A
los
pies
de
la
Sierra
de
Guadarrama,
donde
los
pinares
se
confunden
con
las
nieblas
matinales
y
el
aire
fresco
desciende
desde
los
altos
de
Peñalara,
se
esconde
un
lugar
que
parece
detenido
en
el
tiempo. 
El
Real
Sitio
de
San
Ildefonso,
popularmente
conocido
como
La
Granja,
despliega
ante
el
visitante
un
escenario
en
el
que
conviven
el
esplendor
cortesano
y
la
serenidad
de
la
naturaleza
castellana.
Apenas
once
kilómetros
lo
separan
de
Segovia
y
poco
más
de
una
hora
lo
conectan
con
Madrid,
lo
que
lo
convierte
en
una
de
esas
escapadas
recurrentes
que
siempre
dejan
con
ganas
de
volver.
Quien
se
adentra
en
sus
calles
descubre
de
inmediato
la
huella
de
los
Borbones,
en
especial
la
de
Felipe
V,
que
encontró
aquí
un
refugio
semejante
a
los
palacios
de
su
infancia
francesa. 
 

Fuente
de
la
Carrera
de
Caballos.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
De
su
empeño
nació
el
imponente
palacio
rodeado
de
jardines
de
inspiración
versallesca,
con
fuentes
monumentales
que
parecen
cobrar
vida
cada
verano
al
ritmo
de
los
juegos
de
agua.
A
su
sombra,
el
pequeño
caserío
creció
en
torno
a
plazas,
iglesias
y
talleres
que
dieron
forma
a
una
comunidad
con
identidad
propia.
Pero
La
Granja
no
es
solo
un
eco
del
pasado
regio.
Su
atractivo
se
extiende
más
allá
de
las
tapias
palaciegas,
ofreciendo
al
viajero
un
turismo
activo
entre
senderos,
cascadas
y
miradores.
El
contraste
entre
el
bullicio
cortesano
de
antaño
y
la
calma
que
se
respira
en
los
montes
de
Valsaín
es,
quizá,
el
mayor
secreto
de
este
enclave.
Un
lugar
donde
resulta
tan
fácil
perderse
en
la
contemplación
de
una
sala
de
tapices
como
en
la
frescura
de
un
hayedo.
 

Montes
de
Valsaín.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
Y
como
toda
escapada
castellana
que
se
precie,
la
experiencia
no
sería
completa
sin
una
mesa
bien
servida.
Los
judiones
de
La
Granja,
guisados
lentamente
y
acompañados
de
carnes
y
embutidos,
son
un
emblema
de
la
gastronomía
local
que
se
disfruta
con
la
misma
intensidad
en
tabernas
familiares
como
en
restaurantes
de
renombre.
Con
estos
ingredientes,
el
Real
Sitio
se
revela
como
un
destino
en
el
que
conviven
palacios
y
montañas,
fuentes
y
calderos,
pasado
regio
y
presente
vibrante.
para
viajar
seguro
este
verano
Día
1:
Una
Granja
palaciega
Mañana:
recorrido
por
los
jardines
La
primera
toma
de
contacto
con
el
Real
Sitio
debería
comenzar
en
sus
jardines,
un
espacio
donde
naturaleza
y
arte
se
funden
en
un
conjunto
que
recuerda
al
visitante
que
aquí
nació
un
pequeño
Versalles
castellano.
Pasear
entre
avenidas
arboladas
y
parterres
geométricos
es,
más
que
un
simple
recorrido,
una
forma
de
leer
la
historia
a
través
del
paisaje.
Los
setos
perfectamente
recortados
y
los
juegos
de
perspectivas
diseñados
en
el
siglo
XVIII
siguen
transmitiendo
la
grandeza
que
los
monarcas
quisieron
imprimir
a
este
lugar.
 

