Lo hago todo en Internet, pero casi no he comprado online en toda mi vida: es una decisión que me hace muy feliz

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El
otro
día
necesitaba
un
libro
de
un
periodista
argentino
que
no
aparecía
en
búsquedas
online
en
librerías
de
mi
tierra,
Asturias.
Llamé
a
una
librería
de
mi
pueblo

para
decirle
cuál
era,
dos
días
más
tarde
me
llamó
el
dueño
de
la
tienda
para
decirme
que
ya
estaba

y
que
podía
recogerlo
cuando
quisiera.

Se
lo
comenté
a
una
de
mis
mejores
amigas,
amante
de
la
lectura,
y
me
dice:
¿pero
eso
puede
hacerse?.
Le
respondí: «Claro,

las
librerías
se
dedican
a
eso,
¿no?»

No
tiene
que
tener
todos
los
títulos
en
su
tienda
ni
en
el
escaparate,
pero
están
en
contacto
con
muchas
editoriales
y
los
consiguen.

Mi
amiga
tiene
absolutamente
nada
de
tonta,
al
contrario,
es
súper
inteligente
y
siempre
está
informada,
pero
nos
han
vendido
tanto
un
marketing
de
que
para
conseguir
ciertas
cosas
hay
que
ir
a
por
ciertas
grandes
empresas
(en
este
caso,
sería
Amazon
o
alguna
gran
empresa
de
libros)
que

se
nos
olvida
que
las
pequeñas
tiendas
tienen
acceso
a
conseguir
lo
que
necesitamos
,
porque
tienen
muchos
proveedores
y
son
los
intermediarios
con
el
cliente
final.

Además,
tengo
que
decir,
ese
libro
que
compré,

ni
siquiera
me
costó
más
dinero
que
lo
que
mostraban
en
webs
online
,
donde
también
tenía
que
pagar
el
precio
de
envío
y
estar
en
casa
por
si
llegaba
cuando
yo
no
estaba
(es
un
libro
muy
grueso,
no
cabe
en
un
buzón).

A
todo
esto
se
le
suma
que
yo
trabajo
online,
tengo
muchísimas
amistades
por
el
mundo,
con
las
que
estoy
en
contacto
a
menudo
y,
por
tanto,
con
las
que
no
tengo
más
remedio
que
hablar
online,

tengo
a
mis
amistades
y
mi
familia
de
mi
pueblo
con
las
que
también
estoy
en
contacto
a
través
de
redes
,
bien
sea
cuando
estoy
viajando,
bien
cuando
estoy
aquí
y
no
puedo
ver
a
todo
el
mundo,
pero

me
apetece
hablar….
¿por
qué
también
comprar
por
internet….
o
por
qué
no
hacerlo?

AMAZON
AUDIBLE:
Cómo
es
La
NUEVA
PLATAFORMA
DE
PODCAST
y
AUDIOLIBROS
de
AMAZON

Los
pueblos
necesitan
vida
o
necesitamos
más
vida
de
calle

Amo
mi
pueblo.
Me
he
pasado
décadas
fuera,

gracias
al
teletrabajo

siempre
volviendo
muchos
meses
al
año
y
a
veces

cuando
vuelvo
de
estar
fuera

puedo
aburrirme
aquí
como
una
ostra,

pero
lo
amo
y
quiero
que
siga
vivo,
quiero
que
la
gente
pueda
vivir
aquí,

hacer
sus
familias
aquí
y
que
no
sea
esto
un
sitio
fantasma
de
pisos
comprados
por
inversores
para
hacer
alojamientos
turísticos
o
un
pueblo
sin
vida.

Mi
pueblo
tiene
vida,
tiene
posibilidades,
como
cualquier
lugar,
y
me
da
pena
ver
cómo
la
ha
ido
perdiendo
en
las
últimas
décadas,
tras
el
cierre
de
las
minas
de
carbón
que
era
la
principal
fuente
de
economía.

Igual
que
me
da
pena

ir
a
ciudades
de
mi
país
como
Madrid,
donde
estudié,
y
ver
que
las
tiendas
de
siempre,
de
barrio,
ya
no
existen,

y
hay
toda
una
cadena
de
franquicias
varias
ocupando
las
calles.

Una
de
las
formas
de
lograr
vida
en
los
pueblos
y
ciudades
es
con
sitios
de
socialización:
parques,
cafeterías
y
también
tiendas
varias.
La
decana
del
Colegio
de
Registradores,
María
Emilia
Adán
hablaba

hace
unos
años
en
una
entrevista
del
uso
de
los
espacios
públicos:

«Hay
que
 allegar
recursos
a
los
centros
y
mantener
las
instalaciones
necesarias
para
hacer
esa
vida
más
sostenibles
y
humana,
donde
los
vecinos
puedan
 desarrollar
las
relaciones
sociales”
con
el
objetivo
de «evitar
la

gentrificación
y
el
despoblamiento,

tenemos
que
empezar
a
crear
relaciones
de
vecindad,
de
asentamiento,
que
estén
enraizadas
en
el
entorno».

