¿Realmente los niños tienen un brote de testosterona a los cuatro años?

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La idea de que a los cuatro años los niños tienen un brote de testosterona se usa muchas veces para explicar los comportamientos difíciles a esta edad. ¿Pero cómo surgió esta idea? ¿Hay algo de cierto? Si no es así, ¿qué podría explicar este comportamiento?

Al psicólogo y autor Stephen Biddulph se le suele atribuir la idea de que a los cuatro años los niños tienen un brote de testosterona. Aunque es cierto que lo menciona en su libro Educar Niños, en realidad hablaba del trabajo de otro autor:

Según el Doctor Mitchell Harman del Departamento Estadounidense de Envejecimiento, los chicos experimentan un brote de testosterona a los cuatro años […]. Pero no todos los investigadores están de acuerdo con sus hallazgos, por lo que sigue siendo una idea discutible.

Biddulph decía que el Doctor Harman había escrito sobre el tema para un artículo de la revista masculina Esquire en 1999 y que «seguía defendiendo estos hallazgos» cuando fue preguntado en 2015.

¿Qué es lo que dice la ciencia?

Como investigador y endocrinólogo de adolescentes especializado en las hormonas de la pubertad, puedo decir que no hay prueba de que exista dicho brote de testosterona. Muchos estudios sobre hormonas en chicos publicados en revistas arbitradas lo confirman.

No es posible que se produzca un aumento en los niveles de testosterona cuando los testículos (donde se produce la testosterona) son pequeños y los niveles de la hormona que estimula la producción de testosterona son bajos.

El único momento en el que los niveles de testosterona de un niño de cuatro años son altos es a causa de una enfermedad rara llamada pubertad precoz que hace que un niño empieze la pubertad demasiado temprado y sus testículos crezcan mucho más de lo normal.

Es cierto que se produce un aumento de testosterona, pero no a esta edad

Existen varios aumentos de los niveles de testosterona durante el desarrollo de un niño que coinciden con el desarrollo cerebral, pero nunca a los cuatro años.

El primer aumento de la testosterona en chicos con niveles parecidos a los de la pubertad se produce durante los dos primeros trimestres del embarazo y esta testosterona es la responsable del desarrollo del pene y del escroto, un proceso que se conoce como la masculinización de los genitales externos.

El segundo aumento de la testosterona ocurre aproximadamente durante los primeros seis meses de vida. Esta mini pubertad hace que los genitales de los niños se vean más pronunciados durante un breve periodo de tiempo, algo de lo que muchos padres se dan cuenta.

La pubertad es la fase en la que se produce el tercer y final aumento de la testosterona, multiplicándose por 10 o incluso por 20 en un periodo de dos a tres años. La pubertad es un periodo en el que se produce un gran crecimiento físico acompañado por cambios de comportamiento significativos que están claramente influenciados por el desarrollo cerebral.

Sí que hay cambios hormonales, pero no en los niveles de testosterona

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Existen cambios hormonales que empiezan aproximadamente a los cinco o seis años en ambos sexos en un periodo que se conoce como adrenarquia, algo que también puede haber contribuido a la confusión.

Adrenarquia es la maduración de parte de las glándulas adrenales donde se producen hormonas parecidas a la testosterona, aunque mucho más débiles, siendo el efecto más común el olor corporal. Sin embargo, los científicos no saben exáctamente por qué los chicos y las chicas tienen esta fase y nadie ha podido diferenciar ningún efecto claro en el comportamiento infantil.

No, no hay brotes de testosterona

El uso de la palabra «brote» para describir la producción de testosterona también es incorrecto.

En ningún momento de la vida se produce un brote de testosterona. La palabra «brote» está asociada a rapidez y urgencia, algo que no tiene nada que ver con lo que ocurre durante la niñez, puesto que cuando la testosterona aumenta durante la pubertad crece gradualmente al principio y su producción no se acelera hasta bien entrada la pubertad o al final de la misma.

¿Qué otra cosa puede explicar este tipo de comportamiento?

¿Existe alguna explicación alternativa para el comportamiento a esta edad de los niños del que hablan los padres?

Vemos diferencias en los cerebros de los niños y de las niñas y en su comportamiento mucho antes de la pubertad. El aumento de la testosterona en el vientre materno y durante la mini-pubertad que se produce durante los seis primeros meses de vida probablemente sea la explicación.

Los estudios que examinan el comportamiento en los niños de entre cuatro y cinco años suelen centrarse en las interacciones sociales o en los juegos, puesto que es a lo que dedican los niños la mayor parte del tiempo a esa edad.

Dichos estudios nos muestran que los niños y los niñas a esta edad suelen jugar y comunicarse de forma diferente. Los juegos de los niños suelen ser más físicos e incorporan juguetes móviles o estructuras de construcción, mientras que las niñas generalmente juegan de forma más interactiva y son más expresivas.

Curiosamente, las niñas con hiperplasia suprarrenal congénita, expuestas a altos niveles de testosterona en el vientre materno, tienden a tener estilos de juego más «duros y físicos» como resultado del efecto de la testosterona en el desarrollo cerebral temprano.

¿Por qué se produce un cambio de comportamiento en los niños de entre cuatro y cinco años?

A esta edad los niños aprenden a interactuar con otros, a entender las necesidades de otra persona, a compartir y a tratar con situaciones nuevas y extrañas.

De ahí que los niños tengan que aprender a regular sus propias emociones como el miedo, las preocupaciones, el disgusto y el enfado.

Si no lo hacen, podemos ver arrebatos emocionales que a veces pueden ser explosivos. Los niños pueden tener problemas para entender o explicar por qué han perdido el control de sus emociones y los chicos pueden responder de una manera más física y ser menos capaces de explicar lo que ha ocurrido.

Aprender a regular sus emociones es una habilidad importante para el desarrollo de los niños y los padres pueden influir en un control emocional positivo asegurándose de que sus hijos mantienen rutinas diarias, tienen suficiente tiempo para jugar y duermen lo suficiente. También sirve de ayuda reconocer cuando se portan bien y no reaccionar exageradamente ante los pequeños casos de rebeldía en busca de atención.

No deberíamos echarle la culpa a las hormonas por el comportamiento de los niños. Lo que hay que hacer es intentar comprender mejor dichos comportamientos.

Por ejemplo, cuando un niño se porta mal de forma constante y su comportamiento es preocupante, puede estar indicando algún tipo de ansiedad como reacción al estrés familiar o ser el resultado de problemas que se remontan a cuando eran más pequeños. Si te preocupa el comportamiento de tu hijo, busca ayuda profesional.

Es importante dar prioridad al tiempo de juego en el caso de todos los niños, algo que puede incluir respetar su espacio y darles permiso para que hagan ruido y sean escandalosos.

Autora: Kate Steinbeck, endocrinóloga y doctora en medicina adolescente. Cátedra de Medicina del Adolescente, Universidad de Sydney.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí

Traducido por Silvestre Urbón.

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