Los
defensores
de
las
cocinas
de
gas
tuvieron
con
el
apagón
de
mayo
un
nuevo
argumento
para
reforzar
su
postura
frente
a
las
eléctricas.
La
elección
de
un
tipo
u
otro
de
placa
suele
traer
de
cabeza
a
quien
reforma
la
cocina,
pues
tienen
sus
ventajas
y
desventajas,
no
solo
en
el
precio.
Con
gas,
la
cocina
con
fuego
de
toda
la
vida,
parece
que
la
comida
sale
mejor
–es
la
opción
predilecta
de
los
chefs–
y
no
te
ata
al
consumo
eléctrico,
pero
solemos
pasar
por
alto
sus
riesgos
para
la
salud.
Sí,
permiten
un
mejor
control
de
la
temperatura
y
la
potencia,
consumen
poca
energía,
se
calientan
rápido
y
admiten
todo
tipo
de
utensilios
y
materiales
de
cocina,
con
un
uso
muy
sencillo,
pues
la
llama
se
ve
claramente
y
no
hay
tanto
riesgo
de
dejarla
encendida
o
encenderla
sin
darte
cuenta.
El
problema
que
tienen
radica
precisamente
en
su
fuente
de
energía,
el
gas
natural
o
el
gas
butano.
O,
más
concretamente,
a
su
combustión.
Sustancias
químicas
tóxicas
en
el
aire
Para
obtener
la
llama
con
la
que
cocinamos
en
los
quemadores
de
una
de
estas
placas,
liberamos
el
gas
y
lo «quemamos»
para
generar
la
combustión
que
prenderá
ese
fuego.
Antiguamente
se
hacía
con
quemadores
que
producían
una
chispa
manualmente,
o
incluso
se
usaban
cerillas,
pero
los
modelos
de
hoy
llevan
este
mecanismo
incorporado
al
propio
panel
de
mandos
de
la
placa.

El
riesgo
potencial
para
la
salud
se
esconde
en
esa
combustión,
las
sustancias
generadas
de
la
quema
del
gas,
que
liberan
partículas
tóxicas
al
espacio
de
la
cocina
y
a
la
atmósfera.
La
sustancia
que
preocupa
a
la
comunidad
científica
es
el
dióxido
de
nitrógeno
(NO2),
cuya
exposición
sabemos
desde
hace
décadas
que
tiene
efectos
perjudiciales
en
la
salud,
especialmente
en
la
población
más
vulnerable,
como
los
niños.
La
combustión
del
gas
libera
sustancias
tóxicas
al
aire
En
2023,
por
ejemplo,
un
amplio
estudio
confirmó
que
uno
de
cada
cuatro
hogares
europeos
con
cocina
de
gas
supera
los
niveles
máximos
de
contaminación
establecidos
por
la
Organización
Mundial
de
la
Salud,
los
cuales
pueden
prolongarse
durante
horas
en
el
espacio
de
la
vivienda,
y
aumentan
su
presencia
en
casas
donde
se
cocina
con
gas
habitualmente.
La
exposición
al
NO2
se
vincula
con
el
desarrollo
y
las
complicaciones
de
enfermedades
respiratorias,
particularmente
de
asma
infantil,
una
dolencia
a
menudo
infradiagnosticada.
Además,
un
trabajo
reciente
publicado
en
Journal
of
Hazardous
Materials
ha
examinado
más
a
fondo
los
riesgos
a
los
que
se
expone
la
población
estadounidense
al
emplear
cocinas
de
gas,
alertando
sobre
otra
sustancia
tóxica,
el
benceno,
posible
carcinógeno.
En
Estados
Unidos
ha
resurgido
en
los
últimos
años
el
debate
sobre
la
posibilidad
de
prohibir
la
instalación
de
cocinas
de
gas,
cobrando
un
cariz
ideológico
de
rifirrafe
entre
la
izquierda
y
la
derecha.
¿Son
realmente
peligrosas?
A
pesar
de
que
las
condiciones
de
las
cocinas
domésticas
y
la
normativa
en
el
país
americano
no
son
las
mismas
que
en
Europa,
donde
la
legislación
es
más
estricta
en
cuanto
a
la
seguridad
y
calidad
del
aire
en
los
edificios,
algunos
expertos
recomiendan
evitar
la
exposición
a
la
combustión
de
gas
en
casa,
y,
por
tanto,
fomentar
la
instalación
de
cocinas
eléctricas
o
revisar
las
normativas.

