Bennu es un cometa muy interesante para los astrónomos, no tanto por la (muy escasa) probabilidad de que se estrelle contra nuestro planeta sino porque está siendo objeto de una de las misiones más ambiciosas y menos conocidas de la NASA.
“Potencialmente peligroso”. El asteroide Bennu ha sido en los últimos días un centro de atención mediática. Uno de los aspectos que más resaltan de este cuerpo celeste es el hecho de que se lo considera como “potencialmente peligroso” debido a su gran tamaño y al hecho de que su órbita se cruza con la de nuestro planeta. La probabilidad es pequeña y distante en el tiempo.
¿Cómo de pequeña? Según los últimos cálculos del Center for Near Earth Object Studies (CNEOS), el centro del Jet Propulsion Labde la NASA que monitoriza las órbitas de asteroides y comentas de nuestro entorno así como sus probabilidades de estrellarse contra nosotros en algún momento del futuro previsible es de una entre 1.800.
Esta cifra representa una estimación de la probabilidad acumulada de impactos a lo largo de muchas órbitas de los próximos doscientos años aproximadamente. Si nos centramos en casos concretos, según las últimas estimaciones (generadas en 2021), como recordaba recientemente la física Mar Gómez, el acercamiento más peligroso ocurrirá en septiembre de 2182, y la probabilidad de choque será de una entre 2700 o un 0,037%.
Estimando el daño. El daño que el asteroide pudiera causar en la Tierra dependería de muchos factores. Dos de los más importantes serían la velocidad de choque y su masa. Bennu tiene un diámetro de 490 metros y una masa estimada de 74.000.000 de toneladas. Además se calcula que su velocidad al momento del hipotético impacto rondaría los 12,7 kilómetros por segundo.
En base a estos parámetros, CNEOS calcula que el hipotético impacto de Bennu del año 2182 liberaría cerca de 1.421 megatones de energía. Eso son 28 veces más que los liberados por la Tsar Bomba, la mayor bomba nuclear creada por la humanidad.
Sin embargo hay otros muchos factores que pueden afectar de forma muy significativa a los daños causados por el impacto de un asteroide. Uno de ellos es la composición de este y la consistencia de la materia que lo conforma.
OSIRIS-Rex. Aquí es donde entran en juego misiones como OSIRIS-Rex (Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification and Security – Regolith Explorer). La nave despegó de la Tierra en septiembre de 2016 y alcanzó el asteroide dos años después.
Ya en 2020, la nave descendió hacia Bennu con el fin de recoger muestras del regolito asteroidal, es decir, de las rocas de su superficie. La misión fue un éxito y la sonda envió estas muestras a la Tierra.
Tres años después, la nave se dispone a liberar su paquete en dirección a la Tierra. Este aterrizará este domingo 24 algo después de las 16:00, hora peninsular. Esta será al menos la hora a la que la NASA comenzará la retransmisión de la llegada de las muestras.
Apophis explorer. Hace unos meses la NASA anunció que iba a alargar la vida de la sonda encargándole otra misión, la de viajar a otro asteroide que en su día fue considerado peligroso para nuestra existencia, Apophis.
Aunque hoy en día la NASA haya descartado cualquier posibilidad de impacto de este cuerpo contra nuestro planeta en más de un siglo, los primeros cálculos de su órbita estimaron una posibilidad de impacto del 2,7%. La siguiente misión, que será conocida como OSIRIS-APEX será acercarse a este asteroide para estudiarlo con detenimiento.
Misiones como las de OSIRIS y DART (la misión que se estrelló contra el asteroide Dimorphos con el fin de poner a prueba la posibilidad de desviar asteroides en caso de necesidad) son claves a la hora de diseñar estrategias que puedan evitar el posible choque de meteoritos contra la Tierra. Sin embargo también son de gran importancia a la hora de entender el origen de nuestro propio sistema solar y el planeta que habitamos.
En Xataka | Qué es la escala Torino y por qué el asteroide más hablado de los últimos días acaba de ser degradado
Imagen | NASA