Jardines
del
Palacio
Real
de
La
Granja
de
San
Ildefonso.
©Patrimonio
Nacional.
Las
fuentes
monumentales
son,
sin
duda,
el
gran
atractivo
del
conjunto.
Esculturas
mitológicas
de
bronce
y
mármol
representan
escenas
de
dioses,
héroes
y
criaturas
fantásticas
que
parecen
cobrar
vida
al
brotar
el
agua.
Aunque
no
siempre
funcionan
de
manera
continua,
el
paseo
merece
la
pena
por
la
belleza
escultórica
y
la
grandiosidad
de
su
diseño.
El
eje
que
une
la
fuente
de
las
Ocho
Calles
con
la
de
la
Fama
ofrece
una
de
las
perspectivas
más
impresionantes
del
recinto.
El
visitante
puede
elegir
distintos
recorridos
según
su
interés.
Los
más
curiosos
disfrutarán
de
los
paseos
más
íntimos,
con
rincones
recogidos
como
el
estanque
del
Mar,
que
refleja
en
sus
aguas
el
perfil
de
las
montañas
cercanas.
Quienes
prefieran
una
visión
panorámica
pueden
recorrer
los
ejes
principales,
donde
el
orden
geométrico
se
despliega
en
toda
su
magnificencia.
Sea
cual
sea
la
elección,
lo
importante
es
dejarse
llevar
por
la
atmósfera
tranquila
que
impregna
el
lugar.
 

Fuente
de
los
Baños
de
Diana
en
el
Palacio
Real
de
La
Granja
de
San
Ildefonso.
©Patrimonio
Nacional.
La
estación
en
la
que
se
visite
cambia
radicalmente
la
experiencia.
En
primavera,
los
jardines
se
tiñen
de
verdes
brillantes
y
flores
que
llenan
de
color
los
paseos.
En
verano,
la
sombra
de
los
grandes
árboles
invita
a
caminar
sin
prisa
mientras
el
rumor
del
agua
acompaña.
En
otoño,
el
espectáculo
cromático
de
los
robles
y
castaños
aporta
una
belleza
melancólica.
Y
en
invierno,
la
nieve
convierte
al
conjunto
en
un
escenario
de
cuento.
 

Fuente
de
Apolo
en
los
jardines
del
Palacio
Real
de
La
Granja
de
San
Ildefonso.
©Patrimonio
Nacional.
Este
recorrido
matinal
ofrece
también
la
oportunidad
de
comprender
mejor
la
relación
entre
el
palacio
y
su
entorno
natural.
Los
jardines
no
fueron
concebidos
como
un
simple
adorno,
sino
como
una
prolongación
del
poder
regio
en
la
naturaleza.
Caminar
por
ellos
es,
en
cierto
modo,
seguir
las
huellas
de
quienes
los
idearon
como
escenario
perfecto
para
ceremonias,
paseos
y
fiestas
cortesanas.
Comida:
un
viaje
en
el
tiempo
El
chef
Borja
Aldea
ha
aterrizado,
tras
pasar
por
restaurantes
con
estrella
Michelin
como
Disfrutar
(tres
estrellas
y
mejor
restaurante
del
mundo
en
2024)
o
el
bilbaíno
Etxanobe,
en
La
Granja
y
lo
hace
mirando
al
pasado
para
ofrecer
muchísimo
presente
desde
Reina
XIV. 
 

Sala
de
Reina
XIV.
Además,
cuenta
con
el
asesoramiento
del
sumiller
David
Robledo,
un
mítico
de
la
hostelería
nacional,
con
experiencia
en
establecimientos
como
Santceloni
o
Ambivium,
aunque
la
defensa
de
la
sala
y
la
sumillería
la
ejerce
Luis
Pita,
custodio
de
más
de
150
referencias
donde
no
faltan
etiquetas
del
Marco
de
Jerez
 

Solomillo
con
salsa
Café
de
París.
©Reina
XIV.
Aquí,
con
técnica
y
precisión,
reelabora
algunos
elementos
que
permiten
conocer
el
recetario
palaciego
de
los
tiempos
de
Felipe
V,
dando
importancia
la
producto
local
y
a
la
caza,
pero
siempre
con
esas
recetas
históricas
–bien
trasladadas–
a
la
actualidad
como
el
bollo
Isabel
de
Farnesio
o
la
trucha
segoviana
en
una
versión
2.0.
 

Butifarra
de
cordero
con
ciruelas
y
piñones.
©Reina
XIV.
También,
no
en
vano,
trabaja
con
éxito
cazas
y
carnes
clásicas,
además
de
postres
de
vieja
escuela,
todo
ello
en
un
ambiente
acogedor
y
sereno
en
el
que
también
dispone
dos
menús
degustación
donde
viaja
al
pasado
para
ofrecer
hoy
recuerdos
gastronómicos
de
antaño.
Tarde:
recorrido
por
el
interior
del
palacio
y
de
sus
museos
Tras
la
pausa
del
mediodía,
el
interior
del
Palacio
Real
invita
a
sumergirse
en
la
intimidad
de
la
corte
borbónica.
La
fachada
exterior,
sobria
en
comparación
con
otros
palacios
europeos,
se
abre
a
un
conjunto
de
estancias
donde
se
mezclan
el
ceremonial
y
lo
doméstico.
Cada
sala
conserva
parte
del
espíritu
de
una
época
que
marcó
el
rumbo
de
la
monarquía
española.
 

