Que los Reyes Magos traigan carbón dulce a los niños cuando «se han portado mal» es una tradición que se hace en muchos hogares. Hay familias que dejan una bolsa de carbón junto al regalo como «guiño», algo que los niños pueden interpretar como un toque de atención («tal vez no me he portado tan bien este año»).
Somos conscientes de que muchas familias lo viven de esta manera, como una mera «tradición» que se da junto a los regalos, y que puede incluso hacer ilusión a los niños. Y tampoco se trata de demonizar esta práctica, pero sí cuestionar su sentido pedagógico o analizar qué mensajes le lanzamos a los niños.
Porque cuando el significado de ese regalo es un castigo o una llamada de atención para los niños que se portan mal, el sentido pedagógico no existe y además, es algo dañino para ellos. Veremos por qué y qué alternativas al carbón podemos utilizar.
¿Cuál es el origen de regalar carbón a los niños?
Según un artículo publicado en The Atlantic, en el siglo XIX se empezó a modernizar la figura de Papá Noel, pero ahí el concepto del carbón no existía, ya que lo que reinaba en los hogares era la leña.
A medida que avanzaba el siglo, los hogares se volvieron cada vez más dependientes del carbón para la calefacción. Las estufas reemplazaron a los hogares ineficientes y el carbón reemplazó a los suministros de madera que escaseaban rápidamente. Y es a finales de siglo cuando el carbón empieza a aparecer en los cuentos de Navidad.
Por ejemplo, en cuentos como el de W.D. Howells de 1892, «Christmas Every Day», en el que una niña pequeña desea infinitas Navidades, el autor escribe que los padres llenan las medias «con papas y pedazos de carbón envueltos en papel de seda, como siempre lo han hecho cada Navidad».
Más adelante en el cuento, el narrador señala: «Después de un tiempo, el carbón y las papas comenzaron a escasear terriblemente, muchos habían sido envueltos en papel de seda para engañar a papás y mamás», lo que sugiere que el carbón podría haber sido un regalo de broma, un regalo decepcionante para un niño pero razonable para un adulto.
Otras historias que cuentan el origen del carbón
Pero hay más historias asociadas al origen de regalar carbón para los niños traviesos, como el mito de un paje real llamado Carbonilla, el cual vigila los actos de los niños durante todo el año y luego les chiva a Sus Majestades si estos se han portado mal o bien, para regalarles carbón.
En otras culturas, como por ejemplo la vasca, el carbón guarda una relación aún más estrecha con el Olentzero, un personaje de la cultura vasca ‘homólogo’ al de Papá Noel que baja la Nochebuena para entregar regalos a los más pequeños. Su oficio es el de carbonero, de ahí que encaje tan bien la leyenda del personaje con la ofrenda a los niños que se han portado mal.
¿Qué siente un niño que recibe carbón de regalo?
Aunque podamos regalar carbón a los niños con una intención «bromista», lo cierto es que los niños pueden sentir que los Reyes desaprueban su comportamiento, o que no son merecedores de regalos. Es decir, este «regalo» puede convertirse, en cierto modo, en un regalo amargo para ellos, algo que puede incluso afectar a su autoestima, al sentirse castigados de esta forma.
Por otro lado, pueden sentirse confundidos porque, ¿qué relación tiene ese carbón con su comportamiento? Esto no es nada educativo y no tiene sentido pedagógico.
Un regalo nada educativo
Además, en el caso de que algún niño tenga problemas de comportamiento, lo más sensato y razonable es hablar con él y buscar ayuda profesional en caso de ser necesario, y no regalarle carbón (algo que seguramente tampoco haremos).
Dar carbón a los niños en Navidad o Reyes como «castigo» no mejorará su «mal comportamiento» o su comportamiento travieso. Según han publicado recientemente investigadores de Cambridge en la edición de opinión de Navidad de The BJM, esta práctica podría tener un impacto negativo en su bienestar mental.
El carbón: poco sano y nada sostenible
El estudio de Tamsin Holland y colaboradores hace énfasis además en el impacto medioambiental del regalo. Asegura que regalar carbón (no del dulce, del de verdad -que es costumbre en algunos países-), es perjudicial para el medio ambiente y tiene un impacto negativo en la salud de los niños. No olvidemos que es un combustible fósil no renovable, y que su extracción y combustión exacerban la crisis climática.
Si hablamos del carbón dulce tampoco es saludable para ellos, al contar con demasiada cantidad de azúcar.
Las bromas pesadas por Navidad: lo dañino de hacerlas y además, grabar a los niños
Pero es que si la «tradición» quedara aquí… el problema se agrava cuando, además, hacemos bromas a los niños con el carbón, lo grabamos en vídeo y lo subimos a las redes. Hemos de ser críticos con esto; no son bromas, son actos humillantes para los niños que seguramente, ni siquiera han decidido salir en redes sociales.
Tenemos el ejemplo del youtuber «Uy Albert», que grabó a sus sobrinas abriendo los regalos, dos niñas que al abrir los regalos de reyes se encontraron que era carbón para las dos. «¡Tíralo a la basura, por favor!», dijo una de ellas al instante mientras la otra se ponía a llorar. «Tiene un montón de azúcar», también decía una de ellas. Y todo esto mientras los adultos se ríen y se mofan. Vergonzoso.
Otras bromas como regalar un plátano envuelto, o una caja vacía, tampoco hacen ninguna gracia. Y el subir estas reacciones para que todo el mundo las vea, con la intención de que ese vídeo se haga viral, y por verles la cara de desconcierto a sus hijos, es algo totalmente cruel. ¿Qué gracia tiene esto para ellos?
Insistimos, son bromas que no tienen gracia (que además, no tienen ningún componente educativo), que pueden ser humillantes para ellos y que, además, les pueden confundir (y hacer que pierdan la confianza en los papás). Por ello, pensemos en los más pequeños y evitemos este tipo de cosas.
¿Por qué es una tradición anticuada?
En definitiva, esta tradición es anticuada porque, aunque su uso era algo habitual hace 50 años, no cuadra con el estilo de crianza de hoy en día, en el que se prioriza la educación emocional, y no se etiqueta a los niños según si se portan bien o mal.
Y aunque muchos de nosotros hemos normalizado y vivimos de forma inocente (o inconsciente), con una intención de ser graciosos con los niños, puede ser dañina.
¿Qué hacer como alternativa al carbón que sea educativo?
En lugar de dar carbón, podemos recurrir a algunas alternativas. Para empezar, debemos partir de la base que los regalos no deben ser recibidos por los niños como «premios» o «castigos» a su comportamiento.
En todo caso, pueden ser complementos o refuerzos, pero el mejor modo de educar es a través de las conversaciones que podamos tener con nuestros hijos, de predicar con el ejemplo, de ser consecuentes a la hora de poner límites o normas…
Por ello, en lugar de regalar carbón para dar ese «toque» a los niños, ¿por qué no les regalamos otras cosas, junto a los «regalos habituales o tradicionales»? Por ejemplo:
- Una libreta para apuntar sus emociones.
- Libros que estimulen su pensamiento.
- Galletas caseras.
- Regalos reciclados.
- Un paseo por la naturaleza.
- Un vale para hacer algún plan en familia.
- Una caja de cartón para que dejen volar su imaginación y la conviertan en lo que quieran.
Son solo ejemplos, pero el objetivo, recuerda, es que no relacionen el regalo con su buen o mal comportamiento (el regalo no debe señalar eso), sino que simplemente lo disfruten y puedan aprender algo de él.