La Historia son batallas, reyes, tendencias, descubrimientos y revoluciones, sí; pero también casualidades. Decía Sainte-Beuve que toda la historia de la Humanidad hubiera cambiado radicalmente si una bala hubiera matado a Napoleón y no sé si estaba en lo cierto, pero hay ocasiones que resulta muy difícil no creer que cada pequeño detalle cuenta.
Una de esas ocasiones tuvo lugar en la segunda década del siglo XIX en la ciudad alemana de Weimar. Allí, un artesano muy reconocido y con buenas conexiones con la corte del Gran Ducado de Sajonia, August Zeiss, estaba a punto de enviar a sus hijos a estudiar con la idea de garantizarles una vida mejor. Lamentablemente, uno de sus tres hijos varones, Carl, tenía un problema.
El joven que no se podía sentar
He dudado si escribir «hernia inguinal» en el título de esta pieza. Una hernia es «una protrusión de un órgano u otra estructura anatómica a través de la pared que normalmente lo contiene«; es decir, el interior del cuerpo sale fuera de su cavidad natural por un agujero o una debilidad de la pared y forma una especie de bolsa contenida por la piel, el tejido adiposo y el epiplón.
Más de siete de cada diez se desarrollan en la zona inguinal y, según las estadísticas actuales, un 27% de los hombres y un 3% de las mujeres la sufrirán en algún momento de su vida. Sin embargo, como muchos de los pacientes son asintomáticos y afecta mayoritariamente a personas de elevada edad, es un problema que no recibe demasiada atención pública.
En este caso, sin embargo, no hablamos de un anciano, sino de un chaval de 15 ó 16 años que, por culpa de la hernia, no podía hacer grandes esfuerzos ni pasar mucho tiempo sentado. Esto último era el verdadero problema. Los institutos (Gymnasium) de la época no era precisamente flexibles y, por supuesto, no eran conocidos por sus programas de atención a la diversidad.
Los otros dos hijos de Zeiss estudiaron filología e historia y consiguieron rápidamente dos plazas de profesor que les garantizaron una buena posición económica y social de por vida. El joven Carl no lo iba a tener tan fácil. Sin embargo, su padre no lo dio por una causa perdida y, por pura suerte, logró que fuera admitido en un centro que tenían un currículum centrado en temas técnicos y científicos.
Así, el joven Zeiss que estaba destinado a estudiar leyes como su abuelo, y que nunca había mostrado ningún interés en la tecnología acabó en la Universidad estudiando mecánica. Y más tarde, con solo 18 años, fue enviado a Jena para estudiar óptica con Friedrich Körner uno de los mayores expertos en fabricación de instrumentos ópticos de Europa. Carl Zeiss iba camino de convertirse en su alumno más reputado.
Cambiar la forma en que miramos la forma de mirar
El 17 de noviembre de 1846, se cumplen ahora 175 años, Carl Zeiss abrió su taller de mecánica y óptica de precisión en la misma ciudad. Sin embargo, Jena era una ciudad cuya principal industria eran los libros (por su prestigiosa universidad) y la agricultura. Había muy poco espacio para la industria óptica. Por eso, el taller no acaba de despegar.
Hasta que en 1861, lanza al mercado el primer microscopio modular comercial, un sistema que permitía construir el microscopio que se deseara a un precio sin igual. Fue un éxito descomunal: ya no podemos hablar de ‘taller’, Zeiss era ahora una fábrica. Una fábrica que cambió Jena, pero también todas las ciencias y tecnologías que, en esos momentos, estaban a punto de explotar. En el proceso, sentó las bases de la producción de las ópticas modernas y creó la optometría contemporánea.
En 1866, las lentes de precisión de los microscopios quirúrgicos de Zeiss permitieron grandes avances en microcirugía de tejidos finos. En el 1911 crearon la lámpara de hendidura y, en 1912, crearon el departamento de óptica médica y la escuela profesional de optometría. En los años 50, el laboratorio dio los primeros pasos en la cirugía ocular y, poco después, diseñó dispositivos clave para el diagnóstico y tratamiento del glaucoma.
175 años después, Zeiss es hoy una de las empresas líderes a nivel mundial en la fabricación de equipos ópticos, medidores industriales y aparatos médicos. Tiene 31.260 empleados y unos ingresos de 6.297 millones de euros. Sin embargo, no dejo pensar que todo esto nació de un joven chaval que no podía pasar mucho tiempo sentado. El talento y el esfuerzo son esenciales: pero a veces las casualidades, en forma esta vez de hernia inguinal, tienen un impacto fundamental en la historia.
Imagen | Hudson Hintze