Fachada
del
Palacio
Real
de
La
Granja
de
San
Ildefonso.
©Patrimonio
Nacional.
El
Salón
de
Mármoles
y
la
Sala
de
los
Espejos
muestran
con
claridad
la
influencia
francesa
que
Felipe
V
quiso
trasladar
a
su
residencia
segoviana.
Techos
pintados
al
fresco,
lámparas
de
cristal
y
tapices
flamencos
envuelven
al
visitante
en
un
ambiente
de
lujo
contenido,
más
refinado
que
ostentoso.
La
Capilla
Real,
aún
en
uso,
recuerda
el
peso
que
la
religiosidad
tenía
en
la
vida
palaciega.
 

Sala
de
Mármoles
del
Palacio
Real
de
la
Granja
de
San
Ildefonso.
©Patrimonio
Nacional.
Especial
mención
merece
la
colección
de
tapices,
considerada
una
de
las
más
ricas
de
Europa.
Sus
escenas
históricas
y
mitológicas,
bordadas
con
una
precisión
extraordinaria,
ofrecen
una
auténtica
lección
de
arte
textil.
El
visitante
puede
detenerse
en
los
detalles
de
cada
pieza,
descubriendo
un
mundo
de
colores
y
texturas
que
aún
hoy
sorprenden
por
su
vivacidad.
 

Museo
de
Tapices.
©Patrimonio
Nacional.
El
conjunto
se
completa
con
museos
como
el
del
Vidrio,
instalado
en
la
antigua
Real
Fábrica,
que
permite
descubrir
una
de
las
industrias
que
dieron
fama
a
la
localidad.
La
tradición
vidriera
sigue
viva
en
talleres
artesanales
donde
todavía
se
sopla
el
cristal
con
técnicas
heredadas
del
siglo
XVIII.
Esta
combinación
de
historia
cortesana
e
industria
local
convierte
la
visita
en
un
viaje
cultural
muy
completo.
 

Museo
del
Vidrio
en
la
Real
Fábrica
de
Cristales.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
El
paseo
por
el
interior
del
palacio
y
sus
museos
no
solo
aporta
conocimiento
artístico,
sino
también
la
sensación
de
haber
atravesado
una
frontera
temporal.
Al
salir
de
nuevo
a
las
calles
del
Real
Sitio,
se
comprende
por
qué
este
enclave
no
fue
un
simple
capricho
regio,
sino
un
espacio
donde
se
diseñó
parte
de
la
vida
cultural
y
social
de
toda
una
época.
Cena:
La
Fundición
Con
un
estilo
más
ecléctico,
tanto
en
carta
como
en
decoración,
La
Fundición
se
ha
consagrado
dentro
de
La
Granja
como
un
restaurante
de
destino
donde
no
solo
se
come
bien,
sino
donde
el
interior
–especialmente
su
terraza
patio–
también
actúa
como
refugio
en
cualquier
momento
del
año,
y
que
pone
en
el
mapa
(incluso
Michelin,
como
Recomendado)
a
este
restaurante.
 

Croquetas
fluidas
de
judiones
de
La
Granja.
©La
Fundición.
La
cocina,
valiéndose
de
producto
y
elementos
clásicos,
ha
salido
más
allá
de
los
elementos
tradicionales
de
La
Granja
como
los
judiones
–que
ofrece
en
unas
croquetas
superlativas–,
pero
la
gracia
de
La
Fundición
es
dejarse
aconsejar
con
los
fuera
de
carta
y
por
las
propuestas
de
caza
y
carne
que
suele
haber
en
una
carta
con
ciertos
toques
franceses.
 

