En una televisión en la que el true crime ha pasado a ser un género tan cotidiano como el ducharse, los creadores se las buscan y desean para destacar de algún modo con su propuesta. No estoy seguro de que la jugada les haya salido del todo bien con ‘Candy. Asesinato en Texas’, miniserie que estrena hoy Disney+, pero sí que es un intento encomiable.
Basada en hechos reales, Nick Antosca (‘The Act‘) y Robin Veith (‘The Expanse‘), indagan en la cruenta muerte de Betty Gore, asesinada a hachazos por Candy Montgomery en la Texas suburbana de los años 80. En el reparto tenemos a Jessica Biel (‘The Sinner‘) como esta última y Melanie Lynskey, que si bien nunca ha parado está teniendo un nuevo resurgir con series como ‘Yellowjackets‘, como la víctima.
Compuesta por cinco episodios, ‘Candy’ nos traslada a un mundo marrón, de casas de extrarradio, de vidas insatisfechas. Un viernes 13 de julio de 1980, una mujer va a casa de la otra, supuestamente para recoger el bañador de la hija de esta. La siguiente vez que vemos a Candy la vemos ensangrentada, duchándose. El primer episodio no muestra el crimen, pero trabaja esa atmósfera de sospecha, de fatalidad, de que algo ha pasado.
Ya será, a partir del segundo episodio, cuando la miniserie indague en el móvil del crimen, en la relación entre Candy y Betty y qué ha llevado realmente a matar una a la otra. Esto nos va a pedir bastante paciencia, ya no solo por el sosegado ritmo, sino porque se prefiere ir pelando poco a poco las capas.
Capas a fuego lento
Esto se añade a unas ganas, por parte de Robin Veith, de profundizar en las relaciones sociales en la Texas suburbana, más concretamente entre parroquianas de la iglesia local. A través de los ojos de las protagonistas, esta vida «ideal» se traduce en una rutina poco estimulante, de familia insatisfecha e incluso de algo de vacío existencial.
El problema es que, si bien logran transmitir de lleno este tedio en el que viven los personajes, lo hacen un poco a costa del entretenimiento. La serie bordea el límite entre lo sugerente y lo ligeramente insulso. Lo interesante del caso y de la personalidad tanto de una como de la otra se van diluyendo en ese tono tan oscuro como tranquilo.
La gran baza de ‘Candy’ radica, precisamente, en ese dúo protagonista. Tanto Jessica Biel como Melanie Lynskey están brillantes como Candy y Betty respectivamente. Estas cogen sus respectivos papeles y los doman de tal manera que logran levantar una serie que se hace algo pesada por momentos.
No es tanto que caiga (que también un poco) en la insistencia de conceptos que ya han quedado claros en el espectador, sino que se maneja con un estilo parsimoniosamente enervante. Esto causa, entre otras cuestiones, que las tesis que proponen Antosca y Veith en la exploración de asesina y víctima no terminen de cuajar.
No hay nada de malo en hacer series «a fuego lento» (Veith, mismamente, viene de la escuela de ‘Mad Men‘), pero siempre hay que tener cuidado de producir fatiga. Y esta miniserie lo hace. En definitiva, el mayor problema de ‘Candy’ es que, si bien logra ser estimulante y atractiva, no logra mantener la atención por demasiado tiempo.