La
evidencia
científica
confirma
que
la
exposición
a
los
agentes
contaminantes
producidos
por
la
combustión
del
gas
irrita
las
vías
aéreas
y
puede
provocar
la
aparición
de
asma
o
empeorar
su
desarrollo,
sobre
todo
en
los
niños
más
pequeños.
La
exposición
continua
a
estos
tóxicos
puede
provocar
o
complicar
enfermedades
respiratorias
como
el
asma
Al
liberarse
esas
sustancias
tóxicas,
si
no
se
dispersan,
se
quedan
en
el
aire
de
la
cocina
y
de
la
vivienda;
la
exposición
continuada
provoca
la
inflamación
de
las
vías
respiratorias
y
el
estrechamiento
de
los
bronquios,
que
puede
ser
grave
a
edades
muy
tempranas,
como
explicó
a
Neutral
la
neumóloga
Ebymar
Arismendi
del
Hospital
Clínic
Barcelona.
Pero
matiza
que
no
hay
que
desatar
ninguna
alarma
social
ante
estos
datos,
pues
se
pueden
minimizar
los
riesgos
con
una
correcta
ventilación
y
el
uso
de
la
campana
extractora.
Las
distintas
normativas,
como
el
Código
Técnico
de
la
Edificación
en
España
o
el
Reglamento
(UE)
66/2014
relativo
al
diseño
ecológico
de
los
aparatos
de
cocina,
establecen
que
las
viviendas
deben
cumplir
con
unas
pautas
básicas
de
ventilación
y
salida
de
humos
que
garanticen
unas
condiciones
mínimas
de
calidad
de
aire
interior
y
de
habitabilidad.
Cómo
minimizar
los
riesgos
Sí,
no
solo
los
locales
de
hostelería
con
una
cocina
deben
cumplir
con
normas
de
salidas
de
humos
y
ventilación.
Nuestra
cocina
doméstica
debe
contar
con
una
buena
campana
extractora
o
extractor,
y,
nota
importante
hay
que
usarla
a
diario.
Y
no
solo
cuando
nos
ponemos
a
freír.
Lo
más
recomendable
es
invertir
en
una
buena
campana
extractora
de
alta
eficiencia
energética
y
potencia
adecuada
para
funcionar
correctamente.
Las
que
mejor
reducen
las
sustancias
químicas
del
aire
son
las
que
están
conectadas
con
una
salida
de
humos
exterior,
es
decir,
funcionan
por
extracción.
Según
un
estudio
de
la
Universidad
de
California,
las
campanas
de
potencia
adecuada
que
ventilan
al
exterior
pueden
reducir
las
concentraciones
de
contaminantes
en
el
aire
entre
un
80%
y
un
95%.

Cuanto
más
grande
sea
la
cocina
y
más
largo
sea
el
tubo
que
conecta
con
la
salida
de
humos,
más
potente
debería
ser
la
campana.
Además,
deberá
tener
como
mínimo
el
mismo
tamaño
que
la
placa
de
gas
o,
mejor
aún,
unos
10
cm
más
por
cada
lado.
También
se
recomienda
invertir
en
extractores
con
válvula
antirretorno,
y
con
filtros
fáciles
de
limpiar
para
no
descuidar
su
mantenimiento.
Y
son
más
eficientes
filtrando
el
vapor
y
las
sustancias
tóxicas
que
se
liberan
de
los
quemadores
traseros,
así
que
es
recomendable
usarlos
para
cocinar,
siempre
que
sea
posible.
Se
debería
conectar
antes
de
encender
el
fuego,
y
dejarla
funcionando
unos
minutos
más
después
de
terminar
de
cocinar.
Además
de
usar
el
extractor,
hay
que
procurar
tener
bien
ventilada
la
cocina,
abriendo
ventanas
y
puertas
y
facilitando
la
circulación
del
aire
de
forma
natural,
evitando
cocinar
con
la
estancia
cerrada.
También
puede
ayudar
instalar
un
ventilador
que
apunte
hacia
la
ventana
más
cercana
para
ayudar
a
crear
esa
circulación
de
aire.

Y
si
quieres
reducir
aún
más
el
riesgo
sin
tener
que
renunciar
a
cocinar
con
gas,
considera
minimizar
el
tiempo
de
cocción
todo
lo
posible,
priorizando
las
preparaciones
que
exijan
poco
tiempo.
Según
Rob
Jackson,
investigador
en
la
Escuela
de
Sostenibilidad
Doerr
de
Stanford,
la
concentración
de
partículas
contaminantes
en
el
aire
de
una
cocina
aumenta
con
las
cocciones
largas
y
lentas.
Es
decir,
son
malas
noticias
para
la
cocina
de
la
abuela
y
del
chup-chup
a
fuego
lento.
Los
resultados
de
sus
investigaciones
revelan
que
las
cocinas
de
gas
liberan
más
tóxicos
cuanto
más
tiempo
están
en
funcionamiento,
y,
de
hecho,
se
incrementan
más
aún
a
temperaturas
más
bajas.
Eso
no
quiere
decir
que
tengamos
que
renunciar
a
las
cocciones
prolongadas
para
siempre,
pero
en
el
día
a
día
podemos
apostar
mejor
por
salteados
rápidos,
frituras
eficientes,
el
wok
o
la
cocción
a
la
plancha,
pues
son
las
técnicas
de
cocina
más
saludables,
en
cuanto
a
la
calidad
del
aire.
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