Repasamos el célebre tercer álbum de la agrupación neoyorquina, el trabajo que sentó las bases de su existencia y les dio una hoja de ruta para su carrera musical posterior.
La grandeza de Beastie Boys fue la de contar con tres inquietos músicos. Su primer álbum de 1986, Licensed to Ill, les hizo alcanzar el éxito, pero el grupo estadounidense estaba por demás incómodo. Es que esos himnos gamberros sobre fiestas y torpezas no representaban realmente lo que ellos tenían para ofrecer al hip hop. Era más fuerte la influencia del productor Rick Rubin, el peso de la discográfica Def Jam Records y la imagen que proyectaban al exterior que lo que en verdad les ardía por dentro. El desparrame, el dinero, las mujeres y el éxito sin mesura no son buenos compañeros de viaje si en tu interior sentís que tu discurso musical no es el adecuado.
Adam Yauch, Michael Diamond y Adam Horovitz venían de la escena punk y hardcore de Nueva York, habiendo publicado su EP debut Polly Wog Stew en 1982 a través del sello independiente Ratcage Records. Pronto se dejaron atrapar por el nuevo sonido que recorría Brooklyn, su barrio, y toda la periferia de la gran manzana. El hip hop se estaba adueñando de la calle y ellos se acercaron a él: en su EP Cooky Puss de 1983 comenzaron a coquetear abiertamente con el género. Tres años más tarde llegaría Licensed to Ill, el primer disco de rap en ganar multiplatino. La gira de presentación incluyó strippers, barriles de cerveza y un llamamiento a la rebeldía juvenil. El éxito los podría haber matado u olvidado, pero el trío poseía un fuego interior que los llevaría a nadar siempre hacia adelante como tiburones.
Las fricciones por impagos con Def Jam y su migración a Capitol Records, añadiendo el giro que estaba dando el mundo del hip hop, les llevó a facturar un segundo disco a años luz de su debut. Producido por The Dust Brothers, Paul’s Boutique es una de las más complejas obras de la era del sampling, un caleidoscopio de sonidos callejeros que incorpora el funk, el soul y la psicodelia en su universo. Era 1989 y ya habían abierto una brecha con el resto de sus contemporáneos.
Fue en abril de 1992, hace treinta años, que publicaron Check Your Head, un disco que sentó las bases de su existencia y les dio una hoja de ruta para su carrera musical posterior. Nada volvería a ser igual para los Beastie Boys. El gangsta rap había aparecido en escena, pero ellos vivían ajenos en su mundo, volviendo a sus raíces punk para abrazar la filosofía del “do it yourself”, dejar los samplers y desempolvar sus viejos instrumentos. Elementos como el reparto de voces entre los tres se mantenían inmutables, pero esta vez cada uno sumó un instrumento: AD-Rock la guitarra, Mike D la batería y MCA el bajo. A ellos se les unió Money Mark en los teclados y varios percusionistas latinos. El resultado fue un trabajo más crudo, retro e imperecedero a la vez. Sobre la acertada producción de Mario Caldato Jr., las letras también se volvieron más maduras y complejas (la reconversión de MCA al budismo tiene mucho que ver es ese aspecto).
El inicio con “Jimmy James” ya es una marcianada sonora. Lo que en su momento sonaba adelantado a su tiempo, hoy mantiene su frescura a pesar de las tres décadas pasadas. Momentos instrumentales como “Funky Boss” los muestra completamente metidos en sus instrumentos, incluso dejando entrar aires setenteros con aromas de banda sonora de cine de blaxploitation. En “Pass the Mic” unen dos mundos: el rap de antaño y el sonido orgánico de volver a tocar como una banda, con la asistencia de DJ Hurricane siendo un capital en este factor. ¿Acaso alguien cree que Odelay de Beck surgió de la nada? Los aires latinos aparecen por primera vez en “Lighten Up“, donde incluso se permiten el lujo de mostrar el camino correcto a la fusión del hip hop con el rock.
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El rap en su estado más puro llega con “Finger Lickin’ Good” y la exitosa “So What’Cha Want“, mientas que “Time For Livin’” se siente devuelta como pelotazo de hardcore en la cara. La segunda parte del disco empieza con la brillante y demoledora “Stand Together“, donde el jazz de Coltrane y el rap “from outer space” se dan la mano. La tensión y la adrenalina rebaja con “Pow” (¿cuántas veces habrá escuchado John Frusciante esta canción solo en su habitación?). Con “The Maestro” siguen jugando con todos los estilos musicales con los que se tropiezan por las calles de su ciudad, pero con el prisma Beastie como esqueleto del monstruo. Por su parte, todos amantes del cine para adultos sonreirán al escuchar “Groove Holmes”, ese corte instrumental ideal para momentos de lujuria. El rap duro vuelve en “Live at P.J.’s“, una válvula de escape previa al coda final que los tiene a los tres escupiendo versos de manera furibunda. Brillante y divertida es “Professor Booty” antes de “In 3’s“, quizás el mejor corte instrumental de la banda, y el final intelectual llega con “Namaste“.
Check Your Head quizás no sea el disco más recordado de los Beastie Boys, pero sí el más importante de su brillante carrera. Ellos mismos declararían años más tarde que Hello Nasty (1998) es su favorito, mientras la prensa se debate entre Paul’s Boutique y Licensed to Ill, y los fans sentimentales se decantan por Hot Sauce Comittee Part Two (2011). Quizás esa sea la segunda grandeza de los de Brooklyn: cualquiera de sus discos puede ser tu preferido. A través de los géneros y los estilos, los Beastie Boys se volvieron la banda sonora vital de toda una generación.
Fuente: INDIEHOY