Mark Millar, el cocreador de ‘Jupiter’s Legacy‘ (cuya adaptación se puede ver en Netflix) sabe un secreto de la industria: si asomas la patita, los derechos de adaptación son un negocio muy lucrativo. Sean de cómics, que evidentemente es el terreno del guionista escocés, de libros o de lo que sea.
Si no estamos hablando de megafranquicias, estos derechos son relativamente baratos —se calcula que entre 25 000 y 100 000 dólares (la compra, la opción suele rondar el 10% de eso), lo que representa una parte casi insignificante de los gastos totales de una producción— y los estudios pagan gustosos el precio por tener minas de plata que excavar en forma de películas y series.
Además, Millar se propuso el trabajar ese terreno activamente sabiendo que hay que dar a los estudios lo que quieren o lo que no sabían que necesitaban dentro, primeramente, del género que ha labrado durante gran parte de su carrera el autor. Y es algo que ha ido potenciando, entendiendo su medio como una pasarela al séptimo arte.
Los Ultimates: el blockbuster de Marvel
Cuando Mark Millar se aventuró en una nueva versión de Los Vengadores, Los Ultimates, el autor escocés tuvo muy claro que los cómics del siglo XXI debían aspirar a ser superproducciones de cine. El encargo de actualizar el grupo al universo Ultimate diseñado por Bill Jemas y Joe Quesada fue su propia tesis al respecto, planteando estilísticamente ese cómic como una película.
Cuestión que no era casualidad. Estamos a comienzos de los dosmiles y tanto Spiderman como la Patrulla-X iniciaban sendas carreras cinematográficas de la mano de Sam Raimi y Bryan Singer respectivamente (y de hecho la estética de las películas —o al menos los uniformes— trascendió a los cómics). Algo, en ese sentido, había que hacer con Los Vengadores y el transgresor protegido de Grant Morrison podía dar con la clave.
Así, en 2002 se reunía el equipo detrás de uno de los cómics más transgresores editados por una editorial grande: ‘The Authority’, con deslenguados, ultraviolentos y paramilitares superhéroes protegiendo el mundo y actuando como policía global sin nadie por encima de ellos. Con esa idea de superhéroes supremos esta vez al servicio de SHIELD, Millar y Bryan Hitch perfilaron esta actualización de los Vengadores con un cómic que se leía con un dinamismo, planteamiento de historia y un formato de viñetas panorámicas que daban esa sensación de película.
Ayudaba también que el pulcro y fotograficoide dibujo diese ciertos aires de actores de Hollywood a sus protagonistas (no solo a Samuel L. Jackson). Cuestión con la que se llega a bromear en el propio cómic con escenas en la que se debatía el casting soñado para la adaptación al cine del equipo. Diez años después, este cómic sería uno de los pilares sobre el que se cimentase ‘Los Vengadores‘, de Joss Whedon.
No sería el único cómic de Marvel que diseñase el guionista como un blockbuster cinematográfico. Pocos años después diseñaría ‘Civil War’, un evento en el que enfrentaría a todos los superhéroes ante la ley que regulaba y restringía el vigilantismo, que pasaba a ser prohibido excepto para los sancionados por el gobierno. El dibujo de McNiven seguía la tendencia iniciada un lustro antes de darle al cómic un aspecto de película y el guion de Millar estaba también «listo para el cine».
Obrero de la mies de Hollywood
La carrera de Millar se desinteresó a principios de siglo XXI por compromisos propios de los cómics (escribir durante lustros colecciones) para en su lugar realizar arcos y miniseries en los que introducir una premisa muy potente, llamativa y en algún que otro caso buscadamente controvertida: Superman criado en la URSS (‘Superman: Hijo Rojo‘), la tía May siendo una despendolada adolescente y la madre real de Spiderman (‘Trouble’), Lobezno envejecido en una Tierra gobernada por villanos (‘El Viejo Logan‘), etcétera.
A pesar de estarse labrando una gran carrera en Marvel, las ambiciones de Millar estaban mirando claramente hacia la costa oeste, hacia Hollywood. La inventiva, macarra y iconoclástica visión del escocés, y el hecho de que se vende muy bien (se lleve a quien se lleve por delante) fueron derivando hacia la emancipación progresiva de Marvel en busca de terrenos más propicios para retener los derechos de autor.
