¿A partir de cuándo deja de tener sentido dar leche materna porque ya es como dar agua? Nunca

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Dice la Biblia que Jesús obró un milagro en el que multiplicó el pan y los peces y transformó el agua en vino. Es posible que después de este episodio, y con la conciencia intranquila con respecto a las mujeres, por eso de haber creado a la primera, Eva, a partir de la costilla de Adán (de la costilla o del hueso peneano, como dicen las nuevas teorías), Dios decidiera dotarlas de la capacidad de obrar milagros también, logrando transformar su leche, la leche materna, en agua.

Digo yo que la historia irá por ahí, aunque quizás es una cuestión de evolución, de selección natural. En algún momento de la historia algunas mujeres empezaron a segregar agua en vez de leche y eso supuso un beneficio para los niños hasta tal punto que los hijos de aquellas que no lograban esa conversión sobrevivían menos, morían antes, y esa línea genética se fue extinguiendo hasta nuestros días, quedando solamente las segundas, las del agua.

Son dos posibles explicaciones para un fenómeno que mucha gente explica: «Nena, no sé para qué le das, si ya solo te debe salir agua». Gente conocida, gente desconocida, familiares, amigos y hasta enfermeros y pediatras. Profesionales de la salud que deben haber estudiado el fenómeno en sus carreras o en algún curso de especialización («y el tema de hoy habla de la transformación de la leche en agua»). Claro, si esto sucede, entonces no tiene ya mucho sentido dar el pecho, ¿no? Pero… ¿cuándo sucede? ¿Cuándo se convierte en agua? Vamos a explicarlo para que sepáis de una vez por todas a partir de cuándo deja de tener sentido dar leche materna al bebé porque ya es como darle agua.

Por qué escribo esta entrada

Seguro que hace mucho tiempo que oís hablar de ello y estaréis sorprendidos de no haberlo leído nunca en ninguna parte. ¿Cómo es posible? Pues bien, yo he querido hablar de ello precisamente porque no hay mucha información que lo documente. Ni siquiera la Biblia habla de ello (que yo sepa).

A lo largo de los años que llevo trabajando como enfermero lo he oído en varias ocasiones. Niños de 6 meses que dejan de tomar pecho y se pasan a la leche artificial para seguir recibiendo alimento. Bebés de 12 meses que pasan a tomar leche por el mismo motivo. Bebés de año y medio cuyas madres reciben un toque de atención por el mismo motivo: «ya deberías quitárselo, se está llenando el estómago de agua y luego no come», y niños de 2 años que, por indicación facultativa, dejan de tomar pecho para tomar leche de verdad, la de la vaca, la de toda la vida, la que tomamos todos.

Todo esto es suficiente motivo para tratar de dar luz al misterio, pero lo que realmente me ha empujado a escribir sobre ello es el caso de un niño de poco más de dos años que está en un hospital, haciendo quimioterapia para luchar contra un cáncer, cuya madre le amamanta. Lo hace porque lo ha hecho siempre y porque ella no pensaba que eso podría ser perjudicial para su hijo, hasta que un día, mientras le daba pecho, una enfermera le dijo que «eso ya no tiene sentido que lo hagas, porque solo está tomando agua».

Lo explicó hace unos días una amiga que tengo en Facebook y la madre, claro, se sintió muy mal porque lo último que ella querría es perjudicar en modo alguno a su bebé. Tanto tiempo dándole el pecho, incluso ahora que está enfermo, y resulta que sería mejor si no lo hiciese.

Cuándo se produce la conversión de leche materna en agua

Nunca. No existe tal fenómeno. Es mentira. La leche materna no se transforma en nada. Sigue siendo leche materna siempre, como leche es la que sale de las ubres de una vaca durante el tiempo que es ordeñada.

Hace unos años se hablaba de los seis meses. A partir de entonces la mayoría de bebés dejaban de tomar pecho porque se les decía que lo que salía del pecho era ya aguachirri. Con el paso del tiempo parece que esa edad se ha ido retrasando hasta los 12 meses y se dice que es entonces cuando no tiene sentido seguir. Esta edad irá subiendo seguramente, pero a los 18 meses son muchos ya los que tienen claro que a partir de ese momento sí que la leche cambia a no sé qué sustancia.

Pero no. Eso no sucede. Es sólo la extrañeza de ver a un bebé más grande de lo acostumbrado hacer algo que no esperan que haga. Es decir, si nunca ves niños de 18 meses mamando entiendes que no se hace porque no tiene sentido. Si de repente ves a uno de esa edad que mama, por extraño, por poco habitual, le sueltas tu conclusión: «no tiene sentido» (porque nadie lo hace). Y eso sin pararte a pensar que igual sí tiene sentido.

Por qué sabemos que tiene sentido seguir amamantando

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Lo sabemos por la misma razón que sabemos que la mayoría de niños de 2 y 3 años toman leche de vaca. Y los de 4, y los de 5, y los adultos… ¿Qué sentido tiene tomar leche de vaca? ¿Por qué la tomamos? Pues porque es un alimento más, porque tiene ciertas características interesantes en la dieta diaria, porque nos gusta, etc. Pues por esas mismas razones un niño tiene que poder tomar leche humana.

