37 películas en 9 intensos días, casi a PCR diaria, entre el caos de una excepcional edición veraniega con normas nuevas y otras reinventadas sobre la marcha, el desastre informático de los primeros días en la reserva de tickets y la temible relajación de los asistentes en los últimos, provocando aglomeraciones, ante la desesperación de los que gritábamos por dentro «¡súbete la mascarilla, por favor!», cierra una de las mejores ediciones del festival más importante del mundo.
Con una Sección Oficial particularmente numerosa y a la vez inesperadamente talentosa, Cannes 2021 deja un buen número de grandes películas que cubren un amplio espectro de intereses cinéfilos para todas las sensibilidades. Os dejamos algunos comentarios sobre las luces y sombras de un festival intenso, como siempre, y muy bien aprovechado.
El triunfo de lo nórdico
Siguiendo la estela del despertar del cine islandés, que nos ha dejado grandes títulos en la última década como ‘Of Horses and Men’ (Benedikt Erlingsson, 2013), ‘Rams’ (Grímur Hákonarson, 2015), ‘Sparrows’ (Rúnar Rúnarsson, 2015) o ‘A White, White Day’ (Hlynur Pálmason, 2019), por citar algunos ejemplos, y que continúan su racha en esta edición de Cannes con ‘Lamb’ (Valdimar Jóhannsson), el festival también certifica la buena forma del cine escandinavo que este año además ha aprovechado el Mercado de Cannes para anunciar la creación de un nuevo fondo de financiación de cooperación entre los países nórdicos (incluyendo a Bélgica y Países Bajos), para la producción de cine de los próximos años.
La entrega del Gran Premio del Jurado a ‘Compartment No. 6’ del finés Juho Kuosmanen (ex–aequo con ‘A Hero’ del iraní Asghar Farhadi) y el Premio a Mejor Actriz para la noruega Renate Reinsve por ‘The Worst Person in the World’, de Joachim Trier, sólo confirman una observación que se llevaba mascando en los últimos años: el boom del cine escandinavo.
Reforzado su triunfo por la presentación de la también noruega ‘The Innocents’, dirigida por el guionista de Trier, Eskil Vogt, que nos volaba la cabeza desde Un Certain Regard, y de la que también os hemos hablado estos días, cabe esperar un auge o al menos la continuación estable de ese cine de historias sencillas con estilo minimalista.
Los descubrimientos
Si hablamos de volarnos los sesos, por supuesto tiene que sonar ‘Titane’, la película más brutal de todas las que hemos podido ver esta edición (sí, seguida de ‘The Innocents’), que además confirma una racha que ya veníamos observando en los últimos circuitos festivaleros, el alza del género.
Con una puesta en escena absolutamente apabullante, partiendo de una fotografía excelente del belga Ruben Impens, DOP de cabecera de Felix Van Groeningen, que ya rodara ‘Crudo’ (‘Raw’) con Julia Ducournau, además de la magnífica ‘Dirty God’, de la holandesa Sacha Polak y apoyada por una banda sonora absolutamente bestial, que deja grandes secuencias musicales que ejercen de catarsis absoluta.
Especial mención a una escena de baile sexy sobre un camión de bomberos: un momento apoteósico que destroza toda discusión sobre la objetivización de la mujer según los roles de género, y un guiño aparte a la aparición estelar de la Macarena de Los del Río.
El segundo descubrimiento, aunque quizá no para otros compañeros de la crítica, fue la magnífica ‘Drive my Car’, Premio a Mejor Guión, que bien podía haberse hecho con alguno más gordo por la excelencia de su calidad narrativa en equilibrio con su puesta en escena, bellísima y de una poesía extraordinaria.
En una edición carente de tantos autores asiáticos como solemos estar acostumbrados, el japonés Ryusuke Hamaguchi resonó con fuerza durante días en su adaptación del relato de Murakami, como ya os comentábamos hace unos días. Por suerte, la película deja el festival con distribución garantizada en España, aunque aún sin fecha de estreno, a la que irá seguida su disponibilidad en streaming gracias a Filmin.
Las felices reafirmaciones
Además de un puñado de enfants terribles y maestros de la provocación o el riesgo, por suerte, esta edición del Festival de Cannes también ha dejado un buen puñado de grandes películas más convencionales, absolutamente consistentes y sólidas, con diferentes capas de interpretación y al mismo tiempo completamente disfrutables.
En esa felizmente larga lista encontramos ‘The French Dispatch‘, del estadounidense Wes Anderson, que entregaba de nuevo una historia loquísima de las suyas, con algunas ligeras variaciones sobre su estilo que la hacían más interesante, como la mezcla de blanco y negro con sus habituales colores, que en esta película además aparecían ocasionalmente ligeramente modificados hacia otras tonalidades, junto con la primera incursión en la animación 2D.
Asghar Farhadi, merecedor ex-aequo del Gran Premio del Jurado por ‘A Hero’ y Sean Baker, que acababa marchándose de vacío con su magnífica ‘Red Rocket’, suponían otras dos de esas felices confirmaciones del talento de ambos cineastas.
Por otro lado, los franceses Jacques Audiard y Mia Hansen-Løve, con dos propuestas distintas que en el fondo giran en torno al amor y las nuevas relaciones de nuestro tiempo, dejaban una marca en cuanto a que captura de un momento. La primera mucho más acertada que la segunda, que acaba resultando algo irregular y desequilibrada por momentos. A los pies del retrato en blanco y negro del París actual a manos de Audiard.
Y llegó la controversia
Entre gritos de “obra maestra” y abucheos desconsolados, se presentaban tanto ‘Benedetta‘ como ‘Memoria’ y lo cierto es que, personalmente, tanto lo nuevo de Paul Verhoeven, como lo de Apichatpong Weerasethakul no me despertaron ni uno ni lo otro.
