y ahora mismo tampoco pasaría nada si la saga se quedase aquí. Mira que disfruté mucho con ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’, pero el rumbo que ha tomado todo me ha acabado dejando un tanto frío.