Sin Diego Maradona, Argentina difícilmente hubiera ganado el Mundial de 1986. Era la estrella de un equipo. Y como bien dice la palabra, había equipo. Porque a su vez, sin el respaldo de sus compañeros, Pelusa no hubiera brillado. Una parte ayudó a la otra. Esa selección estaba compuesta por hombres, con personalidad para afrontar esa Copa del Mundo. Y entre ellos estaba José Luis Brown. En Olé repasamos su historia mundialista.
Del riñón de Estudiantes, Carlos Bilardo confió en él cuando pocos creían. «Estaba sin equipo. Decían que yo iba a ir a México a cebarle mates a Carlos», contó en más de una entrevista. Por un problema de salud sufrido por Daniel Passarella, Brown se ganó la titularidad en el primer partido ante Corea del Sur. Curiosamte, Deportivo Español lo había dejado libre antes del certamen mundialista. Sin club, Brown la rompió. Un pilar en el fondo argentino a lo largo de los siete compromisos. Y la frutilla del postre llegó en la final ante Alemania, por doble acontecimiento.
Cuando el Tata Brown jugó la final del mundo lesionado
Especial de Olé.
Primero, por el gol a los 23 minutos de la parte inicial. Tiro libre ejecutado por Jorge Burruchaga, el arquero alemán Schumacher que salió a cualquier parte y la sapiencia del Tata para mandarla adentro. «Cuando veo que viene la pelota, gané la posición, empujé al propio Diego y metí el frentazo. Cabeceé y cuando apoyé los pies, salí corriendo. Sabía que la pelota había entrado», recuerda continuamente, con emoción y orgullo, el ex zaguero.
Tata Brown en la final de 1986.
Ya en el segundo tiempo, tras el tanto de Jorge Valdano para el 2-0 a los diez minutos, llegó la otra faceta heroica del nacido en la ciudad bonaerense de Ranchos y por la que tanto es respetado. Un alemán lo chocó en un cuerpo a cuerpo y se terminó luxando el hombro. Dolorido, tuvo que ser asistido, pero se negó a salir de la cancha y terminó jugando el partido de esa forma. Sí, lesionado. «Tenía un dolor insoportable. Lo primero que le dije al doctor Madero fue ‘ni se te ocurra sacarme, no salgo ni muerto’. Me mordí la camiseta, le hice dos agujeros para meter los dedos (ndr: para dejar prácticamente invomilizado el brazo derecho) y finalizar así. Había pasado por un montón de cosas difíciles y ni loco iba a dejar la final», comentó sobre aquella valiente decisión. El sacrificio valió la pena por la victoria final.
Tata Brown en la final de 1986.
Tata Brown en la final de 1986.
Hasta la fecha, Brown, de 61 años, conserva en su casa aquella camiseta con el número 5, agujereada. Además, a pesar del paso del tiempo, sufre también las secuelas de aquel golpe. Más allá de eso, saca pecho por la satisfacción de haber conseguido el título con Argentina y, por si fuera poco, haber marcado el gol en la final y haber aguantado a pesar del problema físico. Puro coraje.
Tata Brown en la final de 1986.
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