La
identidad
industrial
de
Odense
estuvo
marcada
por
sus
astilleros.
Durante
casi
un
siglo,
sus
ingenieros
construyeron
algunos
de
los
portacontenedores
más
avanzados
del
mundo,
incluidos
los
gigantes
de
la
clase
Mærsk
E,
que
en
su
momento
fueron
los
mayores
barcos
de
carga
jamás
construidos.
Pero
la
industria
naval
danesa
llevaba
años
perdiendo
terreno.
Desde
finales
de
1970,
el
sector
sufrió
un
repliegue
gradual
a
medida
que
la
construcción
naval
se
trasladaba
a
Corea
del
Sur,
Japón
y
China,
donde
los
costes
de
producción
eran
significativamente
más
bajos.
Para
contener
la
crisis,
el
Gobierno
de
Dinamarca
impulsó
subsidios
estatales,
créditos
a
la
exportación
y
encargos
estratégicos,
pero
la
tendencia
era
imparable:
entre
1977
y
1985,
la
cuota
de
mercado
de
los
astilleros
europeos
cayó
del
41
%
al
18
%,
mientras
que
la
de
Asia
pasó
del
46
%
al
70
%,
con
China
emergiendo
como
un
actor
clave.
Son
datos
que
aparecen
en
‘Transforming
an
Industry
in
Decline’,
un
análisis
de
Thomas
Roslyng
Olesen
sobre
la
caída
de
los
astilleros
daneses.

Odense
no
fue
inmune
a
este
cambio.
Hasta
finales
de
la
década
de
2000,
Mærsk
había
construido
muchos
de
sus
barcos
en
el
Odense
Steel
Shipyard,
pero
la
creciente
competencia
de
los
astilleros
asiáticos
llevó
a
la
compañía
a
replantear
su
estrategia.
Como
recoge
Taipei
Times,
en
2011
Maersk
encargó
a
Daewoo
Shipbuilding
&
Marine
Engineering
(DSME),
en
Corea
del
Sur,
la
construcción
de
sus
nuevos
portacontenedores
de
la
clase
Triple-E.
Lo
que
pudo
haber
sido
el
colapso
industrial
de
la
ciudad
se
convirtió
en
un
punto
de
inflexión.
Dinamarca
no
pudo
competir
en
costes
con
Asia,
pero
encontró
una
alternativa
en
los
nichos
tecnológicos
de
alto
valor
añadido.
En
lugar
de
construir
barcos,
la
industria
local
comenzó
a
desarrollar
motores
marinos
más
innovadores,
software
para
la
automatización
portuaria
y
sistemas
térmicos
avanzados.
Odense
no
tardó
en
seguir
ese
camino.
Su
reconversión
no
ocurrió
de
un
día
para
otro,
ni
fue
el
resultado
de
un
plan
maestro
perfectamente
ejecutado.
Fue,
más
bien,
una
respuesta
a
la
urgencia.
Sin
astilleros
ni
grandes
contratos
navales,
la
ciudad
tuvo
que
buscar
una
alternativa.
La
inversión
pública
ayudó,
las
universidades
pusieron
de
su
parte
y
el
ecosistema
industrial
hizo
lo
que
pudo
con
las
herramientas
que
tenía.
La
robótica
y
la
automatización
parecían
una
vía
prometedora,
una
forma
de
aprovechar
el
conocimiento
técnico
heredado
de
la
industria
naval
para
construir
algo
nuevo.

Oficinas
de
Universal
Robots
en
Odense
Pero
transformar
una
ciudad
no
es
fácil.
No
basta
con
atraer
startups
o
poner
incentivos
fiscales.
Hay
que
generar
talento,
convencer
a
las
empresas
de
que
apuesten
por
quedarse
y,
sobre
todo,
demostrar
que
hay
un
mercado
dispuesto
a
sostenerlo
todo
a
largo
plazo.
Odense,
precisamente,
se
encuentra
en
esta
fase.
Su
antiguo
corazón
industrial
está
llenándose
de
empresas
que
buscan
abrirse
camino
en
la
robótica,
como
Universal
Robots
y
Mobile
Industrial
Robots
(MiR),
dos
de
las
firmas
más
destacadas
que
han
nacido
en
este
ecosistema.
