No pasa un año sin que piense que este año acabo con el correo electrónico en la empresa. No puedo pasar tanto tiempo revisando la bandeja de entrada, preocupado por el spam o por saber si los correos enviados se han recibido o no. Pero la realidad es que acabar con el correo electrónico no es la solución, es un síntoma del problema.
Porque el problema es que tenemos una herramienta necesaria en muchas empresas que utilizamos muy mal. Empezando por contratar la cuenta más barata y más cutre de las que ofrece nuestro proveedor de servicios. En las pymes más pequeñas se piensa que el correo es un gasto, un mal menor que nos permite comunicarnos y que cualquiera vale.
El correo no deja de ser otra herramienta más. Si apostamos por la gama baja, tendremos prestaciones de baja calidad. No importa que tu smartphone sea de última generación, si tu protocolo de correo está obsoleto, compartir calendario será un problema, tus correos leídos o contestados en el móvil no estarán así en el ordenador de tu oficina, etc.
Y todo por no contratar un correo más eficiente, ya sea con Google App, con Microsoft Exchange o incluso montarnos nuestro propio servicio de almacenamiento si la empresa lo requiere. Nos ahorramos unos 4 o 5 euros por cuenta al mes. Y sin embargo con ahorrar media hora de trabajo al mes facturable, hemos amortizado con creces dicha inversión.
Y podéis creerme que pasar de una cuenta de las «gratuitas» que vienen en el pack del dominio de la página web, a otra que independientemente de desde dónde leamos el correo o enviemos los mensajes quede reflejado, va a suponer un cambio drástico para la organización. Solo aquellas empresas que mantienen a sus empleados trabajando en un único ordenador de oficina, sin correo en el móvil les puede ser útil este modelo.
Por eso ya no quiero matar el correo, solo aspiro a utilizarlo bien y de forma eficiente. A recibir correos con un asunto descriptivo, a no utilizar el correo como base de datos almacenando mensajes desde el origen de los tiempos por si un día lo tenemos que utilizar como prueba. Y sobre todo a no tener que llamar por teléfono para saber si alguien ha recibido un mensaje, ni tampoco que me llamen a mi.
Imagen | Rupert Ganzer