En esa primera época, el guionista empezaría a elaborar su pequeña juguetería de propiedades intelectuales. Con ‘Wanted‘ y, sobre todo, ‘Kick-Ass‘, Millar dio el salto de escalón que necesitaba para, ya sea a través de Icon o Millarworld, empezar a pasear sus proyectos de cómics por las majors y otras productoras.
Así fue cada vez más habitual que sus títulos nuevos saliesen con un pan debajo del brazo en forma de una opción de adaptación. Un ejemplo lo tenemos con ‘Kingsman‘, cuya película se gestó de forma muy temprana gracias a una conversación de bar entre Millar y Matthew Vaughn. Peor suerte han corrido ‘Superior’ o ‘Nemesis’, cuyas adaptaciones se han quedado paradas.
Entrando en Netflix
Esa política de aunar cómic e industria de entretenimiento dio un paso de gigante cuando en 2017, Netflix adquirió Millarworld. Un movimiento comparable en idea (que no en tamaño) a cuando en 2009 Disney adquirió Marvel. Esto no era tanto el fichaje de un superproductor (Shonda Rhimes, Ryan Murphy, etcétera) sino la adquisición de un catálogo no demasiado extenso pero altamente atractivo.
Podemos criticar más o menos sus cómics, pero hay que reconocer que tiene una buena base de fans y sus adaptaciones anteriores han funcionado bastante bien. Un win win tanto para unos como para otros que pone en marcha toda una locomotora (o churrería):
«No hay sitio más increíble que estar que en Netflix ahora mismo y no hay mejor casa para los personajes de Millarworld. Siempre es emocionante ver tu trabajo en papel y asombroso ver esas historias convertidas en películas, pero esto es otro nivel por completo. Lo pondré en perspectiva: un gran estudio de cine hace en torno a 30 o 40 horas de material original cada año. Netflix tiene más de mil solo este año [2018] y creciendo. Si hubiese vendido Millarworld a un estudio clásico habríamos visto alguna de estas franquicias goteando durante la próxima década. Cuando fui a mi primera reunión con Netflix, la gente estaba emocionada sobre las primeras cuatro o cinco que querían avanzar lo antes posible. Es un modo completamente diferente de hacer negocios y es tremendamente excitante. Lo comparo con cómo debía ser Hollywood en los años 20. Son intrépidos y van a la delantera, lo que como creador tiene el tipo de energía que adoro.»
De hecho esta energía fue tal que meses después de esta compra, ya sabíamos que desde la plataforma estaban preparando media docena de proyectos entre películas, series y cómics. Esto empezó a materializarse con ‘The Magic Order’, un cómic, editado por Netflix, que da pie a una próxima serie de televisión.
El segundo paso ha sido ‘Jupiter’s Legacy’, basado en uno de los cómics más aclamados del Millar de esta pasada década (aunque yo diría que más gracias al dibujazo de Frank Quitely) y que parece haber tenido una buena recepción en cuanto a espectadores a pesar de que las críticas están siendo algo tibias. Millar es una de las niñas de los ojos de Millar y fue el proyecto que más claro tenía lanzar ya que desde el principio la planteó como «la mejor historia de superhéroes de todos los tiempos»:
«Después de una década escribiendo cómics, sabía que necesitaba lanzarme en solitario y que quería contar una historia de superhéroes distinta. Cuando empecé a trabajar en Jupiter’s Legacy, mi esposa y yo acabábamos de tener a nuestra segunda hija, y de pronto las historias familiares me resultaron más interesantes. No se ven muchas historias de superhéroes con niños. Y pensé: «¿Qué pasaría si alguien tan guay como Superman se casara con alguien tan alucinante como Wonder Woman y tuvieran hijos?». Es una dinámica fascinante, y los hijos lo tendrían muy negro para estar a la altura del legado y las expectativas de sus padres.»
Como veis, Millar practica la fórmula del éxito de Pixar con sus «¿y si?». Ese «y si los juguetes/coches cobrasen vida» se transforma en «y si un chaval cualquiera quisiese ser superhéroe» o «y si el alter ego de un superhéroe tiene parálisis cerebral». Pero el caso es que esta sencillez de sus premisas vende el producto solo. Luego el que el cómic sea bueno o no es otra cosa. Al igual que pasa con tantas y tantas obras. Pero Millar es un vendedor nato, y ahí le tenemos.