1988, el año que Israel jugó la Copa América

La
noticia
trepó
quemando
mapas
por
redes
sociales
y
explotó
en
las
redacciones
más
futboleras.
Rareza
(o
no
tanto
a
esta
altura
del
partido)
geográfica.
Con
la
presencia
del
propio


Chiqui
Tapia,
en
las
oficinas
de


Confederación
Sudamericana
de
Fútbol
en
la
paraguaya
Luque,
el
pasado
11
de
abril
un
video
documentaba
el
mismísimo
momento
de
la


firma
de
un
“histórico
acuerdo
de
cooperación”
entre
Shino
Zoartz,
presidente
de
la
Federación
Israelí,
y


Alejandro
Domínguez,
pope
del
fóbal
por
estos
pagos.
Extraña
relación.

Nunca
trascendió
la
letra
chica
del
pacto
pero
el
capo
de
la
IFA
no
dudó
en
asegurar
que
esperaba
que
la
selección
formase
pronto
“parte
de
uno
de
los
grandes
torneos
de
la
Conmebol.

Tal
vez,
la
Copa
América…”.
Y
de
paso
arrobó
a
la
UEFA
y
a
la
FIFA
como
para
el
pedido
se
formalice
un
poquito
más.

Esa
expresión
de
deseos,
hoy
por
hoy,
parece
complicada,
a
pesar
de
que
en
esta
edición
2024
pronta
a
concluir
del
más
antiguo
torneo
continental
de
selecciones,
hubo
un
paquete
de
combinados


Concacaf
(entre
ellos,
el
local
Estados
Unidos
y
el
canadiense
doblemente
vencido
por
La
Scaloneta)
que
se
metieron
en
el
show
business
por
la
ventana.
Japón
y
Qatar,
vale
recordar,
también
competieron
oficialmente
a
miles
de
kilómetros
de
sus
casas
en
este
certamen
nacido
en
1916.
Sin
embargo,

enfrentamiento
armado
mediante,
el
presente
-y
el
futuro-
futbolístico
de
Israel
está
en
veremos.

En
el
congreso
anual
de
FIFA
en
Tailandia,

Jibril
Rajoub,
representante
de
Palestina,
pidió
en
mayo
la
“suspensión
inmediata”
de
Los
Azules
y
Blancos.
Gianni
Infantino
recogió
el
guante
y
anunció
la
creación
de
un
Comité
de
Asesores
para
realizar
“una
evaluación
jurídica”
de
la
situación
antes
del
cierre
de
julio.
La
Confederación
Asiática
apoyó
la
moción
por
lo
que
acontece
en
la
Franja
de
Gaza
y
pide
sanciones
por
la
violación
de
los
estatutos
de
la
FIFA
relativos
a
los
Derechos
Humanos.

Más
allá
de
la
decisión
que
se
tome
-o
que
se
siga
pateando
para
adelante-,
lo
que
pocos
saben
es
que,
más
allá
de
los
ganchos
revolucionarios
que
se
pusieron
en
las
afueras
de
Asunción,

Israel
ya
jugó
una
Copa
América.
¿Eh?
Sí.
Y
no
anduvo
nada
mal.

Olé
te
cuenta
esa
historia
con
telarañas…

Desde
la
creación,
a
partir
de
una
resolución
de
la
ONU,
del
Estado
de
Israel
en
1947,
costó
incluir
a
su
fútbol
en
el
planisferio.
Recién
en
1956
fue
aceptado
por
la
Confederación
Asiática
después
de
que
Europa
mirase
para
otro
lado.
Sus
jóvenes
recién
pudieron
competir
oficialmente
en
1964
y,
a
pesar
de
la
tardanza,
comenzaron
a
ser
sensación,
llevándose
seis
Copas
Asiáticas
Sub
19

hasta
que
todo
se
rompió
en
1973
con
la
Guerra
de
Yom
Kipur
(o
del
Ramadán)
ante
el
Mundo
Arabe.
A
partir
de
ahí,
expulsado
con
la
pelotita
de
su
continente,

Israel
fue
nómade.
Primero,
participó
de
certámenes
de
Oceanía
y,
desde
1992,
fue
adoptado
por
la
UEFA.
Pero,
entre
medio,

tuvo
un
touch
&
go
en
Sudamérica.
Sí,
jugó
un
torneo
Conmebol…
Un
Juventud
de
América,
clasificatorio
al
Mundial…

Se
había
decidido
que
la
Copa
del
Mundo
juvenil
de
1989
se
jugase
en
Arabia
Saudita,
territorio
hostil
para
Israel.
Y
un
posible
dolor
de
cabeza
para
la
FIFA.
En
la
zona,
Los
Blancos
y
Azules
eran
potencia
y,
jugando
en
la
débil
Oceanía
(e
incluso
con
la
chance
de
un
Repechaje
ante
un
asiático)
eran
número
puesto
para
el
Mundial.

