‘Terrifier 2’ es un festival de tripas y gore digno del fondo del videoclub, pero con un problema insalvable que puede exasperar a cualquiera

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Imagina que has vuelto a 1997. Te acercas al videoclub de la esquina y rebuscas entre las cintas de terror para encontrar una en el doble fondo que tiene pinta de que nadie ha alquilado en mucho tiempo. Al poner el VHS en casa descubres que su argumento es lo de menos al lado de la casquería, la sangre a borbotones, los higadillos y los cuerpos desmembrados. Ahora imagina lo mismo pero en pantalla grande y durante dos horas y media. Si la propuesta te interesa, estás de enhorabuena: ‘Terrifier 2’ es la película que querías ver.

El streaming es el presente, pero me parece que aún tiene mucho que aprender del videoclub

Go, go, gore!

Hace mucho tiempo que no veíamos en la cartelera una película con la cantidad absurda de gore que tiene ‘Terrifier 2’: la suficiente para causar arcadas en los neófitos del género y contentar a aquellos a los que ‘Guinea pig’ se les hace rutinaria. Pero el carisma de la cinta no viene de su hemoglobina a raudales o de su argumento de slasher con tintes sobrenaturales, sino de la verdadera estrella de la función: Art.

Durante los años 80, los psychokillers de las sagas slasher dejaron de ser los villanos para convertirse en el reclamo y los héroes del público. Todos recordamos que Freddy Krueger, entre asesinato y sueñecito, se dedicó a grabar discos y series de televisión, desatando una auténtica Freddymanía que era solo disputada por Michael Myers, Jason Voorhees, Caracuero o Chucky. Pero los años (y las secuelas) pasaron y la moda de los psicópatas se fue disipando.

Terrifier 2

Terrifier 2

Ha habido intentos de resucitarla, claro, y algunos de ellos consiguieron dar personajes icónicos, como Jigsaw o Víctor Crowley, pero ninguna ha resucitado el carisma del asesino en serie como esta saga. La figura de Art el Payaso crece en esta segunda entrega entrando en su dañada psique y sus alucinaciones, y con un estilo visual absolutamente arrebatador, tan heredero de Buster Keaton como de un matarife de saja-raja al uso.

This is Art

‘Terrifier 2’ sigue el rumbo de su primera parte pero extendiéndose durante dos interminables horas y media que fácilmente podrían haber sido recortadas sin acabar convirtiendo la carnicería en pura rutina. Vista una cabeza abierta, vistas todas. Al final, después de 148 minutos de muecas y cuchillazos, lo ofensivo deja de serlo y toma su lugar una parsimonia sanguinolenta repleta de personajes con la única personalidad de víctimas pero en los que, por algún motivo, se intenta forzar una subtrama innecesariamente compleja sobre su relación con Art.

Terrifier 2

Terrifier 2

Sin embargo, nadie puede decir que esta secuela no da lo que promete: es más de lo mismo, pero con mucha más bestialidad, desmenuzamientos, sadismo y humor negro. Y, además, con una nueva compañera de Art que se presenta en una fabulosa escena en esa lavandería en la que casi se puede oler el detergente más rancio y ver el grano de la cinta. ‘Terrifier 2’ bebe de muchísimas películas pero nunca es obvia en sus referencias: guste más o menos, tiene personalidad propia en todo momento.

Si este carisma y la originalidad de sus asesinatos compensan las dos horas y media de desparrame y una trama nulamente interesante, depende del espectador. Un espectador que, como se apuntaba en su estreno estadounidense, tiene que entrar con espíritu juerguista y mente en modo Serie Z. Art nunca ha intentado ser más que eso: que su estreno multitudinario no os pille a contrapié, porque esta película nace desde la diversión y la casquería, nunca desde el terror y, mucho menos, sobre el siempre mal llamado «terror elevado«.

No puedo dormir, me come el payaso

El gran cambio que esta secuela introduce es el de la fantasía. Si en ‘Terrifier’ todo ocurría en un mundo repleto de óxido y realidad, en su segunda parte no solo se abren los cuerpos y los cerebros: también la imaginación de Damien Leone, que plantea auténticas pesadillas dignas de Elm Street con la emisión de un programa infantil que termina siendo deliciosamente macabro. Su irrealidad -jamás intenta que ese set de rodaje parezca otra cosa- mezclada con un fabuloso uso del color hacen que uno casi desee que Art abandone más a menudo el mundo físico para dar rienda suelta a sus instintos asesinos en el subconsciente.

‘Terrifier 2’ es una digna heredera de las películas que veías de adolescente con tus amigos en las que abucheabas la trama y aplaudías cada asesinato, con más risas por cada extra de crueldad, pero hasta el mayor fan acabará hastiado y deseando un botón de pausa en el cine que le haga salir de un tejemaneje que empieza siendo una fantasía gore y termina siendo un trámite aburrido tan simple como hemoglobínico. Como montarte en una montaña rusa: dos minutos son muy divertidos, pero dos horas y media después ni el giro doble más loco a 80 kilómetros por hora va a causarte otra cosa que un bostezo.

Los orígenes del cine gore: violencia, algo de porno y mucha sangre

Si has visto ‘Terrifier’ y la has disfrutado, ya sabes lo que hay: videoclub, suciedad, matanzas y un sorprendente conato de carisma. Si no lo has hecho, es decisión tuya, porque puede causar una impresión muy fuerte en las personas más aprensivas o que disfrutan menos del cine de terror más sanguinolento. No a todos nos sienta igual de bien un refrescante bañito en una piscina repleta de sangre cortesía de Art.