‘The Romanoffs’: un compendio de pequeños grandes dramas a medio camino entre la serie de autor y la mirada al ombligo

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En 2015 despedíamos una serie que forma parte del Olimpo de la Edad de Oro de la ficción. Con ‘Mad Men’ aprendimos mucho sobre narrativa audiovisual, y que las series no se escriben solas: hay cerebros como Matthew Weiner detrás de ellas. Después de su trabajo en ‘Los Soprano’, ‘Mad Men’ encumbró a este autor. Pero, como dicen, lo importante no es llegar sino mantenerse. Y, sí, el listón estaba muy alto para la nueva serie de Weiner.

Cuando nos enteramos de que su nueva producción era una miniserie llamada ‘The Romanoffs’, a muchos los ojos comenzaron a echarnos chiribitas. ¿Un evento histórico tan cargado de tragedia y misterio? ¿Con el toque tan personalísimo de Weiner? Dónde y cuándo. Sin embargo, la serie no iba a contarnos la leyenda de la familia real rusa sino que entraría en derroteros más mundanos, mostrándonos a sus «descendientes».

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Al final, hemos tenido una antología de ocho historias diferentes, independientes (aunque con guiños que las entrelazaban) en la que el peso de los Romanov ha sido, en algunos casos, una excusa para contarnos esas miserias humanas que perturban tanto a Weiner. Y además, ocho ejercicios estilísticos muy distintos, un compromiso con la televisión como arte que, también es verdad, a todos los autores no se les permite.

Amazon es una de las compañías más grandes: ecommerce, IoT… Pero quiere más. Quiere el reconocimiento que tiene Netflix en producción propia. Quiere que el público se pirre por sus series. Productos como ‘Transparent’ o ‘The Man in the High Castle’ lo están consiguiendo. Contar con el creador de ‘Mad Men’ parecía subir otro nivel, más complejo y sofisticado. Ahora bien, ¿ha logrado lo que quería o Matthew Weiner se ha tomado demasiadas libertades?

La leyenda de los Romanov

Las sagas reales del viejo continente siempre han sido tema predilecto para los estadounidenses. Ese legado medieval, cargado de misticismo, ha fascinado a este pueblo, seguramente, por no haber tenido esa carga histórica a sus espaldas.

Los Romanov accedieron al trono ruso en 1613. Aunque quizá lo más importante de su historia no son los 300 años que permanecieron en el poder sino los últimos tiempos que les llevaron a la defenestración. En 1918, a raíz de la Revolución de Octubre, toda la familia fue fusilada en Ekaterimburgo.

Romanov

Romanov

¿Toda? Cuentan que los soldados que los asesinaron tenían órdenes de hacer desaparecer los cuerpos. Así, se fraguó una historia que nos dice que alguno de los hijos del zar pudo sobrevivir. En 1991, se encontraron los restos de varios miembros de la familia en una fosa.

Los estudios genéticos confirmaron que faltaban los cuerpos de Anastia y de Alexey, el único hijo varón de los últimos zares. Se acrecentó la leyenda de que los Romanov habían conseguido escapar y esconderse. Aunque, oh, oh, en 2007, una segunda fosa ratificó la presencia de los cuerpos de los niños. Las muertes de los Romanov fueron más allá. En un deseo por acabar con toda posible reclamación de derechos dinásticos, fueron ejectudados hermanos, primos, sobrinos…

Aún así muchos se salvaron, según las crónicas, unos cincuenta miembros de la familia. No consiguieron llevarse consigo muchas propiedades materiales pero sí un gran carga emocional y una tragedia personal que les encumbraría como leyenda (un tesoro del viejo régimen en pleno siglo XX, casi nada).

Así llegamos a Matthew Weiner, Amazon y ‘The Romanoffs’. El autor ha hablado de su fascinación por la historia y más concretamente la rusa, pues es descendiente de este pueblo por parte de madre (no, no es Romanov). Y nos ha traído una miniserie, (de capítulos de hora y media, como si fueran pelis, vaya) en la que retrata cómo viven en la actualidad los supuestos herederos.

