393.044 kilómetros por hora. Esa es la velocidad que alcanzó la Parker Solar Probe, que es la sonda que más se ha acercado al Sol. Lo hizo el 29 de junio de 2020 y, desde entonces, tiene el honor de ser el objeto más rápido creado por el hombre. Antes de ella vino la sonda Juno y sus 265.000 kilómetros por hora y, antes, una tapa de alcantarilla.
La historia es tan rocambolesca como suena y, para conocerla, tenemos que remontarnos al año 1957 y movernos al Desierto de Nevada. Allí, entre el 27 de mayo y el 7 de octubre, tuvieron lugar 29 explosiones nucleares en la conocida como Operación Plumbbob. Algunas de ellas fueron subterráneas y fue en la 12, conocida como Pascal A, en la que empezó todo
Cuando una tapa de alcantarilla supera (por mucho) la velocidad de escape de la Tierra
Para probar cómo sería hacer una detonación bajo tierra, el Dr. Robert Brownlee, del Laboratorio Nacional de Los Álamos en Nuevo México, introdujo un dispositivo llamado Pascal A en un pozo subterráneo de 500 pies (algo más de 150 metros). Esta es la primera prueba de este tipo de la que se tiene constancia.
¿Cuál fue el problema? Que la explosión fue mucho más potente de lo esperado. 50.000 veces, para ser exactos. Según explica el propio Brownlee a The Register, la columna de fuego se elevó cientos de pies en el aire desde la boca del pozo, que estaba abierta. Pero la cosa siguió adelante.
El rendimiento de la explosión resultó ser 50.000 veces superior al esperado
Un mes después, en agosto de 1957, se hizo la prueba nuclear Pascal B. Similar a la anterior, pero ahora, con el fin de contener la explosión en el pozo, se colocó y soldó una placa de acero de alrededor de media tonelada y 10,16 centímetros de grosor encima. Evidentemente, el propio Brownlee había hecho sus cálculos y sabía que la tapa saldría disparada por la fuerza de la explosión.
Para calcular con qué fuerza y velocidad, el equipo del investigador colocó una cámara de alta velocidad que tomaba una foto por milisegundo. Tras la detonación, el resultado fue este: fotograma uno, tapa presente. Fotograma dos, ni rastro de la tapa.
Según los cálculos del Dr. Robert Brownlee, la tapa tuvo que salir volando a unos 60 kilómetros por segundo. Eso, para que nos hagamos una idea, son 240.000 kilómetros por ahora, seis veces la velocidad de escape de la Tierra. La tapa, por supuesto, nunca se encontró. La teoría más plausible es que se vaporizase al atravesar la atmósfera, aunque existe cierta leyenda urbana que dice que llegó al espacio. No hay evidencia de ello, claro está.