Así exterminó Inglaterra al lobo para proteger su industria más preciada: la lana de las ovejas

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Complicada.
Así
se
ha
entendido
desde
hace
siglos
la
relación
que
el
ser
humano
tiene
con
el
lobo.
Quizás,
junto
con
el
oso,
el
único
gran
depredador
aún
presente
en
el
continente
europeo,
el

Canis
lupus

y
su
historia
tiene
una
mezcla
de
mística,
de
odios
enconados
y
de
razones,
tanto
a
favor
como
en
contra,
de
proteger
a
un
animal
cuya
presencia
en
el
Viejo
Continente
ha

descendido
drásticamente
en
los
últimos
dos
siglos
.

Hasta
que
se
comenzaron
a
tomar
medidas
de
protección.
Tanto
como
para
que
la
Unión
Europea
haya
pensado
en
2024
que
es
posible
necesitar

relajar
esas
medidas
,
habida
cuenta
de
las
quejas
de
los
ganaderos,
que

siguen
viendo
en
el
lobo
a
un
feroz
enemigo
.

Donde
no
lo
ven
como
un
feroz
enemigo,
a
pesar
de
ser
Europa,
es
en
el
Reino
Unido.
Básicamente
porque
el
lobo
ha
desaparecido
hace
siglos
de
estos
territorios
y
la
razón,
que
puede
ser
evidente
entender,
fue

meramente
económica
.

Resulta
lógico
pensar
que
la
campiña
británica,
así
como
sus
bosques,
eran
el
territorio
propicio
para
que
los
lobos
pululasen
a
sus
anchas.
Casi
literalmente,
pues
el
lobo
británico


parecía
tener
el
mismo
tamaño
que
otros
lobos
continentales
,
a
pesar
de
lo
que
se
había
especulado
acerca
de
un
posible
enanismo,
fruto
de
su
condición
insular.

Lejos
de
lo
que
sucede
en
otros
países
europeos
como
España,
Francia,
Italia
o
Portugal,
donde
el
lobo
sigue
existiendo.
No
obstante,
varios
movimientos
han
puesto
sobre
la
mesa
la
idea
de

recuperar
al
lobo
en
Inglaterra
.
Sin
embargo,
los
pasos
de
este
cánido
en
territorios
en
Reino
Unido
han
sido

silenciados
por
el
hombre
desde
hace
varios
siglos.

¿Cuántos?
Realmente
se

desconoce
la
fecha

en
la
que
se
mató
al
último
lobo
británico.
El
leyendario
alude
a

finales
del
siglo
XIV
,
que
aluden
a
que
el
último
ejemplar
fue
abatido
en
Humphrey
Head,
una
pequeña
ensenada
en
el
noroeste
de
Inglaterra,
a
apenas
25
kilómetros
de
Lancaster.

Cuándo
desapareció
el
lobo
de
Inglaterra

Obviamente,
se
trata
de
una

leyenda
del
folklore
de
Cumbria

que
no
se
puede
tomar
muy
en
cuenta.
Sin
embargo,
ha
saltado
a
la
palestra
con
la

aparición
de
unos
restos

que,
quizá,
pertenecieran
al
último
lobo
de
Inglaterra.

lobo

lobo


A
pesar
de
su
condición
insular,
se
estima
que
el
lobo
inglés
tendría
el
mismo
tamaño
que
el
lobo
continental.
©vladimircech

Freepik.

Sin
embargo,
eso
no
quiere
decir
que
el
lobo
lleve
extinto
de
Reino
Unido
desde
hace
varios
cientos
de
años.
Opciones
más
realistas
y
contrastadas
suponen
que
el
último
lobo
sería
cazado
en
Escocia
a
finales
del
siglo
XVIII,
aunque
la
realidad
apunta
a
que

sería
ya
en
los
estertores
del
siglo
XIX.

Sin
embargo,
en
Inglaterra
es
bastante
plausible,
como
explican
desde,
que
el
lobo
ya
estuviera
extinto
durante
el
reinado
de
Enrique
VII,
en
torno
al
año
1500.

Más
de
medio
milenio
sin
aullidos
para
un
país
construido,
en
cierto
modo,
a
base
de
lana
de
oveja
y
que
incluso
en
algunas
de
sus

crónicas
medievales

ya
avalaba
la
buena
disposición
a
perseguir
y
aniquilar
al
lobo
hasta
sus
últimas
consecuencias.

