La
historia
entre
las
dos
Coreas
ha
estado
plagada
de
desencuentros.
Pongamos
como
ejemplo
los
últimos
doce
meses:
Corea
del
Sur
recibió
una
lluvia
de
globos
cargados
de
basura,
y
la
réplica
al
“vecino”
llegó
en
forma
de
drones
y
propaganda,
a
lo
que
“el
norte”
respondió
marcando
al
enemigo
en
la
mismísima
constitución.
La
venganza
del
norte
fue
un
estruendo
en
forma
de
ruido,
y
el
sur
no
fue
menos
con
una
playlist
infinita
de
K-Pop.
Y,
de
repente,
uno
de
los
dos
ha
sacado
la
bandera
blanca,
y
el
otro
le
ha
seguido.
Silencio
en
la
frontera.
En
lo
que
podría
considerarse
como
un
hecho
histórico,
un
giro
simbólico
y
estratégico
hacia
la
reconciliación,
Corea
del
Sur
ha
apagado
los
altavoces
de
propaganda
que
durante
el
último
año
transmitían
canciones
de
K-pop
sin
parar
junto
a
noticias
y
mensajes
ideológicos
a
través
de
la
frontera
con
Corea
del
Norte.
La
decisión,
tomada
por
el
nuevo
presidente
surcoreano
Lee
Jae-myung,
marca
uno
de
sus
primeros
pasos
concretos
para
rebajar
las
tensiones
entre
Seúl
y
Pyongyang,
tras
años
de
deterioro
bajo
su
predecesor,
Yoon
Suk
Yeol.
La
medida
pretende
restablecer
canales
de
confianza
y
diálogo
en
una
península
que
sigue
técnicamente
en
guerra
desde
1953.
Según
explicó
su
portavoz,
la
suspensión
busca
“restaurar
la
confianza
en
las
relaciones
intercoreanas
y
construir
la
paz
en
la
península
coreana”.
La
guerra
del
sonido.
Ya
lo
decíamos
al
inicio.
La
política
anterior
había
derivado
en
una
escalada
peculiar,
pero
de
lo
más
intensa:
mientras
Corea
del
Sur
usaba
altavoces
de
gran
potencia
para
emitir
música
pop
y
noticias
dirigidas
a
soldados
y
civiles
del
Norte,
Pyongyang
respondía
con
sus
propios
equipos
de
sonido,
generando
ruidos
perturbadores
que
afectaban
la
vida
cotidiana
en
pueblos
surcoreanos
fronterizos.
Contaba
el
New
York
Times
que,
para
protegerse
del
ruido,
muchos
residentes
instalaron
ventanas
con
doble
acristalamiento
y
sistemas
de
aislamiento.
A
su
vez,
el
conflicto
se
trasladó
al
cielo,
con
activistas
surcoreanos
(muchos
desertores
del
Norte)
enviando
globos
cargados
de
panfletos
críticos
hacia
Pyongyang,
a
los
que
el
régimen
norcoreano
replicó
con
globos
llenos
de
colillas
y
basura.
Esta
dinámica
de
represalias
mutuas
agravó
aún
más
una
relación
ya
marcada
por
la
hostilidad
y
la
desconfianza.

La
línea
Donghae
Bukbu
en
la
costa
este
de
Corea.
Esta
conexión
por
carretera
y
ferrocarril
se
construyó
para
los
surcoreanos
que
visitaban
la
región
turística
del
Monte
Kumgang
en
el
norte
Cambio
de
rumbo.
El
expresidente
Yoon
Suk
Yeol,
depuesto
tras
imponer
brevemente
la
ley
marcial
en
diciembre
y
acusado
de
fomentar
el
conflicto
con
Corea
del
Norte,
había
promovido
el
uso
de
propaganda
como
medio
para
socavar
el
control
informativo
de
Kim
Jong-un.