Y, ahora, ¿nos acompañáis a cada uno de los capítulos de esta antología? Eso sí, tened mucho cuidado con los SPOILERS.

‘The Violet Hour’

Romanoffs Violet Hour

Romanoffs Violet Hour

Los que nos tomamos al pie de la letra eso de «esta serie va sobre los descendientes» de los Romanov, entramos de buen agrado en una historia que parece darnos lo que ha prometido. Lujo y majestuosidad encarnados en Anushka, una Romanov que vive en un impresionante apartamento parisino.

Pronto aprendemos que los aires dinásticos de esta mujer son la manera de canalizar prejuicios y racismo, reflejados en el amplio espejo del globalizado siglo XXI. Muy pocos personajes, que hacen que cada secuencia tenga su peso y engordan las relaciones personales entre ellos, aunque ni siquiera compartan espacio físico. Construye una historia que nos suena. Un remedo de Señor Scrooge para el que el afecto de otros seres humanos se convierte en la peor (y mejor) arma.

Lo que más me sorprendió de esta historia fue su final feliz, tan poco dado en las ficciones de Weiner. ¿Quién podía imaginar un giro en que la anciana es feliz porque tiene un heredero y triunfa el amor como en las mejores películas románticas? Ese encaje de piezas en el que todos encuentran su espacio me dejó anonada aunque supongo que hasta los creadores más sombríos se rinden a la felicidad en algunas ocasiones.

‘The Royal We’

Romanoffs Royal We

Romanoffs Royal We

Entramos en el humor más negro. El tufo aristocrático queda a un lado para traernos los problemas de una pareja normal y corriente. Las mezquindades que un individuo puede llegar a cometer con tal de salirse con la suya (o usando ese mantra que parece perdonarlo todo y que reza que «hay que buscar la felicidad») son las protagonistas de unos giros enloquecidos de consecuencias patéticas para unos personajes a los que le resulta imposible mantener la dignidad.

Me encantó el crucero Romanov. En una idea absolutamente kitsch, los supuestos herederos se reúnen una vez al año para conmemorar lo que ellos consideran que han perdido. Las representaciones teatrales, las cenas de gala, ¡un caballo!… Es como cuando un niño pequeño sueña en secreto que sus padres no son sus padres, sino que sus verdaderos padres son los príncipes de un lejano país que un día vendrán a por él.

Lo más curioso es que, seguramente, este tipo de eventos existan de verdad. Y nos hacen ver la tremenda obsesión de la sociedad americana con los mitos de la aristocracia europea, una ostentanción obscena que se aleja de cualquier asomo de realidad y parece más bien una versión Disney pasada de copas.

‘House of Special Purpose’

Romanoffs Special Purpose

Romanoffs Special Purpose

Uno de los capítulos más aplaudidos de la serie. Solo el hecho de reencontrarnos con Christina Hendricks, nuestra añorada Joan en ‘Mad Men’ ya supone un punto a favor. Hendricks da vida a Olivia, una famosa actriz que se traslada a Austria para rodar una miniserie sobre los Romanov en la que interpreta a la zarina Alexandra Feodorovna.

Si ‘The Romanoffs’ es una serie de gran calidad técnica es por historias como esta. La ambientación es un personaje más. Lo siniestro y el misticismo son elementos tan espesos que asfixian. La trama paranormal nos hechiza porque es una temática que no hubiéramos imaginado en Weiner y nos dejamos llevar por su misterio con muchas ganas. Eso sí, poco a poco, salen a la luz las verdaderas preocupaciones del autor, como esa podredumbre humana que salpica todas las relaciones.