La


Crónica
anglosajona
,
un
manuscrito
del
siglo
IX
escrito
durante
el
reinado
de
Alfredo
el
Grande,
ya

mencionaba
la
temporada
de
caza
del
lobo
,
extendida
hasta
finales
de
marzo,
época
de
cría
del
lobo
y
cuando
más
vulnerable
era.

Lobo

Lobo


Aunque
hay
intenciones
de
reintroducir
al
lobo
de
manera
salvaje
en
Inglaterra,
aún
no
se
han
producido.
©Wirestock

Freepik.

No
es
el
único

documento
histórico

que
avala
la
inquina
británica
por
el

Canis
lupus
.
El
rey
Athelstan
exigía
en
el
año
950
un

impuesto
de
300
pieles
de
lobo
anuales
a
uno
de
sus
vasallos,

el
rey
galés
Hywel
Dda,
habida
cuenta
de
los
problemas
que
los
lobos ‘fronterizos’
entre
Inglaterra
y
Gales
suponían
a
los
ganados
de
Athelstan.

Aquí
ya
se
encuentran
pistas
de
lo
importante
que
era
para
los
jerarcas
ingleses
controlar
al
lobo.
Tanto
como
para
que
se
ofrecieran

territorios
a
costa
de
defender
del
enemigo
y
del
lobo
,
como
sucedió
con

Guillermo
el
Conquistador
,
uno
de
los
reyes
normandos,
hacia
Robert
de
Umfraville,
uno
de
sus
feudatarios
en
Northumberland.

Unos
cardan
la
lana,
y
otros
se
llevan
la
fama

Tanto,
además,
como
para
que
el
rey
Juan
ofreciese

recompensas
de
cinco
chelines
por
cada
piel
de
lobo.

No
sería
el
único,
insistimos.
Eduardo
I,
al
que
muchos
quizá
conozcan
por
ser
el
rey
inglés
que
se
enfrentó
–y
derrotó–
al
líder
escocés

William
Wallace
,
llegó
a
emplear
a
un
caballero
solo
con
la
misión
de
erradicar
al
lobo
de
sus
dominios
en
el
oeste
de
la
isla.
Además
de

insistir
en
la
necesidad
de
exterminar
al
lobo
.

El
nombre
del
caballero
era

Peter
Corbett

y
su
fama,
más
allá
de
la
guerra,
trascendió
a
tal
nivel
que
se
le

apodó
como
el
Cazador
Poderoso

(The
Mighty
Hunter
).

ovejas

ovejas


La
economía
medieval
británica
dependía
enormemente
del
comercio
lanar,
razón
que
motivó
en
gran
parte
el
exterminio
del
lobo.
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El

odio
de
la
realeza
británica
hacia
el
lobo

seguiría
años
más
tardes.
Eduardo
III,
nieto
del
anterior,
haría
lo
propio
con

Thomas
Engaine
,
al
que
le
encomendó
la
misión
de
criar
los
perros
perfectos
para
cazar
lobos
y
zorros.
Tanto
es
así
que
el
escudo
de
armas
de
Engaine
era
un

lobo
huyendo
de
una
lanza
rota
.

¿Era
todo
un
capricho
de
señores
feudales
y
medievales?
Pues
no,
o
no
del
todo.
Para
el
año
1290
se
estimaba
que
la
cabaña
ovina
británica
ascendía
a
unos
cinco
millones
de
animales
lo
que
representa
unos

30.000
sacos
de
lana
anuales,

donde
cada
saco
equivaldría
a
153
kilos
de
lana,
A
los
que
se
refiere
el
escritor
y
periodista
Robert
Winder
en


The
Last
Wolf
,
en
una
obra
que
indaga
en
los
orígenes
fundacionales
de
Inglaterra
como
nación.

No
es
una
cuestión
menor.
Apenas
un
siglo
después,
ya
en
el
reinado
de
Enrique
V,
el
63%
de
los
ingresos
de
la
corona
británica
procedían
exclusivamente
de
los

impuestos
con
los
que
estaba
gravada
la
lana.

Razón
que
habría
justificado
la
persecución
hasta
la

total
aniquilación
del
lobo
de
sus
territorios

y,
a
su
vez,
el
alto
valor
que
tendría
la
oveja
y
la
lana
allí.

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Tanto
es
así
que
el
Lord
Speaker
de
la
Cámara
de
los
Lores
lleva

sentándose
desde
el
siglo
XIV,

por
orden
de
Eduardo
III,
en
un
asiento
conocido
como


Woolsack
,
es
decir,
el
saco
de
lana,
en
honor
a
la
importancia
del
producto.

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