Su
gobierno
no
solo
defendió
los
altavoces,
sino
que
también
alentó
el
envío
de
globos
como
parte
de
una
ofensiva
ideológica
en
nombre
de
la
libertad
de
expresión.
En
contraste,
Lee
Jae-myung,
elegido
en
parte
por
su
promesa
de
reducir
tensiones,
ha
pedido
a
los
activistas
que
cesen
en
el
lanzamiento
de
panfletos,
argumentando
que
estas
acciones
no
mejoran
el
acceso
de
los
norcoreanos
a
información
externa,
sino
que
elevan
el
riesgo
de
represalias
armadas
y
ponen
en
peligro
a
las
comunidades
fronterizas
del
Sur.
Pragmatismo
estratégico.
Por
otro
lado,
organizaciones
de
derechos
humanos
y
activistas
han
criticado
duramente
las
decisiones
del
nuevo
gobierno,
acusándolo
de
ceder
ante
Pyongyang
y
de
limitar
la
libertad
de
expresión
en
Corea
del
Sur.
Argumentan
que,
al
interrumpir
los
altavoces
y
desalentar
los
globos,
se
priva
a
los
ciudadanos
del
Norte
de
uno
de
los
pocos
accesos
posibles
a
información
del
mundo
exterior.
Por
su
parte,
el
gobierno
surcoreano
ha
señalado
que
podría
recurrir
a
leyes
de
aviación
y
seguridad
pública
para
impedir
estas
prácticas,
al
considerar
que
elevan
el
riesgo
de
confrontación
directa
y
ponen
en
peligro
a
los
habitantes
locales,
quienes
en
muchos
casos
han
expresado
su
alivio
ante
la
reciente
calma
sonora
en
la
frontera.
Hay
tregua,
pero
frágil.
Es
la
última
de
las
patas
a
analizar.
La
reacción
de
Corea
del
Norte
a
este
gesto
de
distensión
no
ha
sido
inmediata,
aunque
al
día
siguiente
también
cesó
sus
propias
transmisiones
por
altavoz,
lo
que
sugiere
una
respuesta
positiva,
al
menos
momentánea.
Con
todo,
el
contexto
general
continúa
siendo
tenso.
Bajo
el
liderazgo
de
Kim
Jong-un,
el
régimen
ha
endurecido
su
postura
hacia
el
Sur,
declarando
abiertamente
que
ya
no
busca
la
reunificación
y
que
tratará
a
Corea
del
Sur
como
enemigo
a
derrotar
en
caso
de
guerra.
Además
de
cortar
todos
los
vínculos
terrestres
entre
ambos
países,
Corea
del
Norte
ha
intensificado
sus
ensayos
con
misiles
nucleares
y
ha
rechazado
todo
tipo
de
diálogo
con
Seúl
y
Washington.
Un
nuevo
intento.
Lo
que
sí
parece
claro
es
que,
aunque
apagar
los
altavoces
no
va
a
resolver
los
múltiples
frentes
abiertos
en
la
relación
intercoreana,
sí
representa
un
gesto
significativo
en
medio
de
un
ciclo
prolongado
de
confrontación
sonora
y
simbólica.
Al
suspender
unilateralmente
estas
acciones,
Lee
Jae-myung
busca
establecer
las
bases
de
una
nueva
narrativa
política,
basada
en
la
reducción
de
tensiones
y
la
reconstrucción
de
canales
diplomáticos.
Qué
duda
cabe,
el
equilibrio
entre
principios
democráticos,
seguridad
nacional
y
realismo
geopolítico
sigue
siendo
delicado.
Pero
por
ahora
el
silencio
reina
en
la
frontera,
y
es
posible
que
el
futuro
de
esta
tregua
dependa
de
si
el
Norte
o
el
Sur
acaban
volviendo
a
encender
los
decibelios
de
sus
altavoces.
Imagen
|
Driedprawns
En
Xataka
|
Corea
del
Norte
ha
desplegado
una
nueva
arma
psicológica
contra
Corea
del
Sur:
un
ruido
insoportable