Un buen bocata siempre arregla la cena, y este clásico de Valencia es un bocadillo con el que nunca fallas

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De vez en cuando siempre hay que volver a ese clásico de los almuerzos, meriendas y excursiones, los humildes bocadillos que tantos placeres nos regalan. Nuestra gastronomía popular está plagada de variantes típicas, y hoy nos vamos hasta tierras valencianas en un pequeño homenaje, ya que arrancan las Fallas.

Y de bocadillos saben un rato en Valencia, donde el catálogo de entrepanes pantagruélicos que se presentan bajo el rito del esmorzaret es apabullante. Pero tampoco hay que volverse locos con el gochismo en casa para chuparse los dedos, y la brascada es buen ejemplo de ello.

El bocadillo conocido como brascada, en su versión más simple, consta tan solo de cebolla bien pochada, un poco de ajo, filetes de ternera y jamón serrano. Simple, pero efectivo.

Hay dos cuestiones importantes: tomarse el tiempo de pochar, casi caramelizar la cebolla en sus propios azúcares para que esté muy jugosa y dulzona, y usar ingredientes de calidad decente. El pan de barra o bocadillo, que sea bueno, de miga tierna y corteza crujiente, lo más fresco posible. Se le puede añadir queso para darle aún más chicha y jugosidad, aunque con la cebolla y los jugos de la carne y el jamón, que también pasa por la plancha, suele ser más que suficiente.

Recién hecho, bien caliente, o reposado a temperatura ambiente, es un bocadillo de los que no fallan. Y si quieres elevarlo aún más puedes también pasar el pan por la plancha o sartén tras cocinar la carne, cogiendo todos los jugos y dorándolo un poco.

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