Uno de los mayores éxitos españoles de Netflix es ‘Élite’. Puede que la serie guste más o menos, pero lo que nadie en su sano juicio puede poner en duda es su popularidad. Eso sí, la progresiva marcha de los protagonistas originales ha ido dejándose notar, hasta el punto de que incluso algunos de los que fueron sus mayores seguidores han acabado cansándose de ella.
Por mi parte, fue en la cuarta entrega cuando empecé a notar síntomas de fatiga en la serie, los cuales fueron todavía a más en la quinta, donde al menos hubo algún pequeño brote verde por ir de menos a más. Sin embargo, no las tenía todas conmigo con la temporada 6 y, una vez vistos tres episodios, he de decir que la decadencia de la serie continúa, sirviendo de poco que se le haya querido dar un tono más dramático.
A la deriva
La temporada 6 es también la primera en la que no queda ni uno de los protagonistas de la primera. Es cierto que para la séptima ya se ha anunciado el regreso de Omar Ayuso, pero aquí no hay rastro de él ni de ninguno de sus antiguos compañeros en Las Encinas.
Eso sí, no es comienzo de la nada, pues sí quedan muchos personajes ya conocidos con los que los responsables de ‘Élite’ han intentando hacer una transición suave para que el choque no fuera muy pronunciado. Esto lleva a una situación curiosa, ya que se recogen algunas tramas de la quinta temporada mientras se introduce otras nuevas.
Ahí lo que peor funciona es que se nos quiera hacer creer que algunos personajes ya rondaban por allí en la quinta temporada para buscar así una mayor naturalidad en su repentino protagonismo. Esa apuesta no termina de funcionar demasiado bien, tanto por resultar algo forzada como porque muchos de los nuevos personajes dan la sensación de ser un pegote para llenar una necesidad narrativa en lugar de aportar mayor fuerza dramática a las tramas.
Eso sí, hay diferentes niveles dentro de eso, pues la trama de Ander Puig con Carla Díaz sí que despierta cierto interés, mientras que Carmen Arrufat, aunque sin brillar como anteriores trabajos suyos, logra elevar la suya pese a que ciertas situaciones, en especial alguna escena íntima que comparte con Alex Pastrana, no terminan de fluir.
Hace falta más que tratar temas «importantes»
Lo que sí se percibe es que ‘Élite’ apuesta a todos los niveles por un tono más reivindicativo, llevando un paso más allá ese toque inclusivo que la serie ha ido potenciando cada vez más. El problema es que a cambio su componente más festivo se diluye y la idea de ver aquí una especie de placer culpable está a punto de desintegrarse. La serie siempre había tenido algo de fantasía que se ha evaporado por completo.
Con eso no niego que ese toque hedonista siga presente en ciertos momentos como la fiesta privada del tercer episodio, pero se ha diluido en beneficio de ese toque más reivindicativo. El problema es que una cosa es entrar a tratar temas importantes y que podrían dar pie a debates interesantes y otra hacerlo de forma que resulta muy difícil conectar con lo que propone. A veces demasiado obvia y siempre muy directa -no esperaba otra cosa de ‘Élite’-, la cuestión es que este intento de reinvención no funciona.
Con todo, no descarto que esas gotas de tensión dispersas a lo largo de estos tres episodios puedan llevar a algo más estimulante. Quizá no en todas las tramas, pero malo será que alguna no despegue cuando toque llevar la situación al límite. Ahí importará menos lo verosímil que pueda ser como su capacidad para enganchar al espectador, eso que en este inicio de temporada no ha conseguido.
En resumidas cuentas
‘Élite’ ha intentado enderezar el rumbo con esta sexta temporada pero la serie de Netflix sigue sin levantar cabeza. Es cierto que todavía no me aburro con ella, pero en su momento me conquistó y poco a poco voy quedando cada vez más desencantado. Una pena.
En Espinof: