La ciencia-ficción es uno de los géneros más ricos y diversos que existen. En ella caben blockbusters de aventuras galácticas como ‘Star Wars’, así como sus plagios de baja estofa de origen mediterráneo de los ochenta; epopeyas metafísicas de inspiración literaria y películas de invasiones extraterrestres de serie B; o en fin, productos híbridos que beben también de otros géneros como el terror, el cine negro, el drama intimista o los superhéroes.
Hoy vamos a celebrar esa diversidad apuntando a películas que se alejan de las superproducciones que copan recomendaciones y éxitos de taquilla, y revisando películas donde prima la visión de un autor. También aquí hay subgéneros para todos los gustos, y no todo lo que vamos a ver es ciencia-ficción intimista y dramática. Hay creadores que también optan por el cine de género, el escapismo y la aventura, aunque a menudo con muchos menos medios que Disney.
Nuestra única regla es no repetir autores para que la selección sea lo más amplia posible, y también que esté disponible en alguna plataforma de streaming, lo que sin duda deja fuera muchas joyas de culto. Acompáñanos a un auténtico escaparate de la insólita variedad del género donde prima la imaginación y el sentido de la maravilla.
La Jetée (1962)
Esta peliculita experimental de 32 minutos de Chris Marker cuenta una historia de ciencia-ficción solo con fotos fijas, y fue la inspiración principal para ‘Doce monos’ de Terry Gilliam. En ella un hombre que tiene que viajar al pasado para salvar a la humanidad trata de reconstruir el recuerdo de su amada en tiempos de la Tercera Guerra Mundial. El resultado es una de las reflexiones más emotivas y laberínticas sobre la tangibilidad de la memoria y los recuerdos, y su mágica presencia en nuestras vidas.
Stalker (1979)
Tanto la sensacional ‘Solaris’ como ‘Stalker‘ son dos muestras absolutamente imprescindibles de la grandísima ciencia-ficción intimista que podía realizar Andrei Tarkovski. Aún más influyente que la citada adaptación de Stanislaw Lem (puedes rastrear su impacto en películas como ‘Aniquilación’ de Alex Garland), ‘Stalker’ está basada en el libro ‘Picnic al lado del camino’ de Arkadi Strugatski y Boris Strugatski. En ella conoceremos a un guía, el Stalker, que lleva a dos viajeros por la Zona, una misterioso lugar donde las leyes naturales no se aplican. Buscan la Habitación, un lugar donde se cumplen los deseos del viajero.
La grandeza de ‘Stalker’ está en la visualización de Tarkovski de la Zona, paraje alienígena e insondable, pero a la vez muy reconocible entre animales, casas abandonadas y vegetación indómita. Es la «ciencia-ficción de descampados» es su forma más exquisita. No es una película fácil, con un montaje que se entretiene en planos desoladoramente largos, pero el resultado es fascinante: uno de estos planos, el de la entrada en la Zona, es uno de los mejores ejemplos de cómo con elementos mínimos (el sonido, el uso del color) un director con una visión clara puede zambullirnos progresivamente en una entorno irreal y amenazador.
Videodrome (1982)
Absolutamente todo el cine de ciencia-ficción de Cronenberg (que es buena parte de su filmografía, de los horrores víricos de sus primeras películas a las distopías sutiles de los últimos años, pasando por esa eclosión de ciencia-ficción de los cincuenta atravesada por el turmix de la Nueva Carne que es ‘La mosca’) tiene interés. Pero pocas han sido tan visionarias y han envejecido tan bien como ‘Videodrome‘, una reflexión sobre cómo íbamos a acabar todos imbuídos en la Máquina, mucho antes de la masificación de internet.
Aquí el monstruo es catódico, y la bestia, la televisión, pero la conspiración funciona igual: el programador de una televisión por cable encuentra un programa ilegal, Videodrome, que desata en él una serie de mutaciones con las que se adentra en un complot para acabar con la vieja humanidad. Efectos increíbles, pesimismo militante y consignas como ‘Larga vida a la Nueva Carne’ o ‘Tiene una filosofía, y eso es lo que lo hace peligroso’, que siguen afiladas y pertinentes.
Primer (2004)
Una densa joya indie, debut alucinante de Shane Carruth, y que muchos consideran la película definitiva sobre viajes en el tiempo. Desde luego, está muy cerca de ser la más compleja y críptica, con un laberinto de significados y un argumento enrevesado que vale la pena revisitar una y otra vez. En ella, cuatro cientíticos construyen por accidente una máquina del tiempo que pronto desvela un potencial y desata unas ambiciones entre sus creadores que escapa completamente del control del grupo.
Moon (2009)
Duncan Jones ha pasado, en una sola década, de ser el directr joven más prometedor del género a difuminar su talento en proyectos sin interés. Esta primera película, sin embargo, es una exhibición de poderío narrativo, salido de un único escenario y un par de personajes (Sam Rockwell y la voz de Kevin Spacey), que cuentan las claustrofóbica historia de un astronauta que vuelve a la Tierra años después de trabajar en el espacio exterior, asistido por una IA. Lo que empieza como una historia de suspense, aventura y claustrofobia se convertirá en una odisea donde se desmoronará hasta su identidad.