De hecho, si comparamos a un niño de 2 años que toma leche de vaca con un niño de 2 años que toma leche materna, el segundo es el privilegiado, el suertudo, porque es el que está tomando la leche de los de su especie, la leche adaptada para su edad y su tamaño. Los otros, en su ausencia, beben la leche que un animal enorme crea para unas crías enormes, y encima de una vaca desconocida. No tiene ningún sentido decirle a una madre que le quite el pecho para darle leche de vaca (es que si lo pensamos fríamente es de lo más absurdo), como no tiene sentido referirse a la leche de vaca como «lo de toda la vida», cuando lo de toda la vida es lo que ha alimentado a los bebés durante millones de años: la leche de sus madres.

Sabemos también que seguir amamantando tiene sentido porque así lo recomiendan desde hace años los principales organismos oficiales en términos de salud: la OMS, UNICEF, la AAP, la AEP, etc. La Asociación Española de Pediatría, de hecho, publicó hace poco un informe para hablar de ello. Citando un extracto de dicho informe:

La leche materna no pierde sus propiedades con el paso del tiempo (23). A partir del primer año de lactancia, la cantidad de grasa en la leche aumenta con respecto a los primeros meses (24), resultando **un alimento completo y nutritivo para un lactante mayor y de mayor calidad que la leche de fórmula o de vaca**. Se ha visto que un bebé mayor de un año que toma pecho obtiene aproximadamente 1/3 de sus necesidades calóricas y proteicas diarias a través de la leche materna (a veces más, sobre todo durante períodos de enfermedad), además de una cantidad muy importante de vitaminas y minerales (25).Por otro lado, los niños mayores que toman pecho siguen disfrutando de los beneficios inmunológicos de la leche materna, con una menor incidencia de infecciones para su edad que sus coetáneos que no son amamantados (25). Las ventajas de mantener más tiempo la lactancia materna no sólo se observan a corto plazo, sino años después del destete. Se ha constatado una menor incidencia de ciertos tipos de cáncer (como la leucemia infantil (26), de enfermedades metabólicas (27) y autoinmunes (como la diabetes tipo 1) (28) y un mayor desarrollo intelectual a mayor tiempo y exclusividad de lactancia materna (29), efecto que permanece durante años (30) y que incluso puede llevar a alcanzar un mayor nivel de estudios y de ingresos económicos en la vida adulta (31).La duración de la lactancia materna también está implicada en un mejor desarrollo emocional y psicosocial del niño (32–34). A mayor duración, se ha descrito una menor incidencia de maltrato infantil (35), una mejor relación con los padres en la adolescencia, una mayor percepción de cuidado (36) y una mejor salud mental en la vida adulta (37). También se han observado beneficios emocionales en niños adoptados provenientes de un entorno difícil en los que se realizó lactancia inducida (38).Por último, se han descrito numerosas ventajas para la madre que amamanta. A más tiempo total de lactancia, menor riesgo de diabetes tipo 2 (39), cáncer de mama, cáncer de ovario, hipertensión e infarto de miocardio (16).

Vamos, creo que lo dicen bastante clarito: no pierde propiedades, sino que cambia para aumentar en grasa y calorías para un niño más mayor, sigue siendo mejor alimento que cualquier otra leche que podamos ofrecerle y sigue aportándole células inmunitarias al bebé, para que siga fortaleciéndole y ayudando a luchar contra los virus y bacterias que le rodean.

¿Y si está haciendo quimioterapia?

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Con más razón. Fuimos muchos los que contestamos a esa chica, para que le hiciera llegar nuestro mensaje a la madre. Si está batallando contra un cáncer, si está haciendo quimioterapia, vale la pena, y mucho, darle el pecho por todo lo que comporta a nivel nutricional y a nivel inmunológico. Y vale la pena, también, porque si es lo que ha hecho siempre, si es así la relación que tiene con mamá, lo mejor es que siga del mismo modo, recibiendo ese calor humano, ese abrazo, esa paz y esa calma que le llega cada vez que mamá le acuna en sus brazos para amamantarlo. Es que aunque fuera cierto, aunque de ahí solo saliera agua, sería muy recomendable para el niño.

En Australia, por ejemplo, lo tienen bastante claro y en el año 2011 se redactó un documento en el Royal Children’s Hospital de Melbourne donde no solo explican a las madres de niños con cáncer lo bueno que es que sigan tomando pecho, sino que les alientan a que puedan hacerlo allí, incluso pidiéndoles ayuda por si quieren sacarse leche, almacenarla, si necesitan consejo o lo que sea que les haga falta. Lo que sea.

¿Aquí? Pues a años luz, supongo. Una enfermera que estaba en el momento menos oportuno, en el lugar menos indicado, que quiso dar una opinión personal (disfrazada de opinión profesional) que bien podría haberse callado y que sólo logró hacer sentir mal a la madre, que empezó a dudar de si hacía lo correcto.

Foto | iStock
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