Sitges 2021 | ‘Censor’ es brutal: una pesadilla febril que conecta trauma, terror y violencia bajo el filtro de una autora total

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Si hay algo que convierte un festival de cine, y concretamente uno tan particular como es Sitges, en algo especial —y casi mágico, visto el panorama—, es el modo en que te permite desconectar de la maquinaria de los grandes estudios y frenar la imparable rueda de los estrenos ya no semanales, sino diarios, para sumergirte en un mundo de sorpresas inesperadas dominado por la creatividad más pura.

En ocasiones, esto puede resultar un arma de doble filo que te expone a verdaderos horrores, pero, cuando se obra el milagro, descubres verdaderas joyas destinadas a permanecer contigo durante mucho, mucho tiempo. Producciones que parecen haber sido concebidas para ser descubiertas y disfrutadas en un marco tan concreto y particular como este, capaz de elevar aún más si cabe obras tan brillantes como la que nos ocupa.

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Y es que ‘Censor’, el atronador debut en el largometraje de Prano Bailey-Bond, no sólo se eleva como un ejercicio de estilo impecable y casi un milagro tonal; también sirve en bandeja de plata y condensada en 84 precisos minutos una pesadilla febril en clave ochentera que conecta —o no— cine de terror, trauma y violencia bajo el filtro de una autora total.

Pesadillas metalingüísticas

Si hay algo que sorprende de ‘Censor’ es su habilidad para aglutinar en su ajustado metraje y sin ningún tipo de fisuras lo que bien podrían ser dos películas radicalmente distintas. De este modo, la cinta parte de una base que bien podría ser digna de un telefilm de sobremesa al uso —con protagonista con trauma familiar incluido— para ir retorciéndose de forma progresiva e implacable hasta aterrizar en los dominios del terror más onírico y desquiciado.

Ambientada en pleno apogeo de los conocidos como ‘Video Nasties’ en el Reino Unido de Margaret Thatcher, y con el debate sobre el impacto de la violencia explícita en el cine sobre la sociedad como telón de fondo, el filme vela una reflexión sobre el tema mucho más lúcida y ácida de lo que podría parecer a simple vista mientras nos sumerge en la desordenada psique de Enid; una censora atormentada por una tragedia familiar interpretada por una Niamh Algar sencillamente maravillosa.

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Partiendo de esta base, ‘Censor’ deambula por terrenos tan variopintos como los del thriller psicológico, el horror de manual con alma de direct-to-video de los ochenta y la pesadilla introspectiva; todo ello mientras combina un humor cínico y negro como el carbón, y despliega un desconcertarte desconcertante juego de realidades y ficciones que convierte el metalenguaje en arte, desarrollando un lúcido discurso sobre los mecanismos inconscientes de supervivencia al duelo y el trauma.

Más allá de su fantástico poso y de una narrativa excepcional, la película se nutre la figura de Bailey-Bond como firmante de una puesta en escena impoluta e impulsora de un tratamiento formal apabullante coronado por la dirección de fotografía de Annika Summerson; un festival de colores primarios, experimentación y juegos con las relaciones de aspecto que estimula retinas y vuela cabezas a partes iguales. Brutal.

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‘Censor’ es un título tremendamente especial. Es una obra que destila cinefilia y devoción por las obras de las que bebe; es una exhibición de talento descomunal por parte de Prano Bailey-Bond; es un ejercicio absolutamente libre y genial que, si de mí dependiese, se llevaría instantáneamente el premio a la mejor película de este Sitges 2021. Independientemente de que lo haga o no, no cabe duda de que seguiré de cerca la prometedora trayectoria de su máxima responsable.