Durante
años,
se
ha
alimentado
un
discurso
sobre
la
supuesta
conexión,
casi
innata
e
intuitiva,
de
las
nuevas
generaciones
con
la
tecnología
(los ‘nativos
digitales’
de
marras).
Como
consecuencia
de
ello,
de
la ‘gen
Z’
parece
esperarse
(por
parte
de ‘sus
mayores’)
que
todos
sean
potenciales
gurús
tecnológicos,
especialmente
en
el
ámbito
laboral.
Y
cuando
se
ha
podido
constatar
que
esto
no
era
así,
esos ‘mayores’
se
han
empezado
a
llevar
las
manos
a
la
cabeza
por
el
hecho
de
que
los
miembros
de
la
Generación
Z
no
cuenten
con
ciertos
conocimientos
que
se
les ‘presuponían’.
La
pregunta
debería
ser
por
qué
se
presuponía
algo
así.
Se
multiplican
los
comentarios
sarcásticos
por
el
desconocimiento
de
las
nuevas
generaciones,
por
ejemplo,
a
la
hora
de
instalar
una
impresora
o
de
conocer
los
atajos
de
teclado
básicos.
Pero,
pensemos
por
un
momento…
¿es
esta
una
característica
exclusiva
de
los
más
jóvenes?
Porque
yo
juraría
que
muchos
millenials
y
boomers
tampoco
han
dominado
nunca
esas
habilidades
tecnológicas.
Y,
oye,
eso
no
tiene
nada
de
raro.
La
brecha
generacional:
¿mito
o
realidad?
Es
fácil
asumir
que
las
generaciones
más
jóvenes,
nacidas
y
criadas
en
un
mundo
digital,
deberían
ser
naturalmente
más
hábiles
en
el
uso
de
la
tecnología.
Sin
embargo,
esta
idea
ignora
un
hecho
crucial:
la
experiencia
tecnológica
no
es
homogénea.
La
Generación
Z,
por
ejemplo,
se
mueve
con
mayor
fluidez
en
plataformas
móviles
y
aplicaciones
sociales.
Son
nativos
(que
no ‘expertos’,
insistimos)
de
un
entorno
donde
los
dispositivos
táctiles
dominan,
y
el
teclado
físico
o
la
impresora
han
perdido
relevancia.
Para
ellos,
el
conocimiento
profundo
de
sistemas
tradicionales
no
es
una
prioridad
porque
no
tienen
vinculación
con
las
herramientas
que
usan
a
diario.
En
contraste,
muchos ‘millenials’
y ‘boomers’
tuvieron
que
aprender
a
usar
los
PCs
por
necesidad
laboral
o
educativa.
Sin
embargo,
esto
no
significa
que
todos
dominen
todos
sus
entresijos.
La
tecnología
no
siempre
ha
sido
intuitiva
(y,
encima,
sigue
cambiando)
Desde
su
nacimiento,
los
PC
han
evolucionado
a
pasos
agigantados.
Y
sí,
parte
de
esa
evolución
ha
consistido
en
una
mejora
de
su
usabilidad,
sin
duda.
Pero
hay
un
detalle
que
solemos
pasar
por
alto:
la
tecnología
de
consumo,
incluso
en
sus
facetas
más ‘simples’,
nunca
ha
sido
(y
sigue
sin
ser)
completamente
intuitiva.
Tomemos
como
ejemplo
la
instalación
de
impresoras.
Aunque
ahora
es
mucho
más
sencillo
que
en
los
80-90,
muchas
personas
(sin
importar
su
edad)
se
encuentran
perdidas
al
enfrentarse
a
mensajes
inesperados
como ‘Error
de
conexión’
o ‘Fallo
al
reconocer
el
dispositivo’.
La
paradoja
es
que,
aunque
la
tecnología
promete
simplificar
nuestras
vidas,
a
menudo
las
soluciones
más ‘sencillas’
están
enterradas
bajo
capas
de
menús,
configuraciones
y
terminología
que
confunden
al
usuario
promedio
Lo
mismo
ocurre
con
los
atajos
de
teclado.
Si
bien
combinaciones
más
básicas,
como
Ctrl+C
(copiar)
y
Ctrl+V
(pegar),
son
esenciales
para
muchos
trabajos,
lo
cierto
es
que
rara
vez
se
enseñan
de
manera
formal,
como
parte
de
un
plan
de
estudios:
En
muchos
casos,
las
personas
aprenden
por
ensayo
y
error,
lo
que
deja
lagunas
en
su
conocimiento.
Para
quienes
nunca
se
han
enfrentado
a
la
necesidad
de
usarlos
—sea
por
el
tipo
de
trabajo
que
realizan
o
su
contexto
educativo—,
los
atajos
de
teclado
siguen
siendo
tan
misteriosos
como
lo
eran
en
la
era
pre-Internet.
Y,
volviendo
a
lo
que
decíamos
antes:
muchos
jóvenes
navegan,
hoy
en
día,
a
través
de
dispositivos
móviles…
que
ya
no
cuentan
con
dichos
atajos
de
teclado.
Ya
ni
siquiera
cuentan
con
la
opción
del ‘ensayo
y
error’.
¿Y
si
simplemente
no
pasa
nada?
Es
importante
replantear
el
valor
que
otorgamos
a
estas
habilidades.
Saber
usar
una
impresora
o
dominar
atajos
de
teclado
no
debería
ser
una
medida
de
competencia
tecnológica,
ni
mucho
menos
una
causa
de
estigmatización
generacional.
La
tecnología
está
en
constante
cambio,
y
lo
que
hoy
parece
indispensable
podría
ser
(y
probablemente
sea)
irrelevante
en
unos
años.
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Marcos
Merino
mediante
IA