Tu jefe o el cliente: ¿por qué trabajar para ti mismo no siempre es la mejor alternativa?

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Una de las principales razones que argumentan todos los trabajadores que se han convertido en empresarios o autónomos es la de ser su propio jefe, sin tener que aguantar presiones de nuestros superiores. Ser nuestro propio jefe es una perita en dulce para muchas personas, pero cuando finalmente decidimos dar el paso, nos damos de bruces con la cruda realidad.

Si bien hay una serie de aspectos que cualquiera de nosotros podría considerarlo como una ventaja de trabajar para nosotros mismos, como la libertad de trabajar desde cualquier lugar o la posibilidad de obtener ingresos variables por encima de un sueldo fijo todos los meses, hay otros factores que inclinan la balanza en favor del trabajador asalariado.

Entre ellas, destaca la necesidad de buscar clientes y la importancia de mantenerlos. No tenemos jefe, es cierto, pero las exigencias pueden ser más duras que las de nuestro propio mánager. Tengamos en cuenta que tenemos que cuidar esta relación para conseguir que se consolide a largo plazo. De otro modo, nuestro negocio no será viable.

Pero no solo eso; tenemos que atender todas las obligaciones laborales y fiscales con las administraciones públicas: abono de las cotizaciones sociales, liquidación trimestral del IVA o declaración de la renta, entre otros. Y todo ello por no hablar de llevar nuestra propia contabilidad, emitir y recibir las facturas, etc.

Eres el responsable de tu negocio, y todo lo que ocurra alrededor de él va a ser responsabilidad tuya. Es cierto que no tendrás que dar explicaciones a tu jefe, pero sí a tus clientes y en última instancia a las administraciones públicas. Tanto los éxitos como los errores de tu negocio serán cosa tuya, algo que puede ser muy gratificante o, por el contrario, abocarnos a la ruina.

Imagen | Ryan McGuire

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