David Lowery es un todoterreno. Editor, guionista, director de fotografía, realizador y controlador de cada minúsculo detalle de sus producciones, el cineasta tocó la cima de su creatividad (de momento) con esta impresionantemente minúscula pero gigantesca odisea espectral. Si no has visto ‘A Ghost Story‘ no sabes la suerte que tienes. Ya la tienes disponible en Netflix.
Espacio y tiempo
Aún recuerdo el impacto emocional de aquella edición de Sitges en la que asistimos atónitos a la proyección de la película. Al finalizar los créditos la sensación era la de haber sido testigos de algo tan condenadamente bello que necesitaríamos tiempo para procesarlo. Cinco años después todavía lo estamos haciendo. En este reto formal para la generación Instagram, Lowery deposita toda su confianza en Andrew Droz Palermo y su 1.33, con unos resultados sorprendentes, pero lógicos y muy alejados de la gratuidad.
El otro nombre clave de la producción es el que tienes justo aquí arriba. Daniel Hart, que venía de escribir para el director la música de su anterior largometraje en Disney es, de alguna manera, el otro gran protagonista de la película. Armados con el compromiso de Casey Affleck y Rooney Mara, que ya habían trabajado juntos con el director, y con un guión de unas 40 páginas (apenas hay diálogos), invirtieron con precaución los 100.000 dólares de presupuesto en una película que les ha devuelto veinte veces lo invertido.
Todos los elementos del cine de terror están presentes en ‘A Ghost Story’: un fantasma cubierto por una sábana, música de cuerda que hiela la sangre, varios fenómenos extraños o el clásico poltergeist que te deja fina la cocina. Lo que pasa es que el tratamiento que Lowery hace del género no es el que uno espera. ¿Hay efectos especiales? Sí, alguno hay. Una de las secuencias más impactantes de la película está rodada con un croma. Aunque cueste creerlo gracias al inmenso talento de la gente de Weta Workshop.
Fin de un viaje infinito
‘A Ghost Story’ es cine minúsculo, una película muy pequeña que mira a los ojos de la misma existencia con honestidad y una serie de conceptos abrumadores. Es ciencia ficción, es terror, es drama, es ver para creer. Es vida y muerte. Con el formato cuadrado el director no solo aprisiona a su protagonista en el marco de su tránsito: a través de sus bordes redondeados la imagen nos remite a la de viejas películas familiares que podríamos ver en un momento de pérdida y recuerdo para no olvidar.
La muerte entra en la vida de los personajes sin drama, sin rabia. Lowery se aferra a lo cotidiano y hace que todos los silencios incómodos sean tan sonoros como las impresionantes piezas de Daniel Hart. La película llega en un momento inmejorable a la plataforma. Esta epopeya sabe esquivar el duelo y el drama que supone la pérdida para hacernos viajar a través de un túnel sensorial que rompe las barreras del tiempo y del espacio. Casi como un remake de ‘Ghost‘ para fans de las cafeterías de diseño, ‘A Ghost Story’ emociona a través de una serie de conceptos capaces de volarte la cabeza, pero no sé si el relacionado con el suicidio fantasmagórico podrá superarse alguna vez.
Antes de que medio mundo se lanzase sin red a los recortes panorámicos, ‘A Ghost Story’ advertía que, para llevar a cabo esa decisión formal, más te vale tener algo que contar que lo justifique. La obra maestra de Lowery es una experiencia singular, tan claustrofóbica para nosotros como para ese fantasma encerrado en el cuadro. De alguna manera también es la película optimista más triste de la historia. Y posiblemente también tenga la mejor canción que nunca nadie haya escuchado. Te sentirás abrumado.