Hacia el final, la historia se va volviendo más y más loca con giros inesperados que no sabemos cómo tomarnos: la niña que desaparece en el armario, la cena con los inversores, la posesión de la directora (maravillosa Isabelle Hupert)… Todo hace crecer el pánico y la confunsión de la protagonista, que somos nosotros mismos, recibiendo estímulos que estamos deseando poder racionalizar.

El desenlace consigue reconstruir el terror que debió vivir la familia imperial rusa, el miedo de cualquiera que sabe que está a punto de morir. Olivia ya no sabe si efectivamente ha viajado en el tiempo cuando unos soldados la apresan y la conducen hasta una prisión. Hemos oído hablar de cómo se preparan los escenarios de una película para crear la atmósfera necesaria que inunde a los actores, aunque aquí es muy exagerado. Nos da un poco igual porque nos lleva a un final en el que todo lo terrible se convierte en realidad. El espíritu Romanov arrasa con todo.

‘Expectation’

The Romanoffs Expectation

The Romanoffs Expectation

‘The Romanoffs’ es un ejercicio estilístico en cada capítulo. Aquí, la acción transcurre en un solo día y seguimos al personaje protagonista a través de su tormenta interior. La crisis de la mediana edad está presente en esta mujer que debería parecer en la cima del éxito pero que se siente sola y frustrada: el peso de la mentira que lleva guardando años, las decisiones de su hija que no son ni de lejos las que ella tomaría para sí…

En cada nuevo capítulo esperamos con ganas saber cual es la vinculación de los personajes como los Romanov. Cada vez se vuelve más anecdótico y casual, de hecho, aquí pertenece a un personaje que casi ni aparece. Es más interesante ver cómo «sufren» el síndrome Romanov las parejas, amigos y socios de esos supuestos herederos.

Una vez más, el trabajo actoral es importantísimo, Amanda Peet sabe transmitir el desvalimiento pero también la crudeza e incluso egoísmo de Julia. Y, de nuevo, un guiño a ‘Mad Men’ con la presencia de John Slattery, precisamente como el autor del libro de los Romanov que se a va a convetir en miniserie.

Se trata de un capítulo intimista en el que se juegan con esas pesadillas vivas que todos tenemos y que nos horroriza puedan salir a la luz. Lo que no sabe Julia es que su secreto no es tal para su hija. El final, sereno y «pequeño» tiene algo de efecto calmante. La verdad nunca es atroz ni ha de conllevar reacciones apocalípticas. Al contrario, sentimos que madre e hija puedan estar más unidas que nunca.

‘Bright and High Circle’

Romanoffs Episode 5 Recap

Romanoffs Episode 5 Recap

Un capítulo cargado de polémica. Una parte de la crítica y el público han entendido que con ‘Bright and High Circle’, Weiner hablaba de sí mismo y de las acusaciones sobre abuso sexual que ha vivido. Si esta era la intención, el capítulo se queda pequeño para una temática tan extremadamente delicada.

Si juzgamos la historia per se, encontramos interesantes puntos. Tenemos a esa clase alta con sus fiestas, sus hijos aspirantes a pianistas y sus trabajos sobre ‘Ana Karenina’. En un momento dado, esta melodiosa sociedad se tambalea por un posible caso de pederastia.

El «culpable» no es otro que un miembro ajeno al grupo, un joven del que desconocemos sus orígenes (y por eso mismo sospechamos que son bastante humildes) que trata de hacerse un hueco entre tanto boato. La crítica social hacia lo que un rumor extendido y no confirmado puede originar en la vida de cualquiera está muy bien trabajado.

Pero, sobre todo, es de agradecer que el personaje de Andrew Rannells caiga mal. Es una especie de Gran Gatsby que no duda en mentir, en regalarle los oídos a sus interlocutores para seducirles e incluso en hacerse pasar por un descendiente Romanov.

‘Panorama’

Romanoffs Panorama

Romanoffs Panorama

Viajamos a Ciudad de México y de primeras, casi olvidamos que estamos viendo una serie sobre «nobles» rusos. La melancolía y tristeza tiñen todo el episodio, que se convierte en una ensoñación de un ideal del amor que, demasiado bien lo sabemos, no existe.

