Los niños son un regalo maravilloso que nos llenan de alegría, risas y amor. Pero también están los juguetes, las noches de insomnio, los «¿por qué?» todo el rato y los restos de manos pegajosas por toda la casa.
Muchos padres deciden tener un segundo hijo pensando que dos niños no tienen por qué suponer mucho más trabajo que uno. Pero nuestro estudio en padres australianos demuestra que esta lógica no es válida: un segundo hijo aumenta el estrés por falta de tiempo y empeora la salud mental de los padres.
Nuestro estudio utilizó los datos de la Encuesta sobre hogares, ingresos y dinámicas laborales en Australia (HILDA) donde se analizaba datos de 20.000 australianos, en algunos casos hasta un total de 16 años. El objetivo era analizar lo que ocurría en el estrés por falta de tiempo y en la salud mental de los padres tras el nacimiento de sus primogénitos, durante su crecimiento y con la llegada de nuevos hermanos.
Sopesamos las dos preguntas principales que muchos padres se hacen a la hora de tomar la decisión de tener un segundo hijo: ¿Mejoran las cosas cuando los niños se hacen mayores, duermen más y pasan a ser gradualmente más independientes y menos delicados? ¿O acaso un segundo hijo añade más trabajo a un hogar donde ya hay demasiado estrés y falta de tiempo?
Muchas veces las discusiones más importantes sobre si tener un segundo hijo se producen por la noche entre la primera y la segunda botella de vino y hacen que las consecuencias de tener hijos a corto y largo plazo parezcan algo muy lejano. Son dichas consecuencias lo que los científicos denominan como el modelo de procesamiento de estrés según el cual los acontecimientos más importantes de nuestras vidas pueden aumentar nuestros niveles de estrés, ya sea a corto plazo (como una experiencia ocasional) o como una molestia crónica con efectos que perduran en el tiempo.
Investigadores en el campo de la salud muestran cómo el estrés crónico es el más perjudicial para nuestra salud y bienestar, favoreciendo las enfermedades cardiovasculares, la obesidad y otras enfermedades importantes. No estamos diciendo que los niños provoquen enfermedades cardiacas (nuestras dietas occidentales son más bien la causa), sino que nos planteamos la cuestión de si el nacimiento de los primeros y segundos hijos tiene efectos a corto o largo plazo en el estrés por falta de tiempo de los padres australianos y, por ende, en su salud mental.
El nacimiento de un primer hijo introduce a los adultos a un nuevo rol (el de ser padres) acompañado de ciertas expectativas sobre cómo distribuir el tiempo en el trabajo o en la familia. Tras el nacimiento del bebé, muchas madres australianas se toman un año de baja maternal. Algunas de ellas se reincorporan al mercado laboral, pero otras no lo hacen.
La mayoría de los hombres australianos mantienen sus puestos de trabajo a tiempo completo cuando nace el bebé, en parte para compensar las reducciones de sueldo de las madres, pero también porque los hombres en Australia toman una mentalidad más tradicional en cuanto a los papeles de género tras el nacimiento.
Tanto madres como padres son más propensos a creer que las mujeres deberían quedarse en casa para cuidar de los niños en cuanto se convierten en padres que antes de tener hijos. Como resultado, la mayor parte de la carga del cuidado de los niños recae en las mujeres.
Los segundos (y terceros) hijos no suponen un nuevo rol para los padres, pero sí que incrementan las exigencias de estos papeles. En teoría, los padres de segundos hijos han desarrollado ciertas destrezas parentales (incluyendo cómo limpiar un biberón con el niño en brazos o saber que es mejor no volver a comprar cierta ropa cara que solo se puede lavar en seco). Estas destrezas podrían hacer pensar que un segundo niño va a ser más fácil y va a suponer menos estrés que el primero.
Sin embargo, nuestros resultados dicen lo contrario
Antes de tener un hijo, las madres y los padres manifiestan niveles parecidos de estrés por falta de tiempo. Una vez que nace el primer hijo, estos niveles aumentan para ambos padres, aunque el efecto es mucho mayor en las madres que en los padres.
El segundo hijo dobla el estrés por falta de tiempo de los padres y hace que las diferencias entre padres y madres también sean mayores. Aunque esperábamos que el estrés por falta de tiempo de los padres mejorara con el tiempo (una vez que obtuvieran más aptitudes o los hijos entraran en edad escolar), nos dimos cuenta de que el estrés por falta de tiempo no mejoraba. También pensábamos que los padres que trabajaban a tiempo completo o aquellos que se ocuparan de la mayoría de las tareas domésticas serían los que experimentarían más estrés por falta de tiempo.
Sin embargo, nos dimos cuenta de que el estrés por falta de tiempo aumentaba con el primer y el segundo hijo en todos los padres, siguieran trabajando o no. De ahí que pasar a trabajar a media jornada no sea una solución a este problema y los padres con un tercer hijo tampoco lo tienen mejor, algo que nos muestra que cuando hablamos de hijos no se trata de una economía de escala.
Para entender mejor las implicaciones en la salud de los padres cuando aumenta el estrés por falta de tiempo, también echamos un vistazo a su salud mental. Nos dimos cuenta de que la salud mental de las madres mejora con el primer hijo inmediatamente después de haber nacido y se mantiene durante los años siguientes. Sin embargo, con el segundo hijo la salud mental de las madres decae considerablemente y se mantiene en niveles bajos.
El motivo: el segundo hijo intensifica el estrés de la madre por falta de tiempo. Comprobamos que si las madres no tuvieran dicho estrés tras el nacimiento del segundo hijo, su salud mental incluso mejoraría con la maternidad. Los padres ven cómo su salud mental mejora con el primer hijo, pero también ven cómo su salud mental empeora con el segundo. Sin embargo, a diferencia de las madres, la salud mental de los padres se estanca con el tiempo y claramente los padres no sufren el mismo tipo de estrés por falta de tiempo que las madres a largo plazo.
¿Qué supone todo esto para las familias australianas y para el entorno institucional en el que se encuentran? Lo primero es que las madres no son capaces de hacerse cargo solas de todo el tiempo que necesita un niño. Incluso reduciendo su jornada laboral para acomodarse a las demandas del niño, su estrés por falta de tiempo no mejora y es algo que tiene consecuencias importantes para su salud mental.
Además, los efectos de los niños en el estrés por falta de tiempo de las madres no es algo puntual, sino que más bien se trata de un estrés crónico que deteriora su salud. Como tal, el estrés maternal por falta de tiempo debería ser una prioridad para los profesionales de la salud y para los políticos.
Segundo, las madres necesitan instituciones donde recibir apoyo para cuidar de sus hijos gracias a la ayuda de autobuses escolares, programas de comedor en los colegios y medidas que apoyen la flexibilidad laboral y que permitan una mayor involucración de los padres con el fin de mejorar la salud mental de las madres.
Teniendo en cuenta que una mala salud mental postparto de las madres puede llevar a una mala infancia en los niños, es de interés nacional reducir dicho estrés para que las madres, los hijos y las familias puedan prosperar adecuadamente.
Autores: Leah Ruppanner, Profesor titular de Sociología, Universidad de Melbourne; Francisco Perales, Investigador principal (Instituto de investigación de ciencias sociales y Centro de cursos de vida) y Becario ARC DECRA, Universidad de Queensland y Janeen Baxter, Profesor de la Universidad de Queensland.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí
Traducido por Silvestre Urbón