Universal
Robots
se
ha
especializado
en
cobots,
robots
colaborativos
diseñados
para
trabajar
junto
a
humanos
en
fábricas,
sin
necesidad
de
barreras
de
seguridad
ni
programaciones
complejas.
A
diferencia
de
los
robots
industriales
tradicionales,
que
suelen
estar
confinados
en
celdas
y
operan
con
fuerza
y
velocidad
para
tareas
repetitivas,
los
cobots
están
diseñados
para
la
interacción
directa
con
operarios
humanos.
No
hay
que
confundirlos
con
los
robots
humanoides.
MiR,
por
su
parte,
ha
apostado
por
robots
móviles
autónomos,
máquinas
capaces
de
moverse
por
almacenes
y
centros
logísticos
transportando
mercancías.
Un
clúster
tecnológico
en
pleno
auge
El
crecimiento
de
empresas
como
Universal
Robots
no
ha
ocurrido
en
el
vacío.
Una
de
las
claves
de
la
transformación
de
Odense
ha
sido
el
desarrollo
de
un
clúster
tecnológico
especializado
en
robótica,
que
hoy
es
uno
de
los
más
dinámicos
de
Europa.
En
toda
Dinamarca
hay
más
de
300
compañías
dedicadas
a
la
robótica
y
la
automatización,
y
más
de
160
tienen
su
sede
en
Odense.
Este
ecosistema
comenzó
a
tomar
forma
entre
1980
y
1990,
cuando
se
empezó
a
experimentar
con
tecnología
robótica
en
los
astilleros
de
Odense,
pero
su
consolidación
real
llegó
en
las
últimas
dos
décadas.
Desde
2015,
el
número
de
empresas
en
el
clúster
había
crecido
un
50%
en
2020,
según
el
Odense
Robotics
Insight
Report.
En
el
centro
de
esta
red
está
la
Universidad
del
Sur
de
Dinamarca
(SDU),
que
no
solo
aporta
talento
a
las
empresas
del
sector,
sino
que
también
lidera
investigaciones
en
automatización
e
inteligencia
artificial.
Si
le
preguntas
a
las
autoridades
locales,
no
tienen
dudas:
Odense
no
solo
quiere
ser
un
referente
en
robótica,
sino
convertirse
en
la
mejor
ciudad
del
mundo
para
el
desarrollo
de
robots.
“Odense
ya
es
el
centro
mundial
de
robots
colaborativos,
pero
soñamos
con
hacer
de
Odense
la
mejor
ciudad
robótica
del
mundo”,
afirman
desde
el
gobierno
local.
No
es
solo
un
lema:
es
una
estrategia
que
ya
está
en
marcha.
Uno
de
los
pilares
de
este
plan
es
desarrollar
un
campus
de
robótica,
donde
startups,
grandes
empresas
y
la
Universidad
del
Sur
de
Dinamarca
compartan
investigaciones
e
ideas.
Este
espacio
debería
servir
como
núcleo
de
innovación,
facilitando
el
contacto
directo
entre
talento
emergente
y
compañías
consolidadas.
La
meta
es
reforzar
la
red
que
ya
existe
entre
las
empresas
del
clúster
y
hacer
que
la
ciudad
sea
aún
más
atractiva
para
la
inversión
extranjera.
Odense
está
apostando
fuerte,
pero
aún
falta
ver
si
la
jugada
funciona
La
ciudad
ha
hecho
una
apuesta
clara:
quiere
que
la
robótica
sea
su
nueva
industria
insignia.
Tiene
una
estrategia
bien
definida,
inversión
en
marcha
y
una
red
de
empresas
que
ya
está
funcionando.
Pero
queda
la
parte
más
difícil:
convertir
este
ecosistema
en
un
modelo
sostenible
a
largo
plazo.

Odense
no
está
compitiendo
en
solitario.
A
nivel
global,
la
robótica
se
ha
convertido
en
una
carrera
tecnológica
en
la
que
solo
unos
pocos
actores
podrán
consolidarse.