Desde posiciones cinematográficas en las antípodas, ambos autores provocan el fervor de sus fiel seguidores allá donde van y en esta ocasión, ambas exitosas en sus distintos lenguajes, ocurría lo que era de esperar.
De altas expectativas y chascos
Nadav Lapid, director israelí exiliado desde hace años en París, y Kirill Serebrennikov, cineasta y dramaturgo ruso en arresto domiciliario por lo que muchos consideran asuntos políticos, eran dos de las grandes promesas que más ansiosa esperaba después de disfrutar muchísimo con ‘Synonimes’ y ‘Leto’, respectivamente. Como cabía esperar, el regreso de ambos es un resurgir absolutamente militante y radical.
‘Ahed’s Knee’, ganadora junto a ‘Memoria’ del Premio del Jurado, precisamente por su propuesta subversiva, resultaba un paso más allá en las ideas de su anterior trabajo, esta vez menos estilizado en la forma y mucho más áspero de digestión. Igualmente interesante, aunque menos plástica.
Lo de Serebrennikov, ‘Petrov’s Flu‘, es un viaje delirante a los recuerdos más profundos de una Rusia cutre y caótica, llena de historias y personajes de lo más bizarros. Una propuesta densa y profundamente simbólica que necesita tiempo y un segundo visionado para procesarla.
‘Flag Day’, de Sean Penn, fue, probablemente, la única película que generó tanto consenso: la gran debacle de Sección Oficial. Nada inesperado, por otra parte. Lo de Nani Moretti, sin embargo, es un batacazo de manual. Tal como declaraba el gran cineasta italiano en rueda de prensa, su nueva película parece estar dirigida desde el asiento trasero y en piloto automático.
Sustentada en un guión absolutamente absurdo y superficial, con los diálogos más desganados que hayamos visto en esta edición (sin contar lo naif de la africana ‘Lingui’, que al menos era una apuesta honesta) y unos personajes completamente insulsos, que ni el talento de buenos actores consigue levantar, ‘Tre Piani’ da cabida a una serie de situaciones absurdísimas, que no hay por dónde coger. Una pena.
El cine en paralelo
Con una Sección Oficial copada de películas a competición y fuera de ella, esta edición dejaba poco tiempo para explorar las secciones paralelas, que a menudo vienen con nuevos nombres y propuestas mucho más innovadoras. Destacamos tres esta vez.
La belga Teodora Ana Mihai, conocida como realizadora de documentales, de los que destaca ‘Waiting for August’, ganador a Mejor Documental en Karlovy Vary, Hot Docs y Visions du Reel en 2014, y nominado entonces a los European Film Awards, debuta ahora con una ficción muy potente de producción belga (de los productores de ‘Girl’, de Lukas Dhont, y coproducida por los Dardenne), pero que transcurre en México.
‘La Civil’ sigue a una madre coraje en busca de su hija desaparecida a manos de un cártel local, ante el abandono de un marido descuidado y el desamparo de las autoridades. Una propuesta angustiosa y muy bien realizada que descubre un gran primer film, que augura una prometedora carrera.
También en Un Certain Regard, el coreano-americano Kogonada (‘Columbus’, 2017), plantea en ‘After Yang’ una atractiva ciencia ficción sobre un futuro distópico en el que las familias podrían comprar a sus hijos como acompañantes, en la forma de inteligencia artificial. Un relato estiloso en la forma, protagonizado por Colin Farrell, que desde la elipsis y lo que no se cuenta, habla sobre la familiar, el amor y la pérdida.
Cubriendo la cuota de los realizadores de la nueva ola rumana, ese happy place que tantas buenas películas nos ha dado en las últimas dos décadas, Radu Muntean presenta en Quincena de los Realizadores ‘Întregalde’, una especie de crossover entre película de supervivencia y una suerte de road movie estancada en los bosques más remotos de Rumanía, que, con unos toques de humor totalmente imprevistos e hilarantes, indaga en la brecha entre las preocupaciones de la gente de ciudad por oposición a las gentes locales de un país con grandes áreas rurales.
El cine español que gusta al mundo
Bebiendo de la senda que abriera hace cuatro años la estupenda ‘Verano 1993‘ (‘Estiu 1993’), de Carla Simón, que se hacía entonces con todos los premios y elogios posibles, pasando el testigo que ‘Las niñas’, de Pilar Palomero, recientemente recogía a rebufo de aquella, Clara Roquet firma ahora un nuevo relato de juventud mucho más interesante y todavía con una propuesta fresca y diferente a las anteriores, que augura será la nueva estrella del cine español del próximo año.
En una suerte de ampliación de un tema que ya explorara en su corto ‘El adiós’, la guionista de obras excelentes como ’10.000km’ y ‘Los días que vendrán‘ (‘Els dies que vindran’, Carlos Marqués-Marcet) o ‘Petra’ (Jaime Rosales), debuta en la dirección con una historia de verano que va más allá del coming of age y da visibilidad a una perspectiva poco representada en el cine patrio, la de las empleadas del hogar en casas de buena familia, poniendo su atención en el doloroso choque de la diferencia de clases y orígenes.
Más allá de la referencia más evidente, ‘Libertad’ recuerda también a la colombiana ‘Gente de bien’, de Franco Lolli, casualmente también a competición en la Semana de la Crítica de Cannes, hace siete años. Apoyada en un guión sólido que perfila personajes orgánicos, muy creíbles y no estereotipados, y siguiendo ese estilo narrativo del cine catalán más exitoso de los últimos años, el debut de Clara Roquet confirma su talento más allá de la escritura.