Antes que ‘Ama‘, autoras como Vivian Gornick, Amanda Brooke, Silvia Nanclares, Marga Durá, Eva Baltasar, María Llopis o Laura Baena han profundizado en el tema de la relación de la maternidad y la crianza con la culpa y su desarrollo en un marco concreto, bien desde las nuevas sexualidades (Llopis) bien desde el panorama de un mundo desvirtuado por la crisis (Baena, Brooke, Durá).
En muchos de sus artículos y novelas, destaca la relación, subrayada o sugerida, de la madre con la clase y el entorno socioeconómico; la «mala madre» sería, por tanto, una etiqueta clasista, y en ocasiones también sexista, aplicada a las mujeres que no cuentan con los medios ni la liquidez suficiente para darle una educación a sus hijos, pues malviven gracias a trabajos precarios, mientras los intentan sacar adelante bajo el despótico juicio de la mirada ajena, siempre inclemente y reprobatoria.
En los últimos años, películas como ‘Madre!‘ de Darren Aronofsky, ‘Mujeres del siglo XX’ de Mike Mills, ‘Tully‘ de Jason Reitman, ‘Fish Tank’ de Andrea Arnold, la magnífica ‘Hillbilly una odisea rural‘ de Ron Howard o la reciente ‘4 días’ de Rodrigo García han abordado la cuestión con más o menos fortuna, desde enfoques naturalistas o alegóricos, pero quizá sea la satírica saga ‘Malas madres‘, la que ha puesto en la picota el tema con mayor precisión y franqueza, partiendo de un humor ligeramente incorrecto y subversivo.
‘Ama’, valiosa ópera prima de Júlia de Paz Solvas basada en su corto homónimo, aborda el conflicto desde una perspectiva, por supuesto, realista, con un libro de estilo, casi un molde, que recuerda poderosamente al de los hermanos Dardenne, al igual que otras recientes películas españolas como ‘La hija de un ladrón‘ de Belén Funes o ‘Techo y comida‘ de Juan Miguel del Castillo.
‘Ama’, o contar la realidad como si fuera una historia
En ella destaca el trabajo de Tamara Casellas, en una interpretación deslumbrante, descarnada y dosificadamente rabiosa. A su lado, los secundarios, aunque estén encarnados por intérpretes tan solventes como Chema del Barco, Estefanía de los Santos o Manuel de Blas, resultan estereotipados, inevitablemente arrastrados y zarandeados por el torbellino de su protagonista.
Vaciada de sus nobles intenciones, ‘Ama sale perdiendo en su comparación con los Dardenne’: posee secuencias espléndidas, como el amanecer en la playa o el enfrentamiento de Casellas con el dueño del hotel que encarna Del Barco, pero presenta un estilo menos depurado y, sobre todo, un planteamiento más acomodaticio que las mejores películas de los franceses, como ‘El hijo’ o ‘El joven Ahmed‘.
Algo que no ocurría en la superior ‘La hija de un ladrón’, donde la fuerza de otra actriz hiperdotada, Greta Fernández, también tiraba al espectador de la nariz desde las primeras secuencias. Además, hay algo en ‘Ama’ que recuerda igualmente al cine de la siempre sorprendente Iciar Bollaín, en el sentido de que se trata de una obra más humanista, y humana, que activista, lo que encaja con la definición de Cesare Zavatinni del cine comprometido: en lugar de inventar una historia que se parezca a la realidad, contar la realidad como si fuera una historia.
Salvo para los convencidos a priori, el recorrido de ‘Ama’ se torna previsible y deja de sorprender tras sus primeros y arrebatadores compases. Tal vez porque sus cartas estén demasiado marcadas; quizá porque su directora haya preferido jugar sobre seguro en su debut, presentado en el Festival de Málaga (donde Casellas se alzó con el premio a la mejor actriz).
El cierre de la historia es asimismo decepcionante. En su modesta formulación, deja entrever que se trata de una película de búsqueda e indagación antes que una obra pulida y compacta; es de esperar que su directora consiga en su trayectoria logros sobresalientes sin sacrificar la verdad desnuda que late en muchas de la secuencias de su primer y estimable trabajo en formato largometraje.
