‘Pesadillas’ fue una franquicia literaria increíblemente popular durante los años 90, hasta el punto de dar pie a una serie de televisión de hasta cuatro temporadas que marcó a muchos chavales de la época. Detrás de ella estaba el escritor R.L. Stine, mismo autor detrás de la saga de cómics que han servido como inspiración para ‘Al otro lado del instituto’, serie que Disney+ estrenó el pasado 13 de octubre.
Lo cierto es que ‘Al otro lado del instituto’ no ha hecho demasiado ruido con su desembarco en Disney+, algo que quizá se deba a que intenta mezclar dos elementos que a priori no deberían casar bien. Y es que se nota su intento de convertirse en una heredera contemporánea de ‘Pesadillas’, pero al mismo tiempo se reduce su lado más siniestro a la mínima expresión en beneficio de un tono más en la línea de una serie en imagen real de Disney Channel.
Volando bajo
La primera temporada de ‘Al otro lado del instituto’ consta de ocho historias autoconclusivas y complementarias, ya que más allá de lo fantástico como nexo común, no existen repeticiones innecesarias de una a otra. Bueno, todas ellas tienen moralejas bastante evidentes que uno se ve venir de lejos, tanto cuando la resolución es más amigable para sus protagonistas como cuando la cosa resulta un poco más complicada.
Eso lleva a que ‘Al otro lado del instituto’ tenga mucho de cuento con moraleja, optando por enfoques mus suaves para premisas que podrían haberse dado mucho más de sí desarrolladas de otra forma. Ahí sospecho que habrá espectadores que acaben un tanto frustrados por lo obvia que puede llegar a ser, reduciendo el elemento fantástico en la mayoría de los casos a no ser más que el pretexto en lugar de la motivación detrás de la historia.
Hay alguna excepción que sí juega un poco más con su premisa pero sin llegar nunca a retorcerla. Curiosamente, los dos episodios que más destacan están ambos firmados por David Katzenberg, pero con enfoques diferentes. Por un lado tenemos ‘Mi Monstruo’, el único de toda la primera temporada de ‘Al otro lado del instituto’ que saca algo de partido al lado más terrorífico de su historia, mientras que ‘Plantando cara’ es más directo y exagerado, pero sabe moverse con acierto en arenas movedizas.
Todo bien batidito
El resto de episodios acaban dependiendo más de su reparto, donde encontraremos varios rostros conocidos, primándose actores jóvenes como los de la ascendente Mckenna Grace, vista recientemente en ‘Maligno’, Gabriel Bateman, el protagonista del reciente remake de ‘Muñeco diabólico’, o Lexi Underwood, conocida por haber dado vida a uno de los personajes principales de ‘Little Fires Everywhere’. El talento está ahí, pero la serie les exige tan poco que a duras penas consiguen elevar algo el interés general.
Y es que ‘Al otro lado del instituto’ es una serie demasiado blanda. Tampoco es que esperase el mismo enfoque de ‘La calle del terror’, la notable trilogía de Netflix que también partía de una obra de Stine, pero sí algo con un poco más punch. Es verdad que una vez ajustas las expectativas a lo que la serie de Disney+ está dispuesta a darte, pues se puede pasar un rato agradable. A fin de cuentas, son historias comprimidas en menos de media hora que van siempre hacia delante, sin tiempo para dar vueltas sobre lo mismo.
Dicho de otra forma, ‘Al otro lado del instituto’ parece pensada para no dejar huella, es como si se conformara con darnos ocho relatos blanditos, algo hasta cierto punto sorprendente estando Seth Grahame-Smith detrás de ella. No es que sea su mayor fan, pero hasta ahora había mostrado cierta querencia por lo transgresor, algo de lo que aquí no hay ni rastro, ya que todo es cómodo y fácil de digerir, como un puré batido a conciencia para que no haya tropezón alguno.
En resumidas cuentas
‘Al otro lado del instituto’ es un poco la heredera natural de esos padres que no decidieron no dejar jugar a sus niños fuera de casa por si les pasaba algo. Obvio que están mucho más seguros, pero también se pierde casi por completo el sentido de la aventura en beneficio de una placidez hasta cierto punto agradable, pero para nada memorable.