China,
con
su
ambición
de
liderar
la
automatización
mundial,
está
invirtiendo
miles
de
millones
en
ciudades
como
Shenzhen
y
Hangzhou,
donde
se
están
desarrollando
robots
industriales
y
de
servicio
a
gran
escala,
y
donde
destacan
firmas
como
Unitree,
que
buscan
replicar
el
éxito
que
Xiaomi
alcanzó
en
el
sector
móvil.
Su
dominio
en
la
fabricación
de
robots
no
solo
representa
una
amenaza
tecnológica
para
Estados
Unidos,
sino
que
también
está
generando
una
batalla
por
la
hegemonía
en
la
industria
de
la
robótica.
Silicon
Valley,
por
su
parte,
sigue
siendo
uno
de
los
epicentros
de
la
innovación.
Gigantes
como
Google
ya
están
explorando
esta
convergencia.
Con
su
proyecto
Gemini
Robotics,
la
compañía
quiere
que
la
IA
deje
de
estar
confinada
en
pantallas
y
empiece
a
actuar
en
el
mundo
real,
permitiendo
que
los
robots
sean
más
autónomos
y
adaptables.
También
en
Sunnyvale,
California,
la
startup
Figure
busca
dar
el
siguiente
gran
paso
con
el
primer
robot
humanoide
autónomo
comercialmente
viable.
La
apuesta
es
clara:
la
combinación
de
IA
generativa
y
hardware
avanzado
será
clave
en
la
nueva
era
de
la
automatización.
Silicon
Valley
sigue
siendo
uno
de
los
epicentros
de
la
innovación.
Pero
la
innovación
en
robótica
no
se
limita
a
Silicon
Valley.
En
Austin,
Texas,
Tesla
sigue
avanzando
en
automatización
e
inteligencia
artificial
aplicada
a
la
movilidad,
mientras
que
en
Waltham,
Massachusetts,
Boston
Dynamics
continúa
experimentando
con
robots
avanzados,
dejando
atrás
sus
conceptos
del
pasado.
El
futuro
de
la
robótica
no
solo
pasa
por
mejorar
el
hardware,
sino
por
integrar
inteligencia
artificial
generativa
en
robots
físicos,
un
salto
que
podría
cambiar
la
industria
para
siempre.
En
este
contexto,
Odense
no
solo
compite
contra
ciudades
chinas,
europeas
o
estadounidenses.
La
lucha
por
convertirse
en
la
capital
mundial
de
la
robótica
es
cada
vez
más
global,
y
la
ciudad
danesa
tendrá
que
demostrar
que
su
apuesta
por
la
automatización
y
la
colaboración
entre
universidades
y
empresas
puede
sostenerse
a
largo
plazo.
Dinamarca,
sin
embargo,
tiene
algo
que
pocos
pueden
ofrecer:
un
modelo
de
sociedad
altamente
competitivo
y
estable.
En
2024,
el
país
se
posicionó
como
la
tercera
economía
más
competitiva
del
mundo,
solo
por
detrás
de
Singapur
y
Suiza,
según
el
World
Competitiveness
Ranking
del
IMD.
Este
reconocimiento
refuerza
su
capacidad
para
adaptarse
a
los
cambios
globales
y
consolidarse
como
un
polo
de
innovación
tecnológica.
Por
cada
empresa
consolidada,
hay
docenas
que
intentan
sobrevivir
en
un
sector
altamente
competitivo.
El
desafío
sigue
siendo
enorme:
atraer
inversores,
retener
talento
local
y
convencer
a
gigantes
industriales
de
que
Odense
puede
ser
más
que
un
experimento
bienintencionado.
La
ciudad
ha
logrado
sentar
las
bases,
pero
aún
queda
la
prueba
más
difícil:
demostrar
que
realmente
puede
convertirse
en
la
capital
mundial
de
la
robótica.
Imágenes
|
David
Levêque
|
Odense
Robotics
|
Universal
Robots
|
Mobile
Industrial
Robots
(MiR)
En
Xataka
|
A
China
le
falta
tanta
gente
para
cuidar
a
millones
de
ancianos
que
ha
tomado
una
decisión
inédita:
robots