Los Goya 2020 tienen una protagonista indiscutible: Pepa Flores, popularmente conocida como Marisol. Un merecidísimo Goya de Honor le otorga la Academia de Cine en su tierra natal y uno de los momentos más esperados de la gala: la actriz vive retirada desde 1986, sin haber hecho ninguna aparición pública desde entonces o muy rara vez.
A principios de esta semana, Mariano Barroso, Presidente de la Academia del Cine Española, ha declarado en una rueda de prensa que la presencia de Pepa Flores ‘Marisol’ en los Premios Goya es única y exclusivamente «decisión suya». Barroso ha asegurado que se le otorga este galardón independientemente de quién recoja el premio y que eso «ya se verá». Por lo que ni desmiente ni confirma, y se convierte en uno de los grandes secretos de la ceremonia.
Aunque varios miembros de su familia han asegurado que no acudirá este sábado a recoger el galardón, las declaraciones del Presidente de la Academia, en las que desvela incertidumbre, nos da alguna esperanza. Pepa podría acudir a recoger el premio por sorpresa, con lo que haría historia de la televisión y agrandaría su leyenda.
Marisol, la niña prodigio del franquismo
Ni Rocío Dúrcal, Joselito o las gemelas Pili y Mili -otros niños prodigio que triunfaron en la época-, consiguieron lo que Pepa Flores: convertirse en leyenda del cine español. Pepa Flores debutó como Marisol con tan sólo 12 años en la película musical ‘Un rayo de luz‘ (Luis Lucía, 1960), cinta que la lanzó a la fama y con la consiguió el Premio de Mejor Actriz Infantil en el Festival de Cine de Venecia.
A ésta le siguieron muchas más durante su infancia y adolescencia, como ‘Ha llegado un ángel‘ (Luis Lucía, 1961), ‘Tómbola‘ (Luis Lucía, 1962), ‘Marisol rumbo a Río‘ (Fernando Palacios, 1963), ‘Búsqueme a esa chica‘ (Fernando Palacios, 1964), ‘Cabriola‘ (Mel Ferrer, 1965) o ‘Las cuatro bodas de Marisol‘ (Luis Lucía, 1967), entre otras. Una carrera fulgurante y extenuante que la convirtieron en todo un símbolo del cine de la época del franquismo.
Una serie de películas que, sin el encanto de Pepa que lo es todo en estas cintas, hoy en día nos darían vergüenza ajena: machistas, racistas y exaltadoras de la tauromaquia y el patriotismo español. Cintas vitalistas, siempre musicales que por suerte destacaban el talento y desparpajo de la actriz y cantante malagueña, sin que el mundo supiera que la actriz, en realidad, lo que se escondía detrás de las cámaras.
Su aspecto angelical de cabello rubio y ojos azules y su voz grave y poderosa, convirtieron a Pepa Flores en toda una estrella infantil y adolescente. Un éxito que con los años se ha sabido supuso mucho sacrificio y sobre el que siempre se ha hablado de abusos sexuales, explotación infantil y un control absoluto sobre la vida de la joven por parte de sus productores. Una historia aterradora que, a pesar de haber sido publicada en la popular Interviú en los años 70, fue ignorada y silenciada.
La edad adulta de Pepa Flores
Con la llegada de los 70, la actriz y cantante empezó a tomar el control sobre su vida y su carrera y quiso alejarse radicalmente de su imagen de niña del cine buenrrollero del franquismo en los 60. Posó desnuda para la portada de Interviú, y ofreció una entrevista en la que reveló que su infancia y adolescencia fue un auténtico infierno, debido al trato de su productor, Manuel Goyanes, ya que Marisol era su «negocio más rentable».
La malagueña no tuvo una infancia ni adolescencia normal: era explotada laboralmente -y no sólo en los platós de cine-, se le prohibía salir con chicos y «vivía como secuestrada y aislada del mundo». Hasta confesó que se había abusado sexualmente de ella y llegó a descubrir imágenes de niñas desnudas en la casa puesta por su productor para ella y su madre.
Con tan sólo 21 años se casó -o la obligaron a casarse, todo es posible- con Carlos Goyanes, hijo de Manuel Goyanes. Tras su divorcio en 1975, la actriz, como confesó en la entrevista de Interviú intentó suicidarse, aunque el asunto se ocultó como «una operación de apendicitis».
Pero Pepa Flores consiguió huir de todo aquello. Se desvinculó del nombre de Marisol y comenzó a hacer papeles adultos y a comprometerse con la situación política que se vivía en las España de los años 70. Se casó en Cuba con el bailaor Antonio Gades, contando con Fidel Castro y la bailarina Alicia Alonso como padrinos, fue militante del Partido Comunista, participó en movilizaciones contra la OTAN y en manifestaciones a favor de los derechos de los actores.
La elección de sus trabajos también reflejó este cambio radical y comenzó a dejarnos ver a la auténtica Pepa Flores. Desvinculada de Manuel Goyanes, dejó de lado su etapa discográfica, y terminó convirtiéndose en una grandísima e interesantísima actriz, con películas como ‘La corrupción de Chris Miller‘ (J.A. Bardem, 1972) o ‘La chica del Molino Rojo‘ (Eugenio Martín, 1973).
Pero sobre todo con ‘Los días del pasado‘ (Mario Camus, 1978), donde fue acreditada por última vez como Marisol y por el que ganó premio a la mejor actriz en el Festival de Karlovy Vary. Con esta cinta, Pepa Flores, dejó clara su posición política y cómo entendía ella la importancia del arte. En la cinta, da vida a una maestra de los años 40, que viaja al norte para trabajar, alejándose de su tierra, Andalucía, y con la esperanza de encontrar a su novio (Antonio Gades), un maqui que está escondido en las montañas.
La temprana retirada de la actriz
Tras este gran éxito de crítica, Pepa Flores participó en ‘Bodas de sangre‘ (1981) y ‘Carmen‘ (1983) de Carlos Saura, así como la alabada serie para TVE, ‘Proceso a Mariana Pineda‘, donde daba vida a la protagonista, en 1984. En 1985, rodaría su último trabajo, titulado curiosamente ‘Caso cerrado‘ (Juan Caño).
En 1986, y tras su divorcio de Antonio Gades, Marisol decidió apartarse de la vida pública. Tenía sólo 38 años y empezaba a ser respetada como actriz, pero Pepa Flores no pudo más: los abusos sufridos durante toda su vida y el continuo escrutinio mediático terminaron con la paciencia de la actriz. Desde entonces, y rodeada de su familia, no ha vuelto a hacer ninguna aparición pública. Y esperamos que el sábado nos dé una grandísima sorpresa.