Rulo
de
cochinillo
ahumado
y
crema
de
Yuzu.
©La
Fundición.
Potente
carta
de
vinos,
con
muchas
referencias
no
tan
inusuales,
complementan
la
propuesta
de
un
restaurante
al
que
mantener
en
el
radar,
bien
sea
como
escapada
al
pueblo
o
simplemente
para
ir
allí
ex
profeso.
Día
2:
La
Granja
más
allá
del
palacio
Mañana:
recorrido
por
el
pueblo
El
segundo
día
invita
a
mirar
más
allá
de
los
muros
palaciegos
y
adentrarse
en
el
propio
núcleo
urbano
del
Real
Sitio.
Sus
calles,
con
casas
de
piedra
y
balcones
de
hierro
forjado,
conservan
un
aire
sereno
que
recuerda
la
vida
cotidiana
de
la
villa
que
creció
al
amparo
de
la
corte.
Pasear
por
la
calle
de
la
Reina
o
la
plaza
de
los
Dolores
es
encontrarse
con
la
escala
más
humana
de
un
lugar
que,
durante
siglos,
vivió
a
la
sombra
del
palacio.
 

Calle
de
la
Reina.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
Uno
de
los
puntos
de
referencia
es
la
Real
Colegiata
de
la
Santísima
Trinidad,
templo
barroco
que
Felipe
V
mandó
construir
y
en
cuyo
interior
reposan
sus
restos
junto
a
los
de
su
esposa,
Isabel
de
Farnesio.
Su
sobria
fachada
contrasta
con
la
riqueza
decorativa
de
los
retablos
y
la
solemnidad
de
sus
bóvedas,
que
transmiten
el
peso
espiritual
que
este
enclave
tuvo
en
la
vida
cortesana.
 

Patio
de
la
Herradura.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
Otro
alto
obligado
es
el
entorno
de
la
Real
Fábrica
de
Cristales,
hoy
convertido
en
museo
y
espacio
de
exhibición.
Aunque
ya
se
haya
visitado
el
día
anterior,
la
zona
merece
un
paseo
tranquilo
para
apreciar
cómo
el
pasado
industrial
se
integra
en
la
vida
del
pueblo.
En
las
calles
cercanas
todavía
pueden
encontrarse
talleres
y
tiendas
que
conservan
la
tradición
vidriera,
con
piezas
únicas
que
se
ofrecen
como
recuerdo.
 

Real
Colegiata
del
Palacio
de
la
Granja
de
San
Ildefonso.
©Turismo
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
La
visita
al
pueblo
no
estaría
completa
sin
detenerse
en
sus
plazas
y
en
sus
fuentes
menores,
que
reproducen
a
pequeña
escala
el
espíritu
de
los
grandes
jardines.
Rincones
como
la
plaza
de
Canalejas
o
el
entorno
del
convento
de
San
Pascual
aportan
una
visión
más
íntima,
lejos
de
los
circuitos
turísticos
más
habituales.
Aquí
se
percibe
el
ritmo
pausado
de
la
vida
local,
con
vecinos
que
conversan
en
las
puertas
y
aromas
de
guisos
que
escapan
de
las
cocinas.
Comida:
Casa
Zaca
 

Judiones
de
La
Granja.
©Casa
Zaca.
Referencia
ineludible
e
indispensable
para
comer
los
auténticos
judiones
de
La
Granja,
Casa
Zaca
es
un
tótem
de
la
cocina
tradicional
con
sus
salones
de
viga
vista,
típica
impronta
de
mesón
castellano,
que
abrió
sus
puertas
con
este
nombre
en
el
año
1940,
cuando
Zacarías
Peinador
se
hizo
con
él
para
hacerlo
taberna.
 

Rabo
de
toro.
©Casa
Zaca.
No
obstante,
el
salto
vendría
con
la
siguiente
generación,
encabezada
por
su
hijo
Mariano
y
su
nuera
Antonia
Cornejo,
con
la
evolución
a
casa
de
comidas
donde
los
guisos
de
Antonia
comenzaron
a
hacerse
un
hueco
en
el
acerbo
popular.
 

Huevos
con
bechamel
y
gambas
en
salsa
de
almejas.
©Casa
Zaca.
Restaurante
imprescindible,
aquí
además
de
judiones,
también
se
viene
a
por
sus
patatas
a
la
importancia,
al
guiso
de
almejas
y
alcachofas,
a
la
lengua
estofada
y
a
por
sus
pimientos
del
piquillo
rellenos
de
carne,
aunque
la
carta,
amplia,
merece
la
pena
incluso
acudir
varias
veces
en
una
misma
escapada. 
Tarde:
recorrido
senderista
por
Valsaín
La
tarde
del
segundo
día
abre
la
puerta
al
lado
más
natural
de
la
escapada.
Muy
cerca
del
núcleo
urbano,
los
Montes
de
Valsaín
ofrecen
una
red
de
senderos
que
atraviesan
bosques
de
pino
silvestre,
robledales
y
arroyos
cristalinos.
La
sensación
al
entrar
en
este
paisaje
es
la
de
dejar
atrás
cualquier
atisbo
de
vida
cortesana
y
adentrarse
en
un
escenario
dominado
por
el
silencio
y
los
sonidos
del
bosque.
 