Según
la
prensa
israelí
(y
la
dirigencia
de
la
época),
fueron
conminados
a
jugar
en
la
más
que
competitiva
Sudamérica
para
aumentar
las
posibilidades
de
quedar
out.

Por
testimonios
recogidos
tiempo
después,
el
portal
local
Walla
asegura
que
en
la
reunión
técnica
previa
al
torneo,
en
Baires,
el
jefe
de
equipo
Lela
Shechuchinsky
juró
que
allí

le
anticiparon
que
no
tendrían
chance
de
clasificar,
aunque
el
torneo,
que
iba
a
organizar
Bolivia
primero
y
Paraguay
después
(desistieron
por
problemas
económicos)
entregaba
tres
cupos…
Además,
con
el
aporte
de
FIFA,
Coca
Cola
y
las
recaudaciones,
la
AFA
cubriría
todos
los
gastos
de
las
delegaciones.
Excepto
Israel.

Su
lugar
en
el
mundo
sería
el
hotel
de
la
Sociedad
Hebraica
Argentina,
en
el
kilómetro
51,5
de
la
Ruta
8,
a
la
altura
de
Pilar.
Muy
lejano
para
una
selección
que
jugaría
sus
cinco
partidos
en
Liniers,
en
el
Amalfitani.
Por
eso
acabaron
en
el
céntrico
Regente
Palace.
Descontrol.
Exceso
de
medialunas
con
almíbar
en
el
desayuno,
salidas
a
cenar
todas
las
noches,
servicio
de
peluquería
a
la
habitación,

visitas
a
una
Embajada
que
cinco
años
después
sería
derruida
por
el
terrorismo,
y
hasta
testigos
de
un
2-2
entre
Boca
y
River
en
La
Bombonera
con
un
bonus
track:

hinchas
Xeneizes
confundieron
el
micro
de
la
delegación
con
el
bondi
del
Millo
y
sus
vidrios
terminaron
destruidos…

En
lo
futbolístico,
el
elenco
de
Shlomo
Sharaf,
el
más
joven
del
torneo
y
de
brillante
camiseta
celeste
Puma,
comenzó
con
un
triunfo
ante
Paraguay.
Danny
Niron
fue
autor
del
histórico
1-0.
“Una
agradable
sorpresa
resultó
el
juvenil
israelí,
con
un
ordenado
escalonamiento
defensivo
en
el
que
sobresalió
su
líbero
Ran
Ben
Shimón…”,
graficaba
Sólo
Fútbol.
Ben
Shimón
hoy
es
el
DT
de
la
selección
mayor
que
hoy
sueña
con
jugar
Copa
América.
La
segunda
fecha
merece
párrafo
aparte.

Cuenta
la
leyenda
que
el
DT
fue
a
ver,
un
poquito
para
aprender
y
otro
para
espiar,
a
Carlos
Bilardo,
quien
junto
con
Carlos
Pachamé
supervisaba
las
tareas
de
la
Argentina.
Parece
que
el
doctor
metió
una
práctica
con
suplentes
en
puestos
poco
habituales
que
no
dan
pie
con
bola.
El
entrenador
israelí
se
envalentonó
con
este
panorama
y
puso
ante
la
Albiceleste
un
equipo
ultraofensivo.
Y
perdió.

Fue
2-0
para
los
nuestros
con
goles
de
Daniel
Hernández
y
un
jovencísimo
Diego
Simeone,
dentro
de
un
grupo
integrado
también
por
Bonano,
Ubeda,
Scotto,
Mohamed
y
el
Chino
Batista,
entre
otros.

La
historia
pudo
haber
cambiado
si
Itzik
Zohar,
quien
diez
años
después
jugaría
con
el
Crystal
Palace
en
la
Premier
League,
no
hubiese
roto
el
travesaño.
Luego
llegó
el
1-2
ante
Perú
y
un
par
de
victorias
ante
Venezuela
(1-0)
y
Chile
(3-0),
que
igualmente

no
permitieron
la
hazaña
de
superar
la
zona
de
grupos
por
diferencia
de
gol.

Muchos
representantes
de
ese
plantel
aún
hoy
hablan
de
“robo”.
Contra
Argentina,
una
agresión
al
juez
de
línea
le
hubiese
dado
los
puntos
(el
partido
estuvo
suspendido
por
15′)
y
contra
la
Roja,
cuando
se
presagiaba
una
paliza
que
podría
mejorar
su
goal
average,
el
árbitro
Ernesto
Filippi
lo
concluyó
algunos
minutos
antes.
El
uruguayo
sería
el
pito,
en
1993,
del
5-0
de
Colombia
sobre
la
Argentina
del
Coco
Basile
en
el
Monumental.
Pero
esa
es
otra
historia…