La ‘Batracomiomaquia’ o la Batalla de los ratones y las ranas es una obra épica que parodia ‘La Ilíada’ y está atribuida al propio Homero y su título ha llegado a significar “disputa estúpida”. Bien podría aplicarse el término a ‘Unicorn Wars’, nueva película de animación española estrenada en salas, cuya contienda tiene lugar entre una especie de osos amorosos y unicornios mágicos, aunque la batalla esconde algo más que el chiste de su título.
Como la pieza de Homero, lo que esconde esta batalla es un manifiesto antibélico que va más allá del gore y las burradas que podemos presenciar durante su más de hora y media. El nuevo trabajo de Alberto Vázquez tras ‘Psiconautas, los niños olvidados’ (2015), una propuesta que ya era poco habitual en España y rescataba las formas del cómic y la animación underground en una mezcla única que aquí tiene una continuidad formal y temática.
La delgada línea osa
En su nueva película tenemos a un ejército de ositos que adoctrina a jóvenes reclutas para la guerra que libran contra los unicornios y amenaza la seguridad del pueblo. Los hermanos Azulín y Gordi, junto a un inexperto grupo de reclutas, serán enviados a una peligrosa misión para salvar su tierra. Un cuartel de entrenamiento militar alberga a unos cuantos osos bajo las órdenes de un duro instructor que les prepara para afrontar difíciles pruebas relacionadas con el bosque mágico, un lugar cercano que encierra peligros incalculables.
Según narran las leyendas del Libro Sagrado, de allí fueron expulsados antaño los osos y en su lugar se instalaron como dueños de la zona los malvados unicornios, pero una profecía habla de que un oso beberá la sangre del último unicornio y entonces Dios volverá a reinar en aquel lugar. Cuando la nueva tanda de reclutas es solicitada para rescatar a una compañía desparecida en el bosque comienza una historia que puede recordar a ‘La chaqueta metálica’, con su división de mitades, de formación y contienda, entre otros clásicos de guerra.
Aunque trabaje todos los tropos del cine bélico, incluyendo las variaciones de horror de dicho género, ‘Unicorn Wars’ acaba revelándose como un oscuro relato de Génesis, con su propia versión de Caín y Abel, en una película irónica y salvaje, pero que va más allá de las variaciones gore de los dibujos “cuqui”, sino que da la vuelta a las series infantiles en clave de cine de adultos, donde la violencia extrema y el sexo tienen primero un efecto epatante, pero se acaban conectando con el discurso.
Más valor como fantasía oscura que como gamberrada
De hecho, el estilo inocente a lo Rankin-Bass se acaba conectando con su incursión en la fantasía de los 80, como la traumática ‘El último unicornio’ (The Last Unicorn, 2022), no solo por su temática de animales de fantasía, sino por su estilo trágico y terrorífico, que absorbe la magia del bosque como si fuera una película de la factoría Jim Henson, cuando se volvió oscuro, o el mismo tipo de propuestas en 2D del siempre tenebroso Don Bluth.
Vázquez lleva al extremo su idea con una crueldad y un retrato grotesco que podría salir de los mangas de Hideshi Hino, con ese estilo entre lo infantil y la decrepitud extrema, y una fascinación bicromática que tiende a la sencillez de los cuentos de hadas de Lotte Reiniger cuando nos introduce en el mundo de los unicornios y los terroríficos monos de un monasterio misterioso, que pueden hacerle sombra a los de ‘El Mago de Oz’ o ‘Congo’.
Su tramo final es un desfase de sangre, monstruos propios de un Shoggoth de Lovecraft o ‘El terror no tiene forma’ y una experiencia survival que mejora cuando se quita el sayo de animación transgresora de producciones americanas dedicadas a la provocación por contraste y se entrega a la épica de su relato tortuoso y triste, que se acerca más a René Laloux que a la animación agresiva de ‘Rick y Morty’ o ‘Superjail!’, para convertirse en uno de los títulos europeos más destacables de los últimos años.