Como

explica
la
asociación
Asedas
,

una
buena
combinación
de
tiendas,
que
ofrece
una
amplia
variedad
de
productos
y
servicios,
es
fundamental
para
mantener
los
 centros
de
las
ciudades
como
lugares
ideales
para
vivir,
visitar
y
 disfrutar
.
Muchas
ciudades,
particularmente
las
medianas,
ven
cómo
las
tiendas
 luchan
por
sobrevivir,
con
un
panorama
que
cambia
rápidamente,
nuevas
 cargas
regulatorias
y
el
impacto
de
la
transformación
digital
en
la
 forma
en
que
los
consumidores
compran.

Si
 compramos
desde
casa
y
un
repartidor
nos
trae
a
casa
la
compra,
no
estamos
aportando
nada
a
la
vida
del
pueblo
o
del
barrio.
Luego
a
eso,
puede
sumarse
que
hay
empresas
donde
ya
es
sabido
que

los
trabajadores
no
gozan
de
los
derechos
que
merecen
,
los

despidos
masivos
de
ciertas
empresas
grandes

o
que
pagan
a
sus
empleados
sueldos
escasos,
mientras
sus
líderes
son
millonarios,
o
que

están
despidiendo
a
gente
para
cambiarla
por
máquinas
.
Algo
muy
destacado
es
que
cuando
Jeff
Bezos,
creador
de
Amazon
y
uno
de
sus
principales
inversores,
se
fue
al
espacio
en
2021
agradeció
a
los
empleados
y
clientes
de
Amazon
por
pagar
su
viaje:
Ustedes
pagaron
por
todo
esto
”,
 afirmó.

Personalmente,
como
clienta,
prefiero
que
mi
manera
de
consumir

sirvan
a
que
la
gente
de
mi
pueblo
pueda
vivir,
sacar
adelante
a
su
familia,
pagar
su
hipoteca
e
irse
de
vacaciones

que
pagar
para
que
un
millonario
se
vaya
al
espacio.
Además
de
esto,

está
el
tema
de
pago
de
impuestos
.
Muchas
multinacionales
de
las
que
venden
online,
además
aprovechan
su
poder
para
instalar
sus
sedes
en
países
donde
los
impuestos
que
pagan
son
mucho
menores,
y
no
repercute
en
nuestro
propio
país.

La
cercanía
y
el
trato

En
general,
además,
valoro
el
trato
cercano
de
las
tiendas
pequeñas.
Por
ejemplo,
incluso
cuando
compro
dispositivos
electrónicos
no
voy
a
una
tienda
grande,
no
me
meto
en
ver
un
catálogo
online
de
decenas
o
centenas
de
opciones
en
la
web
de
alguna
empresa
de
ventas
online.
Voy
a

una
tienda
de
productos
de
informática
en
mi
pueblo
y
le
digo
que
necesito
un
nuevo
ordenador
,
le
digo
qué
busco
en
un
ordenador,
él
me
ayuda
a
ver
qué
opciones
encajan
mejor,
lo
pide,
me
lo
trae,
me
cobra
el
mismo
precio
que
veo
en
las
grandes
tiendas
(y
si
me
cobrase
unos
euros
más
no
me
importaría)
y,
listo.

Además,
si
tengo
algún
problema
en
algún
momento,
es
el
primero
que
me
ayuda
a
solucionarlo
o
que
insiste
a
la
empresa
fabricante
de
que
lo
haga
si
dan
problemas.
Y
todo
sin
pagar
una
garantía
de
seguro
extra
 por
ello.
Este
PC
con
el
que
estoy
escribiendo,
me
dio
un
problema
hace
un
par
de
años.
Él
lo
miró,
ya
que
es
informático,
tenía
pocos
meses,
y
vio
que
el
ordenador
se
recalentaba
mucho.
Dijo
que
lo
enviásemos
a
la
empresa
fabricante.
Luego,
desde
la
empresa
me
llamaron
para
decirme
que
estaba
quemado
y
que
yo
lo
envié
ya
roto.

Era
mentira,
en
el
proceso
de
arreglo
en
la
empresa
fabricante
lo
habían
quemado.
Afortunadamente
para
que
no
me
cobrasen
cientos
de
euros
en
reparar
algo
que
no
existía,
había
dos
pruebas.
Una
foto

que
yo
había
hecho
y
otra
algo
previa,
realizada
por
el
dueño
de
la
tienda
.
Ahí
la
empresa
fabricante
tuvo
que
reconocer
que
fue
error
de
ellos
y
me
hicieron
toda
la
reparación
de
manera
gratuita.

Imagen
|
Foto
de

Bruno
Kelzer

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Genbeta
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