Abel, su protagonista, es un periodista que quiere redimirse. Busca un sentido a su vida, o bien investigando las prácticas ¿fraudulentas? de una clínica o bien enamorándose de la madre de un niño enfermo. Como sea, Abel necesita sentirse útil, necesario, aportar algo al mundo.

Como trama transversal, el capítulo se convierte en un homenaje a México y su historia, a sus lugares y gentes. Se trata de hacer visible lo bueno de un país al que individuos como Trump quieren robar su dignidad. La última escena, en plano secuencia, es un tributo al mural del Museo de Bellas Artes que pintó Diego Rivera. Una obra que cobra vida para dar valor a la lucha de tantos.

‘End of the Line’

Romanoffs Hold

Romanoffs Hold

Este es el capítulo que más me ha perturbado (y gustado). Antes de entrar en materia, apuntar un nuevo guiño a ‘Mad Men’ con la presencia de los Jacquemetton como guionistas y del actor protagonista, Jay R. Fergurson.

Nos encontramos con una pareja que viaja a Rusia para adoptar a un niño. Desde el principio, la ambientación es de diez, el tono opresivo e incómodo hace que se masque la tragedia. Todo tiene ese toque adusto y frío que hace que los occidentales nos sintamos ridículos con nuestros problemas de primer mundo.

No tardamos en empatizar con este joven matrimonio. Ellos solo quieren dar amor a una criatura y las autoridades rusas parecen burlarse de ellos con sus trámites, sus no-sonrisas y su tráfico de chocolate.

Pero pronto, se plantea una terrible duda moral. La niña que van a entregarles está enferma. ¿Qué hacer? Ella quiere paralizar el proceso, él se muere de vergüenza al pensar que han de rechazar a la pequeña. Y, al final, un nuevo giro que sorprende. Nada es tan trágico que no se pueda solucionar con una buena pataleta. El matrimonio consigue un nuevo bebé, esta vez sano y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Y ahora, ¿nos atrevemos a juzgarles?

Un inciso para señalar que, como ya vimos en ‘Los Soprano’ o ‘Mad Men’, los capítulos tienen un importante vínculo paterno-filial. Y no son relaciones felices, precisamente. Sino plagadas de frustración, desdicha y expectativas rotas, muy alejado del ideal pero muy cercano a eso de «en todas las familias cuecen habas».

‘The One That Holds Everything’

Romanoffs Finale

Romanoffs Finale

El último capítulo es un esmerado juego de matrioskas en el que cada trama guarda una nueva historia en su interior. Aunque no hay un orden para ver los capítulos, lo cierto es que este episodio encierra muchos guiños a los otros relatos. Vemos desde a personajes de ‘The Violet Hour’ hasta al guionista de la famosa miniserie.

Tenemos un clásico de la literatura y el cine como son los encuentros entre dos desconocidos en un tren, aunque no son tan desconocidos como Jack piensa. Presenciamos la vida de uno de los herederos de los Romanov. La tristeza, el aislamiento y el abandono han formado parte de ella. «¿Por qué, por qué nos cuentan todo esto?», clama el espectador receloso.

Muchos años después, Simon consigue su venganza y los pendientes de su madre. Es una historia que me pareció un pelín tramposa en su giro final, aunque es realmente difícil tejer este tipo de encajes de bolillos en el que hay tantas piezas sobre la mesa sin forzar la armadura.

Supongo que pasa un poco como en el resto de la serie, como soy muy fan de la obra de Weiner, he disfrutado de su humor negro, de esos personajes que quieren brillar a pesar de sus miserias, los pequeños grandes dramas que encierra cada corazón… Y he decidido pasar por alto otros defectos que, sin duda, para otros espectadores han sido definitivos.

Y a vosotros, ¿qué os ha parecido la serie?