A 32 años de la muerte del cantautor y poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa

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Zitarrosa, y el compromiso con su tiempo

Zitarrosa, y el compromiso con su tiempo

Este domingo se cumplen 32 años de la muerte del popular compositor, poeta y cantor uruguayo Alfredo Zitarrosa (1936-1989), creador de emblemáticas canciones como “Guitarra negra”, “El violín de Becho”, “Doña Soledad” y “Milonga de contrapunto”, una composición abiertamente política que grabó hace 50 años y que dada su extensa duración ocupó las dos caras de un LP.

“Yo siento que no me miente/la copla cuando se niega/la sangre que no me entrega/la guarda como simiente/pero si el pueblo es torrente/ y si el canto es su sonido/que me explique yo le pido/por qué no hay una canción cantada por un cantor/que no caiga en el olvido”, son algunos de los versos que componen esta obra registrada en 1971 y que finalmente no fue editada porque el sello R&R Gioscia, la principal de Uruguay, se opuso.

Alfredo Iribarne -su verdadero nombre-, nació en Montevideo el 10 de marzo de 1936; a lo largo de sus 52 años de vida se destacó como cantor, poeta, compositor y periodista.

Sus primeros pasos en el mundo del arte los dio en 1954, cuando ofició de locutor en una emisora radial; luego escribió en el semanario Marcha.

Su faceta musical comenzó a aparecer en Perú, en 1964, cuando se presentó en un programa que se emitía por el Canal 13, Panamericana de Televisión.

Ese año comenzó a dedicarse a cantar, desarrollando un estilo propio a partir de su voz grave y envolvente, y desde su gran dominio de la guitarra y el contenido político de sus letras. Se erigió en un referente de la canción en Latinoamérica.

En 1966 participó en el Festival de Cosquín (Córdoba, Argentina) y participó de varios encuentros folclóricos latinoamericanos. “Doña Soledad”, “Pa’l que se va”, “Guitarra negra” y “El violín de Becho” son algunas de sus canciones más reconocidas.

Zitarrosa se convirtió en una de las grandes voces del canto popular latinoamericano, con raíces de izquierda y folclóricas. Adhirió al Frente Amplio de la Izquierda uruguaya, lo que lo llevó el ostracismo y finalmente un doloroso exilio durante los años de la dictadura.

Sus canciones estuvieron prohibidas en Argentina, Chile y Uruguay durante los regímenes dictatoriales que gobernaron esos países. Vivió entonces, sucesivamente, en Argentina, España y México, a partir del 9 de febrero de 1976.

Levantada la prohibición de su música, como la de tantos en la Argentina luego de la Guerra de las Malvinas, se radicó nuevamente en Buenos Aires, donde realizó tres inolvidables recitales en el Estadio Obras Sanitarias en julio de 1983.

Casi un año después volvió a Uruguay, donde tuvo una histórica y multitudinaria recepción el 31 de marzo de 1984, que el cantautor describió como «la experiencia más importante» de su vida.

Zitarrosa murió a los 52 años, el 17 de enero de 1989, a causa de una peritonitis, dejando un enorme legado a la música popular latinoamericana.