La serie ‘After Life’ nunca ha sido una de las producciones de Netflix que más ruido ha hecho. Desembarcó en la plataforma en marzo de 2019 dejando buen sabor de boca pero sin ser ningún fenómeno. La segunda tanda de episodios confirmó las buenas sensaciones que había dejado su predecesora y a nadie le hubiese sorprendido que la cosa se quedase allí, ya que Ricky Gervais nunca antes había hecho una serie con más de dos temporadas.
Por suerte, Gervais se animó a hacer una tercera temporada, dejando claro que sería la última de la serie. La espera para poder verla ha sido más larga de lo habitual, pero los últimos seis episodios de ‘After Life’ llegan finalmente a Netflix este viernes 14 de enero. Yo ya he tenido la oportunidad de verlos y creo que es un gran cierre para la historia, destacando sobre todo su inmejorable final.
La evolución de Tony
La historia de ‘After Life’ siempre ha lidiado alrededor de cómo lidia el protagonista con el dolor causado por la muerte de su mujer. Ella era lo que daba sentido a su vida y ahora no veía motivos para que mereciera la pena seguir adelante. Esa situación es algo que fue evolucionando poco a poco y en la tercera temporada es cuando esa transición se completa en cierta manera.
Es verdad que el final de la segunda temporada ya apuntaba en esa dirección, pero Gervais se aleja del camino fácil, dejándolo claro desde el primer episodio de esta tercera temporada. Su Tony sigue sin estar bien, pero sí que ha aprendido a procesar la pena que padece hasta cierto punto, algo que va mostrándose de forma progresiva a todos los niveles, desde su actitud con los peculiares personajes con los que interactúa para sacar un artículo hasta con aquellos que le rodean.
Eso no supone que la serie deje de lado ese humor incómodo que coquetea con la vergüenza ajena tan característico de Gervais, ya que esa vertiente de ‘After Life’ nos deja un puñado de escenas inolvidables en esta tercera temporada como la reacción del protagonista cuando le molestan los ruidos que un padre hace para calmar a su bebé o el encontronazo que tiene cuando está intentando cumplir con la última voluntad de su padre.
Tony sigue siendo Tony, pero la tercera temporada completa su arco de personaje de forma satisfactoria, tanto cuando lo transmite de forma directa al público a través de los diálogos como cuando simplemente vemos ciertos cambios en su actitud vital. Todo ello alcanza su punto álgido en el episodio final, en especial durante los últimos 15 minutos del mismo, donde Gervais seguro que logra que las lágrimas surjan en los ojos de más de un espectador. Y lo hace sin efectismos innecesarios y con una acertada selección musical.
Lo que rodea al protagonista
Por el camino hasta ahí, ‘After Life’ alterna varios aciertos con algún pequeño problema, lo habitual en la serie y lo que siempre le impidió alcanzar la grandeza. En esta tercera temporada destaca para bien todo lo referente a Kaith (Diane Morgan), la compañera de trabajo del protagonista con la que Tony nunca se llevó especialmente bien.
También funcionan muy bien las escenas que Tony comparte con Matt (Tom Basden), el hermano de su mujer fallecida y también su jefe. Es ahí donde mejor se percibe ese crecimiento personal del protagonista sin renunciar nunca a ser uno mismo, mientras que la llegada de una nueva trabajadora ayuda a ilustrar mejor las miserias del protagonista, tanto por oposición como por el hecho de sincerarse sobre ciertos temas de su pasado.
Lo curioso es que la tercera temporada sea la que ofrece menos altibajos dramáticos. Sí que hay algún secundario un poco descuidado y alguna subtrama menos satisfactoria, pero aquí no hay ninguna situación realmente grandilocuente. Todo se ilustra de forma medida, tanto los momentos más dolorosos como aquellos en los que predomina el humor. Aquí el equilibrio está más conseguido, notándose que Gervais sabe muy bien lo que busca cruzando lo tierno con lo emotivo y lo patético, y también cómo conseguirlo.
En resumidas cuentas
La temporada 3 de ‘After Life’ es la mejor de la serie de Ricky Gervais para Netflix. Durante los cinco primeros episodios muestra un nivel más o menos parejo al de las dos anteriores, pero el sexto va más allá para ofrecer un excelente cierre al que resulta difícil ponerle cualquier tipo de pero.