A pesar de haber guillotinado series muy buenas y alguna notable, en Netflix se han sentido magnánimos y han decidido darle una tercera temporada a ‘The Umbrella Academy‘. La noticia no daría mucho más de sí, de no ser porque la serie se ha desligado casi por completo del cómic en que se basa.
¿Es eso algo bueno? Sí y no, y un poco por ahí irán los tiros al final de este artículo. De modo que poneos vuestro mejor traje de colegial y disfrutad de este repaso por las diferencias entre ‘The Umbrella Academy’, el cómic, y ‘The Umbrella Academy’, la serie de Netflix.
Acordaos de que habrá destripes a un lado y al otro, pero que no están relacionados con Horror, el personaje de la academia capaz de invocar pesadillas lovecraftianas, sino con las tramas de tebeo y adaptación.
El músico que quería ser guionista de cómics
Lo primero que llama la atención al abrir el cómic de ‘The Umbrella Academy’, aparte del excelente dibujo de Gabriel Bà, es la energía desbordante que desprenden sus páginas. También se aprecia, si se es un lector de superhéroes con ciertas tablas, el amor de Gerard Way por el medio.
No es casual: Gerard Way puede haberse hecho famoso y muchimillonario gracias a su grupo «My chemical romance«, pero antes ya había intentado abrirse un hueco en el mercado del cómic como becario en la línea Vértigo de DC, hogar de la Cosa del Pantano, Animal Man o Hellblazer, y como guionista.
Es gracias a sus tiempos de becario que conoce a una leyenda de los cómics, el guionista y mago Grant Morrison, con quien entabla amistad. No es casualidad, por tanto, que para guionizar su cómic más famoso, ‘The Umbrella Academy’, se fije en la bibliografía del guionista escocés y, sobre todo, en su etapa dentro de la ‘Doom Patrol‘ (o Patrulla Condenada, como la conocemos aquí los lectores veteranos).
‘The Umbrella Academy’, hija de mil padres
Si hubiera que catalogar este cómic, aparte de como “superheroico”, sería con la etiqueta que llamo “cómic pandemonio”, esto es, caracterizado por un torrente inabarcable de ideas por viñeta, algo que sólo esta disciplina artística puede hacer gracias a su capacidad de volcar en las páginas una cantidad desmesurada de información y dejar al lector que se detenga en ellas lo que crea conveniente mientras decodifica lo que quiera.
Como te he adelantado ahí arriba, esta vertiente del cómic viene de bien atrás y puede rastrearse hasta obras como ‘La Patrulla Condenada’, ‘Los Invisibles’ o ‘El Asco’ de Grant Morrison, ‘Las aventuras de Luther Arkwright’ de Bryan Talbot o las obras del Jack Kirby más desatado, el del Cuarto Mundo para DC y el del regreso a Marvel en los 70 con ‘Los Eternos’ o ‘El hombre máquina’.
Son tebeos que necesitan relecturas y cierto reposo para digerir lo que sucede en ellos, si bien corren el peligro de sacrificar el desarrollo de personajes en favor de la acción y la extravagancia… algo que sucede a menudo en esta ‘The Umbrella Academy’.
Ojo, eso no quiere decir que sea un mal cómic y prueba de ello es el favor de crítica y público, pero es verdad que, a veces, no se puede construir una personalidad con cuatro frases, una curiosidad y una extravagancia.
Gabriel Bà, por su parte, se lanza al ruedo con el mismo entusiasmo, muy capaz de seguirle el ritmo a un guionista que lo mismo le pide dibujar una Torre Eiffel despegando que una sala de torturas improvisada dentro de una cafetería; un mono elegante que no desentona entre niños en uniforme y unos asesinos con cabezas de personajes de dibujos animados.
¿Cómo adaptar esta sinfonía caótica? Pues pasando de ella, ¡por supuesto!
Diferencias entre el cómic y la serie
Y por fin llegamos a este punto. Como el “cómic pandemonio” es inadaptable per sé, debe pasarse a la gran pantalla destilado. No hace falta coger todas las ideas desarrolladas, pero sí las más importantes para la historia mientras se escudriña con atención qué partes pueden crecer de manera distinta. ¿Y cómo se ha realizado este proceso en la serie de Netflix?
- Mayor desarrollo de personajes.
Gerard Way y Gabriel Bá hacen un gran trabajo de caracterización a base de pequeñas pinceladas (uno en los diálogos y situaciones, el otro en el porte del personaje y su forma de moverse en las viñetas) y aún así se quedan cortos. Digamos, además, que algunas ideas funcionan mejor en el lector de superhéroes al homenajear pilares del género como los X-Men. La serie hace un trabajo aún mejor, aunque peque de reiterativa al tener que llenar tantos capítulos de entre cuarenta minutos y una hora.
- Diversidad y conciencia.
Gerard Way lo hace muy bien en el cómic, pero junto a Bà tiran por las opciones por defecto para todo: todos los protagonistas son blancos y, ejem, tienen un sirviente indio porque esto es Inglaterra. Es más, el colorista tiene más trabajo en las páginas del cómic para colorear máquinas imposibles o chimpancés que distintos tonos de piel.
Netflix, con su acertada política de diversidad, apuesta por lo obvio: que los niños Hargreeves tienen procedencias distintas y, por tanto, nacionalidades y razas distintas.
