Escupido por la industria y condenado al mismo ostracismo que muchos otros compañeros de generación, Brian De Palma sigue peleando para sacar adelante proyectos con los que alegrar los ojos de sus fans. Por desgracia, ‘Domino‘, su nuevo trabajo, no es algo que haya que celebrar a voz en grito, pero tampoco podemos culpar únicamente a un director que, tal vez, aún no ha dicho su última palabra.
The Disaster Artist
Con únicamente dos películas en la década de los 2010 y cerca de cumplir ochenta primaveras, Brian De Palma sigue siendo uno de esos cineastas que nos hacen levantar el culo del sofá para ir al cine. Bueno, eso siempre que el país en el que esté uno distribuya su película. ‘Domino’ es un rocambolesco tour de force sin force, un thriller sobre terrorismo y venganza que no fue sencillo amortizar y que sufrió más problemas durante su gestación que desventuras sufre su protagonista.
Con su anterior trabajo, ‘Passion‘, aún inédito en España, llega el momento de plantarnos frente a frente con la que ha sido, según el propio director, la peor experiencia profesional de su vida.
Fue una experiencia horrible. La película no tuvo fondos suficientes, estaba muy por debajo, el productor no dejó de mentirnos y no pagó a parte de mi equipo. Estuve en muchas habitaciones de hotel esperando el dinero para poder seguir filmando. Estuve en muchas ciudades fabulosas, esperando en habitaciones de hotel. Pasé cien días en Europa y perdí treinta. Sin embargo, de algún modo logramos hacer una película con esta situación caótica, y con suerte la verán los cines.
La nueva película del director de ‘Carrie‘ o ‘Los intocables de Eliot Ness‘ está protagonizada por dos rostros populares entre los aficionados a ‘Juego de tronos‘ que, si bien es cierto que aguantan como pueden el chaparrón, sí demuestran una (lógica) desesperanza, sobre todo en el caso de Carice van Houten, cuyo personaje es el más especial de la trama y probablemente el más perjudicado por la situación.
Por su parte, Nikolaj Coster-Waldau y Guy Pearce parecen ser más conscientes del berenjenal en que andan metidos y no dudan en dar el do de pecho, sobre todo el segundo, regalando algún momento entre el delirio y la profesionalidad como en el caso de la secuencia en un banco en medio de Almería.
Entre tejados y tomates
No cabe la menor duda acerca del talento de un cineasta que nunca ha dudado a la hora de darlo todo y salir siempre al ataque. El rey del split diopter no se olvida de sus referentes ni de su oficio, y con la luz de Jose Luis Alcaine y la música de Pino Donaggio ofrece por momentos un buen catálogo de muestras de recursos de la casa. Su arranque entre tejados y tomates nos preparan para un estupendo ejercicio de suspense de alto voltaje que jamás veremos, pero que poco a poco sigue añadiendo valores reconocibles: la pantalla partida de esta película es tan salvaje que solo podemos aplaudirla.
¿Es suficiente con que Brian De Palma nos recuerde que la película es suya? Probablemente no, pero no es menos cierto que su puesta en escena, aún en sus horas bajas, sigue siendo una garantía. Y al inicio de la película me remito, donde un montón de peatones y ciclistas de cualquier calle de una Dinamarca real se convierten por la magia del cine en unos espectadores de lujo de una intriga de crimen internacional.
Con localizaciones en Dinamarca, Bélgica o España, ‘Domino’ también tiene un buen muestrario de recursos para alargar el suspense que, en este caso, potencian aún más el aire de incredulidad de la obra. Su clímax en una plaza de toros es una delicia naíf de otros tiempos mejores. Otros tiempos donde la sobredosis de información no existía y nosotros acudíamos semanalmente al cine a ver qué pasaban.
‘Domino’ es demencial. De Palma metamorfoseado en Tommy Wiseau sacando como puede un proyecto que nunca debió arrancar.
Puro culto. Divertida. Salvaje. Demencial. Demodé. Terrorista. Casi casi un De Palma de los que nos gustan. Sobraban ideas, faltaba dinero.