Milei: ¿Eutanasia política o all-in?

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“Hola a todos! yo soy el león…todos los cómplices son de mi apetito” Así comenzó, entonando a La Renga, Javier Milei su presentación política en Studio Teather el pasado 25 de junio, ante una estructura imponente de pantallas y equipo técnico, que sostuvieron el acto de campaña de un servidor que dona su sueldo y vive de dar conferencias, que comenzó su carrera como satélite de la política bajo el mando del interventor Busso allá por 1973. Mientras cientos de jóvenes y profesantes del liberalismo vitoreaban al posible precandidato por lo que sería (o no, porque en este país nunca se sabe) la propuesta liberal nacional revolucionaria, nosotros nos preguntamos: “¿Este hilo del que tira en su retórica, es infinito, o le encontraremos un final?”. Nuestro análisis es que, en base a las últimas apariciones de Milei, de las que posiblemente hablaremos en nuestras próximas elaboraciones, parece que al posible candidato se ha quedado sin hilo en el carretel y no ha dejado un solo palito sin pisar.

Antes de la llegada del líder liberal, desfilaron varios oradores con discursos breves, pero repetitivos. “La salida no es Ezeiza”, “Él, nuestro líder, es el único capacitado para solucionar nuestros problemas”, y redoblaban la apuesta, refiriéndose a la militancia política como una guerra; a quienes practican la política como profesión como una casta a exterminar, y enarbolando su máxima: una utopía merecedora de la vida propia. Es extraño que alguien abiertamente en contra del aborto sugiera que sus militantes tienen que querer dar su vida por su causa. ¿Patria o muerte? En el discurso de Milei, se trata de un sinónimo ideal.

La presentación de sus ejes de campaña generaron una suerte de deleite en la percepción de su incipiente núcleo duro, compuesto principalmente  por jóvenes huérfanos del cambio; periodistas locales “truncos” y un rejunte de participantes que, en conjunto, debido a su corta edad y trayectoria en el mercado debido a su edad, puede que no alcancen en su conjunto los 20 años de aportes impositivos.

La cohesión de las palabras, aunque no alcanzada del todo, es un objetivo fundamental para la discursiva liberal argentina. Este pequeño detalle quedó como elemento secundario cuando, entre vitoreos y enarbolamiento del capitalismo, se hicieron menciones y puesta de laureles a otro outsider de la política (esta vez norteamericana): Donald Trump, quien abiertamente se identifica como un Republicano conservador, que, en ejercicio, apostó fuertemente al intervencionismo económico y al proteccionismo de la economía nacional de Estados Unidos, posicionándose opuesto a la ideología anarcocapitalista o anti Estado de nuestro orador libertario.

La principal argumentación del “león liberal”, en su exposición, enarboló los conceptos que frecuentemente utiliza en sus disparatadas participaciones públicas en la TV: La enfermedad del gasto público, la divinización de la autorregulación del mercado, el problema de la “casta” y, por qué no, el intento de imperio de una lógica del “somos nosotros (los buenos, los puros e idealistas), contra ellos (los malvados villanos de la casta)”. El misticismo que la organización de este conglomerado político liberal cada vez más trunco  intenta atribuir a la figura de Milei es claramente contraria a la seriedad política de su público, que suponemos comparten un sentimiento generalizado de apatía política, y una falta evidente de voluntad de progreso en la vía democrática y de respeto a lo construido en materia de derechos.

Para el posible candidato ultraliberal, sólo existe una ecuación: Si es pragmáticamente vendible y con ello se consigue un beneficio, ¿Por qué el Estado tiene que intervenir? Esto evoluciona en la imposición ideológica de que toda intervención es mala . Esta lógica hace que surjan planteos como, por ejemplo, la privatización de las universidades nacionales, el mutilamiento de la educación pública así como las jubilaciones, transfiriéndolas a fondos privados que dispongan libre e impunemente, y hagan malabares financieros con los años aportados de la ciudadanía.

Javier Milei quemó todos los cartuchos. Según esta humilde percepción, nos encontramos con una figura similar a la de un pájaro que salta del nido antes de desarrollar sus alas. Se trata de un idealista del anarcocapitalismo, que basa su discurso en los libros de una sociedad ya obsoleta, sazonado infructuosamente con un poco de esa dialéctica militar amigo-enemigo, que a los argentinos tanto nos encantó en algún momento de la historia reciente.

La impronta académica/economicista del León, contrasta con su carente expertise política, embistiendo, detonándola. Le tomó alrededor de 40 minutos expresar el primero de tres ejes de campaña, al punto que muchos jóvenes comenzaron a retirarse del recinto antes de que el discurso se diera por finalizado. ¿Necesita constantemente demostrar que no es político? ¿O simplemente carece de la retórica necesaria?