Her (2013)
La historia de un escritor solitario (Joaquin Phoenix) que se enamora de la voz de una asistente virtual (Scarlett Johansson) sienta como un guante a este ejercicio equilibrista entre dos conceptos fascinantes. Por una parte, una reflexión acerca de la tecnología y cómo esta se ha apoderado hasta de los momentos más emocionales de nuestras vidas. Por otra, la eterna obsesión de Spike Jonze por el laberinto conceptual al que lleva dando vueltas desde ‘Cómo ser John Malkovich’, tan propio de la ciencia-ficción, que intenta desentrañar qué nos hace humanos, qué es nuestra identidad exactamente.
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La llegada (2016)
Una adaptación desafiante que le ha ganado a Denis Villeneuve la merecida fama (sumada a la secuela de ‘Blade Runner’ y la también adaptación ‘Enemy’, a partir de una novela de Saramago) de ser capaz de afrontar los desafíos más cerebrales del género en la actualidad, lo que le ha mandado directo a la nueva versión de ‘Dune’. Aquí se enfrenta a una novela casi abstracta de Ted Chiang acerca de los esfuerzos para entender un idioma asolutamente extraterrestre de una lingüista, espléndidamente interpretada en su versión por Amy Adams, en una película rebosante de ideas atrevidas e impactantes.
Interstellar (2014)
Aunque tiene serios problemas de tono, como cuando sustituye un fascinante discurso sobre la exploración espacial por una espiritualidad algo infantil, la exquisita pulcritud visual de ‘Interestellar‘ -tan propia de su director, Christopher Nolan., sostiene sin problemas la película. Eso y los guiños a la ciencia-ficción más tradicional y de género, cómo el punto de partida con una expedición espacial que inicia un viaje para salvar a la humanidad, o personajes tan memorables como los de los robots de asistencia. Con sus problemas, y como todo Nolan, es interesante sobre todo para ver, discutir y comentar.
Shin Godzilla (2015)
Es difícil determinar si esta es la mejor película de Godzilla, pero desde luego es la que tiene un sello autoral más claro detrás. Nada menos que Hideaki Anno, responsable del anime de culto ‘Evangelion’. Él recupera el espíritu de la versión de 1954 y crea un Godzilla absolutamente gigantesco, devastador y mutante, hijo genuíno del horror radioactivo, alejado de la encarnación pop y familiar que ha tenido durante décadas y con una velada crítica a los chupatintas japoneses que dota de nuevo significado al mítico saurio japonés.
Aniquilación (2018)
Aunque no es la más perfecta de las películas de Alex Garland (ese honor quizás corresponda a ‘Ex Machina’, que por cierto tienes en Movistar+), sí es una de las mejores pruebas de que estamos ante un renovador de la ciencia-ficción actual, tal y como te contamos en su momento. Garland parte aquí de una novela de Jeff VanderMeer y un planteamiento que recuerda a ‘Stalker’ para derivar en una dirección que le interesa más, la de la tecnología como un poder transformador que nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos. Algunas de las mejores criaturas y escenarios del cine de género reciente para una película parcialmente fallida, pero interesantísima.
El lado siniestro de la luna (2019)
En los años ochenta, un agente de policía se obsesiona con atrapar a un asesino en serie que reaparece cada nueve años. Pronto descubre que hay algo tras los crímenes que desafía la lógica. Más allá de su elemento fantástico, lo más interesante de esta producción de Netflix es el sello de Jim Mickle, experto en atmósferas opresivas y oscuras en películas como ‘Somos lo que somos’ o ‘Frío en julio’. Una película pequeña y sin grandes ambiciones, pero perfecta para recordarnos las muchas caras que puede adoptar el género.
Ad Astra (2019)
Una auténtica rareza en el cine actual, mucho más con Brad Pitt como cabeza visible. Se trata de una producción que entreteje las aventuras de exploraciones espaciales (con una persecución con piratas espaciales en la superficie de la luna, o un enfrentamiento con simios rabiosos en atmósfera cero) con el intimismo más propio del cine de su director, James Gray. Aquí, esa parte viene con una historia de dramático conflicto entre un padre (Tommy Lee Jones) desaparecido en el espacio exterior y su hijo (Brad Pitt) que sale en su busca.
Sin embargo, no es una mixtura tan extraña como pudiera parecer: el propio Gray ya experimentó con las aventuras más grandes que la vida y la epopeya dramática en su anterior película, ‘Z. La ciudad perdida’. El resultado esta vez es una rareza de alto presupuesto, una victoria visual y una prueba de que estamos a tiempo de actualizar las aún hoy fascinantes propuestas visuales de ‘2001. Una odisea en el espacio’.
El hoyo (2019)
Una de las sorpresas españolas de la temporada es esta modesta pero potentísima distopía que pasó fugazmente por cines y ahora ha encontrado cierto éxito internacional en Netflix. Es una distopía sencilla y corrosiva en la que en una torre de origen e intenciones desconocidas, sus residentes van cambiando arbitrariamente de piso mientras se reparten las sobras de los banquetes de las clases superiores. Como una especie de ‘Snowpiercer’ en vertical, pronto las semillas del descontento comenzarán a germinar en las víctimas de este experimento social.