Por no hablar también de las inclinaciones sexuales, algo que será interesante ver cómo Netflix aborda a Vanya, el personaje de Elliot Page, que es bisexual en pantalla frente a la indefinición: Violín Blanco no es que sea memorable, en el cómic, más allá de su icónico traje.
- Otros tiempos y otros lugares.
El cómic está ambientado en Inglaterra y la época más actual representada son los años 80, no por casualidad el año del boom de los guionistas ingleses en los superhéroes y la aparición de obras como ‘Watchmen‘, ‘Miracleman’ o las cabeceras que llevaron a la fama a Grant Morrison.
Como suelen hacer en Estados Unidos, al adaptar se han llevado la acción a su propio país, lo que hace aún más obligatorio mostrar esa diversidad mencionada antes. Y la época es la actual (aunque luego se líe y bien).
- Problemas de longitud.
Lo que el cómic peca de concreto, la serie lo hace de derivativa, sobre todo en la primera temporada. Como he comentado, el tebeo de ‘The Umbrella Academy’ es una ametralladora de conceptos y no hay espacio para otra cosa que no sean ideas chulas en desfile de a tres. La serie, por su parte, acusa esos capítulos de casi una hora. ¿La solución? El término medio, de ahí que la segunda temporada sea muy superior a la primera.
- Variedad de villanos.
Como buen cómic de superhéroes, los hermanos Hargreeves tienen que luchar contra distintos y disparatados enemigos, desde un Gustave Eiffel enloquecido a unos robots activados al juntarse los hermanos de nuevo, pasando por la estatua de Abraham Lincoln, los asesinos Hazel y Cha Cha o la agencia Temps Aeternalis.
En la serie, sin embargo, las amenazas son más mundanas: un resentido Leonard, junto a Hazel y Cha Cha, en la primera temporada y la Comisión (los Temps Aeternalis del cómic, pasados por el filtro del Ministerio del Tiempo), junto a los suecos (y alguna sorpresa), en la segunda. Nada de amenazas extravagantes, sino todo más mundano (y barato). Al menos han dejado a Carmichael, el pez en exoesqueleto antropomorfo favorito de todos.
- Un mordisco menos de crueldad y mala baba.
En su extravagancia, el mundo de los cómics es bastante cruel: en la primera miniserie, unos robots hacen una declaración de intenciones incendiando un tío vivo con niños; en la segunda, Hazel y Cha Cha no son simpáticos asesinos profesionales, sino sádicos hasta el punto de torturar lo indecible a un cocinero por una receta. Va de acuerdo al tono, que pretende ser una versión retorcida y un punto emo de los superhéroes, pero en la serie de televisión no tenía cabida. Y casi que mejor.
Una pena, eso sí, que no dejaran el asesinato de Kennedy como en el cómic, cuidado destripe: chantajeados por los Temps Aeternalis, Rumor se hace pasar por Jackie Kennedy y le suelta al presidente que ha oído el rumor de que le va a estallar la cabeza. Brillante.
- ¡Volvámonos locos!
El cómic es muy extravagante y eso está genial. Ahí está el violín blanco, con su ajustadísimo traje a modo de violín, los chimpancés inteligentes que pueblan la ciudad y hasta ayudan a la policía, los simios marcianos… Nada de eso está presente en la serie, lo que da un poco de pena, porque hubiera servido para diferenciarlo de otras series de superhéroes y evitar parecidos con, por ejemplo, el Universo Marvel Televisivo.
En el paso a la pantalla de un cómic suele brillar un actor que coge el papel como si fuera el último que hará nunca. Que sabe entrever los matices del original y, junto al guión, saca músculo interpretativo.
Casi, casi, añadiría también a Elliot Page porque su Vanya, en los cómics, tiene poco fuste más allá de “la traidora desde dentro”, pero es que Robert Sheehan se come el escenario como no lo hacía desde… vaya, desde ‘Misfits’ nada más y nada menos. ¿Que en la serie acaba fundando una secta? Chico, viéndole en pantalla, no me extraña lo más mínimo.
Conclusión
Las diferencias entre el cómic y la adaptación televisiva se remontan a las fortalezas y debilidades de cada medio. El arte de un cómic está limitado por la imaginación de sus autores y se vale de la cadencia del lector; el arte de una película tiene restricciones (no se puede mostrar todo lo que se quiere, o si se muestra no se puede hacer con un presupuesto limitado) y debe coordinar la parte visual y la sonora.
Aquí parece que estoy cantando las verdades del barquero, pero nunca está de más recordarlo para evitar, por ejemplo, que el precioso monólogo del Doctor Manhattan en Watchmen se convierta en una pieza plúmbea, salvada por los pelos gracias a un par de planos y a la mejor pieza de la banda sonora de la película.
Vamos, al contrario que ‘The Boys’, donde la serie es muy superior al cómic en que se basa, aquí es más difícil llegar a una conclusión, ¿un millar de ideas en un envoltorio bonito o unas cuantas desarrolladas hasta el final bajo una apariencia algo pedestre?
A lo mejor la respuesta estaba clara si me basara solo en la primera temporada de ‘The Umbrella Academy’, pero la segunda llega más allá que el cómic, con una duración de los capítulos acertada y un desarrollo más dinámico. Sintiéndolo mucho por Way, gana por los pelos la adaptación aunque, quién sabe, puede ganar la revancha con su Academia Sparrow…
Ya tenéis los datos, ya tenéis una primera valoración, pero el juicio también os corresponde a vosotros, ¿con cuál os quedáis?