La
Chorranca.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
Entre
las
rutas
más
recomendadas
se
encuentra
la
que
conduce
hasta
las
cascadas
del
Chorro
Grande
y
del
Chorro
Chico,
dos
saltos
de
agua
que
sorprenden
por
su
belleza
y
por
el
frescor
que
transmiten
incluso
en
pleno
verano.
El
sendero
serpentea
entre
pinares
centenarios
y
claros
que
se
abren
con
vistas
espectaculares
hacia
la
sierra.
Es
un
recorrido
accesible
que
permite
disfrutar
tanto
de
la
vegetación
como
de
los
panoramas.
Quienes
prefieran
un
paseo
más
tranquilo
pueden
optar
por
el
camino
que
recorre
las
praderas
de
Navalhorno,
con
espacios
abiertos
donde
se
mezclan
pastos
y
arboledas.
En
esta
zona
es
habitual
avistar
aves
rapaces
y,
con
algo
de
suerte,
algún
ciervo
que
se
deja
ver
entre
los
claros
del
bosque.
La
riqueza
natural
de
Valsaín
convierte
cualquier
ruta
en
una
experiencia
sensorial
completa.
 

Embalse
de
Pontón
Alto.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
Los
amantes
de
la
historia
también
encontrarán
en
estos
montes
huellas
del
pasado.
Restos
de
antiguas
carboneras,
chozos
de
pastores
o
pequeñas
ermitas
recuerdan
que
durante
siglos
estas
tierras
fueron
fuente
de
recursos
para
los
habitantes
de
la
comarca.
Caminar
por
estos
senderos
es,
de
algún
modo,
recorrer
la
memoria
de
un
territorio
en
el
que
la
vida
humana
siempre
estuvo
ligada
a
la
montaña.
 

Valsaín.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
Terminar
la
jornada
en
Valsaín
permite
cerrar
la
visita
a
La
Granja
con
una
visión
panorámica:
del
esplendor
palaciego
al
latido
de
la
naturaleza.
Tras
dos
días
de
recorrido,
el
viajero
habrá
conocido
tanto
el
legado
monumental
de
los
Borbones
como
el
paisaje
vivo
que
rodea
al
Real
Sitio.
Un
contraste
que
convierte
esta
escapada
en
un
viaje
completo,
donde
cada
paso
se
tiñe
de
historia,
cultura
y
naturaleza.
Cena:
más
allá
del ‘centro’
No
es
que
se
pueda
considerar
que
La
Granja
tenga
mucha
periferia,
pero
sí
hay
un
par
de
restaurantes,
no
tan
céntricos,
que
cumplen
con
un
ticket
medio
más
que
aseado
y
que
para
cenar
o
comer
bien
son
indispensables
en
la
localidad.
 

Gran
judíada
durante
las
fiestas
de
San
Luis.
©Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso.
El
primero
de
ellos
es
la
Casa
de
Comidas
Rinthin,
un
clásico
con
un
menú
de
fin
de
semana
bastante
competitivo
donde
no
faltan
entrecot,
chipirones
encebollados,
cachopo
o
los
siempre
bien
recibidos
judiones,
al
que
merece
la
pena
echar
el
guante.
La
otra
alternativa
también
para
apostar
por
una
Granja
más
amable
con
el
bolsillo
es
acercarse
a
El
Hábito,
donde
también
el
ticket
medio
ronda
los
30
euros
por
persona,
y
que
ya
más
cerca
del
corazón
del
pueblo
ofrece
una
cocina
en
la
que
no
faltan
buenas
carnes,
algunos
pescados
(como
el
bacalao,
que
preparan
muy
bien)
y
postres
caseros. 
Imágenes
|
Turismo
del
Real
Sitio
de
San
Ildefonso
/
Patrimonio
Nacional
/
Restaurante
La
Fundición
/
Casa
Zaca
/
Reina
XIV
En
DAP
|
Los
mejores
restaurantes
de
Segovia
para
comer
cochinillo
asado
 
            







































